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viernes, 25 abril, 2025
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Nickel Boys, de RaMell Ross

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Por: ADOLFO NÚÑEZ J. •

La Gualdra 660 / Cine

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Durante la década de los 60, Elwood (Ethan Herisse), un adolescente afroamericano de 16 años, es convencido por su profesor de inglés (Jimmie Fails) de asistir a una universidad gratuita para conseguir una carrera técnica. El joven se muestra entusiasta ante la sugerencia, pues es un buen estudiante con todas las intenciones de salir adelante, sin importarle la forma en la que sea percibido por cierto sector de la sociedad. En ese sentido, el chico también muestra un especial interés por las protestas en contra del racismo realizadas en diferentes lugares de Estados Unidos.

De camino a la universidad haciendo autostop, el joven tiene la mala suerte de subir a un coche que ha sido reportado como robado. La policía eventualmente da con el vehículo y Elwood es acusado como cómplice del crimen; su condena es pasar una temporada en el internado Nickel, un reformatorio ubicado en Florida destinado a jóvenes problemáticos. En ese sitio hará amistad con Turner (Brandon Wilson), quien se volverá su mayor compañía, confidente y principal red de apoyo para sobrellevar el entorno tan desolador, represivo y discriminatorio que es la Nickel. Por su parte, Hattie (Aunjanue Ellis-Taylor), la abuela de Elwood, hará hasta lo imposible para llevar adelante el proceso legal que pueda liberar a su nieto, quien se encuentra atrapado en un predicamento que a todas luces se trata de una enorme falla en el sistema.

A primera vista, se podría interpretar que la extraordinaria Nickel Boys (2024) es una de tantas películas producidas en años recientes que buscan retratar a las víctimas de injusticias como resultado del racismo sistemático en el país vecino; producciones que, en diferentes niveles, han conseguido una recepción favorable entre la crítica, el público y en las grandes premiaciones de cine. La realidad es que el logro del cineasta RaMell Ross (Hale County This Morning, This Evening, 2018), es mucho más impredecible, inventivo y estimulante de lo que se puede pronosticar en un principio.

Si bien la estructura narrativa del filme es un poco tradicional, el director toma la decisión revolucionaria y experimental de filmar todas las escenas en primera persona; una mirada subjetiva que pone al espectador literalmente en los zapatos de los protagonistas. Esta audaz puesta en escena permite que la cinta se logre escapar de los lugares comunes del cine de denuncia y encuentra una forma más honesta, personal y hasta impresionista de retratar las experiencias de estos adolescentes, enfrentados a vivir una situación que resulta tan angustiosa como impotente y que los rebasa por completo.

En ese sentido, la cinta de Ross cuenta con un lirismo poético más cercano al del ensayo cinematográfico; para tal efecto, además de ahondar en el caso de Elwood, el director también reconstruye, por medio de imágenes de archivo, el sentir de la época con el movimiento por los derechos civiles y con la figura de Martin Luther King como elementos centrales. El filme también incluye fragmentos de películas clásicas protagonizadas por Sidney Poitier, de discursos políticos y de misiones espaciales, que se contraponen a las imágenes intimistas del relato principal. 

Fotograma de Los Chicos de la Nickel (Nickel Boys), 2024.
Fotograma de Los Chicos de la Nickel (Nickel Boys), 2024.

Nickel Boys es una cinta de naturaleza evocativa, con imágenes de un alcance que trasciende más allá de su significado inicial y cuyo impacto emocional crece de manera paulatina hasta sus devastadores momentos finales. Es una historia de tensiones y giros inesperados, un ejercicio de perspectivas compartidas y un profundo relato sobre la resiliencia y la amistad en los rincones más oscuros. En su excepcional filme, Ross reflexiona sobre cómo es que, si bien nunca se podrá experimentar el dolor y sufrimiento de otra persona de primera mano, se pueden crear aproximaciones para tratar de entenderlo de manera digna y compasiva. De tal forma, Nickel Boys es también una prueba del quehacer cinematográfico como acto de revolución y empatía, en su forma más primaria y elemental. 

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