Lo ocurrido la semana pasada con la suplente de la senadora (con licencia) Claudia Anaya Mota es el más elocuente signo de los tiempos actuales:
Evelia Sandoval Urban milita en Nueva Alianza, pero apenas rindió protesta, solicitó incorporarse al grupo parlamentario de Morena, tal como hacen desde el 2018 los pocos legisladores de su partido que llegan al Senado, pues su partido carece tanto de registro como de fracción.
Así que si el priismo zacatecano se asumía representado en el senado porque una de las suyas ocupaba el escaño de la primera minoría, tendrán que replanteárselo; ahora está en él alguien cuya trayectoria política se construyó en Jalisco, y además, ahora vota con Morena.
En la misma semana en la que ocurrió esto, reapareció Diego Fernández de Cevallos, y con él aquel debate que sostuvo con López Obrador hace más de 20 años, en el cual quedó abollada la reputación de pugilista retórico del llamado “jefe Diego”, pero además de ello, es el debate en el que se popularizó el “PRIAN” como concepto, pues la tesis principal del hoy presidente fue demostrar que PRI y PAN representaban lo mismo, y lo hizo recordando que Diego Fernández impulsó la quema de boletas electorales del fraude de 1988, y que ambos partidos aprobaron el FOBAPROA.
Dos décadas después, la tesis la confirma una alianza electoral cuya cereza del pastel es el PRD, partido en el que militaba entonces Andrés Manuel, y que había presidido.
Bien dice Lora que las piedras rodando se encuentran, y parece que de tanto hacerlo se desgastaron y sus polos se achataron hasta quedar como bloques apilables como legos.
Así, el domingo los dirigentes nacionales de PRI, PAN y PRD ungieron como candidata a gobernadora a quien ha militado en dos de esas tres opciones políticas.
Las críticas de los contrarios no se hicieron esperar, y encontraron en la presencia del exgobernador Miguel Alonso Reyes el mejor asidero, aunque paradójicamente éste se inició como secretario particular del líder de sus ahora críticos, y su abanderado le levantó la mano y declinó por él hace un par de elecciones.
Tampoco se puede criticar mucho desde la alianza que arropó al Partido Verde, hermano menor del PRIAN, o mejor dicho de quien esté en la presidencia de la República, aunque en el caso de su alianza con Morena no haya hecho propios sus principios, como quedó de manifiesto en su votación en la reforma eléctrica hace unos cuantos días.
La alianza con este partido es no sólo incoherente sino ilógica, pues su peso electoral es casi nulo, y se le paga además en el caso de Zacatecas con la posibilidad de gobernar la capital pese a que en la última elección quedó en un muy penoso cuarto lugar.
Esta decisión coyuntural que muchos explican por la animadversión contra el actual alcalde (con licencia) no tendría por qué traducirse en ceder la plaza a otra fuerza política. Con esta decisión avalada por parte del Comité Ejecutivo Nacional de Morena no sólo se perjudica a un activo de ese partido, sino que se hace a un lado incluso a sus adversarios internos que estaban en condiciones legales y legítimas de competir por ese espacio en nombre del partido en el que tiros y troyanos militan.
Pero no hay quejas, el cortoplacismo no da espacio a ellas porque antes siquiera de esto, ya se había asumido como propios a quienes hace unos tres años portaban chalecos azules y rojos con los apellidos “Anaya” y “Meade”, quienes ahora, además, usan el nombre del presidente y los programas sociales que impulsa para absorber un poco de su popularidad.
Hace años que en este espacio hablamos “en defensa de los partidos”¡gulp! Porque cuando menos deben, o deberían de significar una brújula de sus candidatos.
Saber en qué partido militan es un primer parámetro para deducir qué esperar, qué se apoya, qué se combate, en qué se cree.
Hoy esa certeza se hace agua, los colores se diluyen y con ellos la fuerza de sus marcas. Lo pagarán, la política es mucho más compleja que la aritmética simple.
