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jueves, 18 abril, 2024
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Coronavirus, Biblia y Dios tuitero

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Quise agregar la palabra al principio. Ustedes ya saben cuál porque seguramente la han reconocido al instante. Como cuando reconocen una mariposa negra de entre tantas amarillas. Esa palabra, la de aquí arriba, es como un disparo al aire que hace el viejo vaquero del oeste: no cuenta el objetivo al que va dirigido el disparo, en realidad ni siquiera hay objetivo, cuenta el sonido que el disparo haga, el estruendo, lo que consiga asustar al pueblo el sonido del disparo para que luego el vaquero del oeste camine y entre a la cantina, donde ya lo espera el bueno del pueblo bebiendo un vaso de leche deslactosada.

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Se entiende: la espectacularidad. La gramática discursiva del Coronavirus lo es: espectacularidad es lo que vemos en los medios de comunicación desde que comenzó la pandemia. No hablo de la verosimilitud o no de las noticias sino de la velocidad con que fluyen las mismas a través de la espectacularidad como telón de fondo. Los medios de comunicación venden, sobre todo, espectacularidad, no hay que olvidarlo. La inmediatez con que puede impactar o no la gramática del Coronavirus. La pelea por la audiencia a través de esta misma inmediatez y gramática hace que el discurso del Coronavirus genere día con día su propio alfabeto porque, a fin de cuentas, es una gramática a la que nos enfrentamos por primera ocasión, de la que aún estamos aprendiendo, de la que saldrán muchas cosas malas, fatales, pero también algunas buenas.

Es lo que está en estos momentos marcando una gran diferencia con fenómenos parecidos que ocurrieron anteriormente: el impresionante papel de los medios de comunicación. Y la tecnología. Al fin comprobamos que los Smartphones sirven para algo más que escribir a la novia, que hacer selfies y que burlarnos de los demás a través de memes, por ejemplo.

Coronavirus. Hay palabras que repentinamente aparecen y llegan al mundo para quedarse. Y tan valientes son ellas que son capaces de construir su propio campo semántico una vez que se instalan. Ya lo estamos viendo. Pero no solo eso: hay palabras que repentinamente aparecen y llegan vestidas de muerte. Por eso es que se toman con toda la seriedad del mundo. Tanto es el miedo del hombre a la mortalidad que en cuanto llega una palabra que le puede tomar por sorpresa tiembla.

Algo ocurre con la cultura también. Se está moviendo en estos momentos hacia una dirección que aún nos es desconocida. Sin embargo, lo único que podemos prever de este viaje es que cualquier tipo de inmovilidad será imposible. Y quienes opten por ello, por permanecer inmóviles, van a desaparecer. Así las grandes editoriales. Así las grandes compañías de teatro. Tan sólo por poner dos ejemplos. El Coronavirus llegó para enseñarnos que existen otras formas de hacer cultura. Lo que ocurre hoy es casi un milagro que hasta hace apenas dos o tres años se nos hubiese antojado imposible: la cultura está llegando a un público donde jamás imaginó llegar la cultura. ¿Quieres una obra de teatro? ¡Entra al sitio en línea!, o mejor aún: enciende tu Smart tv, sintoniza el canal y disfruta. ¿Y saben qué? Hay miles de expectadores que ante el auto asilamiento admiran por primera vez lo que es una obra de teatro. Alguien me va a decir que jamás será lo mismo y concuerdo con ello, pero, ¿no les parece un hermoso punto de partida del viaje?

Frente a un fenómeno como el de Coronavirus es normal que especulemos. Nos gusta jugar con la información, tener nuestras propias fuentes informativas, inventar nuestras propias teorías, sacar nuestras propias conclusiones y sentirnos con toda la libertad de expresarlas como si eso ayudase en algo a remediar la crisis. Y aquí es donde entra Dios. Y aquí es donde entra la Biblia. Si se los señalo es porque he escuchado todo tipo de disparatadas teorías. Desde las que afirman que el Coronavirus es un plan orquestado por China para conquistar el mundo, hasta las que afirman que del Coronavirus ya se nos advertía en la Biblia, ya Dios nos había dicho de eso. No se rían, por favor.

Leer “La Biblia según Dios tuitero” (Malpaso 2019) es una muy buena forma de restarle solemnidad al discurso católico, ese que es anodino y que en más de una ocasión nos hace cabecear en la misa cuando el padre anuncia: “lectura del evangelio según…”; lo que vamos a encontrar es a un Dios divertido que nos narra desde una perspectiva demasiado humana todos los acontecimientos que vienen en la Biblia. Pero no solo eso: ese mismo Dios se encarga de caer en cuantas contradicciones le sean posibles, en desenmascarar los hechos tal y como ocurrieron (y no como te los han contado desde entonces), y en darte los verdaderos nombres de los personajes que participan en esa absurda comedia donde vive su palabra, la palabra de Dios. No se hinquen, por favor.

Y no es mentira: hay historiadores que desde hace muchos años se han encargado de señalar algunas de las imprecisiones históricas de la Biblia, aquellas que deben aceptarse por obligación, por lo que además de venir cargada con una buena dosis de humor, “La Biblia según Dios tuitero” trae una que otra verdad histórica, de esas que están correctamente fundamentadas por especialistas en la materia. El libro se divide lo mismo que la Biblia, solo que aquí se hace un resumen de cada libro para evitarnos que al llegar a las veinte páginas nos quedemos dormidos.

No sé si libros así sean indispensables o no, pero al menos yo me la pasé bien durante la lectura, me reí en muchas ocasiones, hice muchas marcas de párrafos que me agradaron, y que volvería a leer con tal de volverme a reír, y hasta compartí una que otra cita con amigos y familiares, porque, vamos, eso es lo que haría cualquier buen católico: llevar la palabra de Dios tuitero a todos los hogares mexicanos. Lectura indispensable para el auto aislamiento. ■

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