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viernes, 26 abril, 2024
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Feliz cumpleaños, Lolita

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Editorial Gualdreño 474

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Dolores Castro, Lolita, cumple 98 años este 12 de abril. Nació en Aguascalientes y desde muy pequeña llegó a Zacatecas. Lolita es considerada zacatecana también y es muy querida en estas tierras. Su labor como escritora ha sido prolífica y ella se ha considerado a sí misma como una “lectora voraz”. Poeta y narradora, la maestra ha sido un ejemplo para muchas generaciones de escritores, editores y profesores que ven en ella una muestra de lo que puede conseguirse mediante la disciplina y el amor por lo que se hace.

En la década de los 90 tuve la oportunidad de ser su alumna en un curso de corrección de textos que impartió en Guadalupe; me impresionó la claridad con la que compartía sus conocimientos, pero más aún la forma en la que lograba que todos nos involucráramos en las actividades que nos proponía realizar. Su entusiasmo nos contagió a todos y una semana pasó volando, “nos quedamos con ganas de aprender más”, le dijimos al final. Ella, sonriente, nos contestó que no desaprovecháramos eso, las ganas de continuar aprendiendo, porque había quienes creían que ya lo sabían todo y estaban condenados a la mediocridad. Recuerdo también que nos dejó una tarea, puntual, para siempre: “Lean todos los días, lo que sea, pero lean, no pierdan la práctica ni de leer ni de escribir a mano”.

En el año 2014 presentó en Zacatecas la reedición de su libro La ciudad y el viento y volví a platicar con ella, le comenté que había seguido haciendo la tarea que nos había dejado al finalizar aquel curso y que desde entonces, al terminar mis clases les hacía a mis alumnos la misma encomienda. Volvió a sonreír, porque ella sonríe siempre, y me regaló su libro, que conservo con mucho cariño. Comparto con ustedes una parte de él, para celebrar a Lolita, porque creo que leerla es, además, abrazarla en este día:

 

“Esta es una ciudad devastada por un incendio, en la que no han acabado de arder las gentes ni las cosas.

En uno y otro caso siempre se quieren hallar las causas. Causa muy importante ha sido la sequía. También el aire, que encañonado pasa y se lleva las nubes, y se lo lleva todo, o lo trastorna sin el menor respeto.

Las casas de antiguo esplendor y las más humildes se están derrumbando. Asoman, entre la multitud de tapias derruidas, algunas fachadas que se conservan más o menos maltrechas. La gente tiene aspecto leñoso, combustible en el aire seco, eléctrico. Todos parecen ocupados en algo tan inaplazable, que no se cuidan de reparar sus ruinas.

Entre todo este mundo, tienen todavía mayor combustión las mujeres. Vestidas de negro, silenciosas, asoman furtivamente o salen a la iglesia. Allá sí pueden alzar la voz, unirla a otras, aumentarla en la resonancia de las naves. Allá sí pueden oírse, sentirse poderosas. En canto o plegaria escapa, en voz alta, la represión de días y años vividos en pasivo sometimiento.

Fuerza y violencia luchan en esta ciudad con diferentes rostros: de sometimiento, o piedad, razonable humanismo, patriótico ardor o mística indignación. Tras ellos se oculta una sonrisa mágica, supersticiosa, fanática, que a pesar de todo se hace evidente a unos ojos serenos o justicieros.

A lo lejos la ciudad es un águila que cayera de bruces con las alas abiertas; de cerca, el águila se empequeñece, pierde su negror. La luz nos muestra las cenicientas tapias, el pobre y raído plumaje.

¡Y cuánta luz sobre las cabezas! Una luz implacable, un cielo increíblemente desnudo, para estos ojos que más se avienen a estar, bajo techo o bajo tierra.

Nos acercamos al pecho del águila que a distancia veíamos oscuro y poderoso. Tras una arboleda están las casas de quienes fueron más importantes. A lo lejos se ve la catedral y calles que serpentean partiendo de allí. Sobresalen en ellas numerosos templos repartidos en desorden. A la extrema del ala derecha, las torres de un convento franciscano.

Es el año de 1934; la gente de la ciudad se apresura a tomar posiciones en una lucha que prácticamente no ha cesado”.[i]

 

Ojalá puedan leer el libro completo: es una delicia. Mientras tanto, ¡feliz cumpleaños, Lolita Castro! Un abrazo desde aquí.

Que disfrute su lectura.

 

 

[i] Dolores Castro, La ciudad y el viento, Ediciones del lirio, México, 2014, pp. 11-12.

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