La Gualdra 660 / Historia
Por Gustavo Vázquez-Lozano
“La alopatía, señores”, dice un boletín médico publicado el siglo antepasado en España, “es la carabina Minié, el cañón rayado; en una palabra, el medio destructor más poderoso que se conoce en nuestros días. La homeopatía (en cambio), es la carabina de Ambrosio colgada de un clavo”.
El autor del boletín no se molestó en explicar qué significaba la famosa carabina de Ambrosio, porque en su época era evidente: un remedio inútil, algo que daba la impresión de ser funcional, pero que en la práctica no servía para nada.
Hoy, la frase sobrevive con dificultad. Para muchos ya es un arcano lingüístico. Quedan, por supuesto, unos cuantos que la usan, sobre todo personas de cierta edad, pero es casi una reliquia. ¿De dónde salió esa expresión? ¿Quién fue Ambrosio? La historia, como suele ocurrir, es más vieja y más enredada de lo que parece.
¿No era un programa de televisión?
Algunos suponen que la frase proviene de la televisión mexicana, en particular del programa La carabina de Ambrosio —humor con sketches poco memorables— que transmitía Televisa en los años setenta y ochenta. En realidad el dicho es mucho más antiguo y tiene una historia que lo precede por siglos.
Algunas fuentes aseguran que la primera vez que se publicó el dicho fue en 1900 en la revista española Por estos mundos, que luego reprodujo José María Iribarren en su libro El porqué de los dichos (1974). Según Iribarren:
“Ambrosio fue un labriego que existió en Sevilla a principios de siglo (diecinueve). Como las cuestiones agrícolas no marchaban bien a su antojo, decidió abandonar los aperos de labranza y dedicarse a salteador de caminos, acompañado solamente por una carabina. Pero como su candidez era proverbial en el contorno, cuantos caminantes detenía lo tomaban a broma, obligándole así a retirarse de nuevo a su lugar, maldiciendo de su carabina, a quien achacaba la culpa de imponer poco respeto”.
Esta historia de un asaltante recién llegado a la profesión, conocido por ser buena persona y por tanto no imponía miedo, es simpática, pero falsa. La expresión existía mucho tiempo antes de que Por estos mundos la registrara, mucho antes de que alguien se imaginara a un bandolero sevillano que no podía imponer respeto.
La carabina en México
En México, la expresión circulaba cuando menos desde inicios del siglo XIX. En una carta al editor del periódico El Sol, fechada el 6 de mayo de 1826, un articulista opina sobre la suspensión de garantías en el país debido a la supuesta amenaza de una reconquista española. Argumenta que tal medida no es necesaria porque la nación está en paz, y además, dice, la medida les causaría tanto miedo a los españoles como “la carabina de Ambrosio”, es decir, ninguno.
En 1844, en una reseña sobre la traducción de Joaquín Patiño de un cuento francés titulado La madre y la hija, el crítico se burla de una frase del diálogo de un personaje —“Hoy estoy muy razonable”— y la califica de absurda, comparándola con “la carabina de Ambrosio”. La asociación con lo ineficaz y risible ya estaba bien establecida.
Para 1872, el dicho había ampliado sus alcances. En el periódico La Bandera de Juárez, un editorial ironiza sobre la propuesta de El Monitor Republicano de enviar a Porfirio Díaz a una embajada o cualquier otro cargo diplomático que lo alejara del país. La idea, según el artículo, “es una de las infinitas variedades de la carabina de Ambrosio”. Para entonces, la frase ya servía para referirse a cualquier propuesta absurda o estrategia inútil.
Hay más: en 1881, El Telégrafo compara el reloj del templo de San Diego con la carabina de Ambrosio, sugiriendo que el aparato simplemente no servía para dar la hora.
Pero la expresión, aunque adoptada en México, no nació en el país.

Un dicho con raíces europeas
El rastro nos lleva a España. En el volumen II del Diccionario de la lengua castellana en que se explica el verdadero sentido de las voces, publicado en Madrid en 1729, aparece la expresión:
“Carabina de Ambrosio —Locución que se aplica a aquellas cosas que no sirven para el uso que se destinaron, y se tienen como olvidadas. Parece que se tomó la frase de alguno que tenía la carabina para defenderse y estaba desarmada y colgada”.
Es decir, para 1729 la expresión ya era tan vieja que los lexicógrafos de la época apenas podían especular sobre su origen: alguien, en algún momento, tuvo una carabina que no servía y su recuerdo entró a la sabiduría popular. Sin duda la expresión existía, cuando menos, en el siglo XVII. Acaso sea medieval.
Si proviniera de antes de los 1600s, en su origen no habría sido una “carabina”, sino una espada, o tal vez lanza. ¿O tal vez una catapulta, si pensamos que la palabra carabina es un préstamo del francés carabine y éste a su vez de latín catapulta y, finalmente, del griego katapeltes? Pero esto es pura especulación.

¿Y si Ambrosio era Ambrose?
Si por un momento ignoramos fechas y buscamos una historia que encaje a la perfección, tenemos el candidato ideal para ser nuestro Ambrosio. Ambrose Burnside fue un soldado e inventor de Estados Unidos, tres veces gobernador de Rhode Island, que diseñó una carabina durante la Guerra Civil. Se fabricaron 55,000 unidades de la carabina de Ambrose, y aunque el arma tuvo cierto éxito, Burnside fue un desastre como militar. Dos derrotas catastróficas arruinaron su carrera, nunca recuperó su credibilidad, y lo enviaron a casa de donde nunca más lo llamó el ejército. Para colmo de males, perdió la patente de su carabina, cuya producción lo dejó en bancarrota. Además, le apodaban el “patillas”.
Según el historiador Jeffry D. Wert, Burnisde fue:
“[…] el comandante más desafortunado del ejército, un general que recibió la maldición de suceder a su líder más popular, y un hombre que creía que no era apto para el puesto. Era un patriota, pero carecía de la fuerza de personalidad y la voluntad para dirigir a generales recalcitrantes. Estuvo siempre dispuesto a luchar contra el enemigo, pero la terrible derrota en Marye’s Heights sigue siendo su legado”.
Lo malo es que Burnside nació en 1823, cuando la frase ya era de uso común. Pero si el tiempo no fuera un obstáculo y la justicia poética existiera, él podría ser nuestro Ambrosio, y su invento su carabina, que para su mala suerte no resistió la actualización a los nuevos tipos de bala. Terminó siendo un arcabuz inútil.

La eterna inutilidad de la carabina
La carabina de Ambrosio ha sido símbolo de lo ineficaz desde hace siglos. Su origen exacto sigue siendo un misterio, pero su significado permanece claro. Tal vez llegue un momento en que se vuelva incomprensible. Pero mientras alguien siga diciendo “¡Tú y la carabina de Ambrosio!”, mientras haya quién crea en la homeopatía, la memoria de esta enigmática arma seguirá viva, aunque esté colgada de un clavo.
Y el general “Patillas” seguirá en el pantano de la historia.
