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jueves, 25 abril, 2024
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La Utopía en el Hogar (14) Solución de conflictos

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

El tiempo sigue transcurriendo y la experiencia acumulada durante este período ha incrementado y hay que sacarle jugo a los largos lapsos de introspección y convivencia con características muy diferentes a las que dictaba la vida cotidiana a la que se estaba acostumbrado antes de la pandemia. Si bien es cierto que se viven circunstancias muy diferentes a las que la gente se acostumbró y que determinaban las formas de comportamiento tanto individual como social, se está aprendiendo que, efectivamente, si se cambia la situación estímulo que prevalece en el medio, también, por consecuencia, cambia el comportamiento, como ha ocurrido hasta ahora.
En este momento, lo que sigue, le da a la humanidad una nueva oportunidad de replantearse qué tipo de vida es la que más le conviene. Jamás en la historia del humano se había tenido tanta información para mejorar la calidad de vida. Por razones inexplicables, el legado intelectual de la humanidad no está al servicio de la misma, sino que, como la mayoría de las cosas materiales, están sujetas a beneficios de unos cuantos, y forma parte de intereses muy particulares y en esta situación se manifiesta el poco cuidado que tienen los detentadores del conocimiento por ponerlo al servicio de la humanidad, y no solo eso, sino que lo ha utilizado en la explotación irracional de la naturaleza.
De acuerdo a lo que se está viviendo hoy, el cambio debiera ser inminente y se pudieran derribar muros que impiden dar marcha atrás al desarrollo absurdo a la que tanto el ser humano como la Naturaleza han sido sometidos. Si se ha podido llegar a cambios sensibles desde lo individual a lo colectivo y desde ahí a lo global, es probable que se puedan hacer cambios que puedan ser benéficos no solo para la especie humana, sino para todas las demás. La producción y el consumo tendrán que cambiar sustancialmente si es que aún se piensa en salvar a la Naturaleza y a la vida en general en la forma hasta hoy conocida.
Al enfrentar la posibilidad de cambio sustancial, es de esperarse que todas las personas estén dispuestas a transformarse dentro de este proceso. Las experiencias previas arrojan resultados lamentables en casi todas ellas. Por regla general, todas las decisiones importantes son tomadas por muy pocos y son aplicadas en forma vertical y no siempre dentro de la legalidad, y esta forma de actuar ha desatado algunas costumbres que tienen que ver con una visión muy mezquina de la vida en donde el pensamiento general se ha vuelto individualista en detrimento de lo colectivo. Lo peor del caso es que la gran mayoría cree que esto es lo correcto y lo legal y es muy complicado que aparezcan y prevalezcan algunos valores vitales para el desarrollo entre los que se destacan la honestidad, el respeto y la empatía.
Urge entonces, que se dé prioridad al aprendizaje de técnicas de solución de conflictos desde una perspectiva que enfatice la conducta cooperativa sobre los esquemas competitivos, para empezar. Si se logra tender puentes entre las opiniones diferentes y se alcanzan conclusiones satisfactorias, se estarán dando pasos firmes hacia algunas de las metas necesarias para aspirar a seguir haciendo historia, es decir, la paz, la pertenencia y la permanencia. Pero sigue la reiteración, hay que aprender a hacerlo, de otra manera, los resultados seguirán siendo los mismos y no solo se prorrogarán aportando su carga ominosa, sino que ahora llevarán el valor agregado de la frustración, de la convicción de que en el momento ideal, se perdió la posibilidad de intentar, al menos, una transformación donde la calidad de vida, las relaciones humanas y el apego a la Tierra se vuelvan parte del discurso divino que le de rumbo al desarrollo de la vida en su conjunto y se inventen formas de interacción civilizada, armónica y constructiva.
Hoy más que nunca se tiene la puerta abierta hacia el diseño de culturas que estén orientadas a formas de convivencia caracterizadas por la búsqueda permanente de la felicidad, sustituyendo los excesos materiales por episodios de vida simple y el disfrute del milagro de la existencia. Qué mejor manera de agradecer este milagro contemplado desde cualquier perspectiva, que, aprendiendo a ser cada día mejor, tanto para sí mismo y el resto de la humanidad, como para las otras especies con las que se ha tenido el privilegio de compartir el tiempo y el espacio, este espacio maravilloso al que algunos llaman Madre Tierra. ■

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