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jueves, 18 abril, 2024
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La resonancia del discurso antimexicano de Donald Trump es la medida de la indolencia del gobierno de México

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

En la etapa final de su vida, Samuel P. Huntington, importante académico norteamericano ya fallecido, publicó en 2004 un libro muy importante para entender los fundamentos y las causas profundas del pensamiento racista y antimexicano que comparten millones de estadounidenses  que hoy constituyen la base de apoyo del magnate Donald Trump, aspirante puntero a la candidatura presidencial del partido republicano. El libro a que me refiero se titula ¿QUIENES SOMOS? Los desafíos de la identidad nacional estadounidense y su planteamiento central es que la mayor amenaza a la identidad del pueblo norteamericano es el pueblo mexicano. Afirma que la identidad norteamericana es la que heredaron los fundadores blancos, anglosajones y protestantes (WASP son sus siglas en inglés) y que a ella se han asimilado muchos grupos de inmigrantes de todo el mundo, pero que la inmigración mexicana no se ha integrado igual que los demás pues mantiene el español como su lengua, su comida y sigue profesando la religión católica. Además argumenta que todo ello se apoya en la cercanía de su país de origen y en las altas tasas de natalidad de esta minoría poblacional.

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En el libro expresa su malestar, compartido por millones, por la gran expansión de la comida mexicana, por la gran proporción de hispano hablantes en California, La Florida y otras regiones de la unión americana, así como por el funcionamiento de estaciones de radio y televisión en español. Reniega de que en grandes ciudades como Los Ángeles o Miami, los WASP se vean obligados cada vez más a leer y hablar el español. Expresa su preocupación por que, según su razonamiento, la sociedad del país del norte está expresando cuatro tendencias profundas: La práctica desaparición de la etnia como fuente de identidad de los estadounidenses blancos; la lenta disolución de las distinciones raciales y la decreciente prominencia de las identidades raciales; el crecimiento numérico y de la influencia de la comunidad hispana y la tendencia hacia un Estados Unidos bilingüe y bicultural; y la brecha abierta entre la escasa prominencia que la identidad nacional tiene para muchos miembros de la élite y lo destacada que resulta dicha identidad para la población en general. Todo ello le preocupa y por ello decidió redactar el libro que comento.

No es esta la primera vez que una voz intolerante y racista gana relevancia en la política interna de nuestro vecino del norte; otros discursos nativistas han surgido en distintas etapas originados por personas que convocan a la oposición intensa y virulenta a una minoría de origen extranjero cuya presencia, a juicio de quien discrimina, amenaza de alguna manera la identidad o seguridad de la mayoría. El problema ahora se ha magnificado debido a la proliferación en los medios masivos de comunicación de comentaristas cuya línea editorial es el nativismo, sin que nadie se haya preocupado de difundir los argumentos que desmienten ese discurso elaborados por mexicanos tan destacados como el escritor Carlos Fuentes. Así, argumentos en contra existen, lo que no existen son los instrumentos para difundirlos. Particularmente lamentable ha sido la decisión del Gobierno mexicano de no elaborar ni aplicar ninguna política de comunicación social para llenar ese vacío en los medios masivos estadounidenses con la presencia frecuente de representantes de los consulados mexicanos en los medios y programas más agresivos y, por otra parte, la labor sistemática de la Secretaría de Relaciones Exteriores para obstaculizar la creación de una gran organización independiente de mexicanos en el exterior capaz de levantar  la voz exigiendo el derecho de réplica ante cada expresión antimexicana y racista.

Desafortunadamente, la candidatura de Trump está levantando la cosecha de todo ese trabajo ideológico y nuestro gobierno sigue con su actitud contemplativa e irresponsable; no asume que el vacío que deja propiciará el avance de los grupos racistas más radicales y el incremento de la frecuencia de eventos de violación de los derechos humanos de nuestros paisanos. La inexistencia de la organización de mexicanos en el exterior también es lamentable porque no existe un sujeto político que sea el interlocutor indiscutible frente a los distintos candidatos a la presidencia y que, además, cuente con la confianza de millones de electores organizados para castigar o premiar a los candidatos más racistas. Como no existe tal sujeto, lo que tenemos son miles de pequeñas organizaciones locales que aunque sean muy conscientes y combativas no logran el impulso necesario para imponer cambios de conducta en la clase política.

Y más lamentable aún es la política migratoria del gobierno de Zacatecas, que no emite opinión alguna sobre los grandes problemas que enfrenta nuestros paisanos en el país del norte, y reduce su acción a la política asistencialista y clientelar, manteniendo limitada su actividad en los estrechos límites de los clubes y federaciones que están impedidas por ley para participar en la política norteamericana. Eso debe cambiar ya. ■

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