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martes, 23 abril, 2024
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La separación de los autores (II)

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Por: ADSO EDUARDO GUTIÉRREZ ESPINOZA* •

Mi fin no es defender a J.K. Rowling y tampoco vituperear a sus lectores o fans (Potterhead), aunque quiero resaltar una sospecha, que en algún momento quiero profundizar: tiene elementos dickensianos, más por el asunto del huérfano que cambia su vida y algunas características de sus personajes —idea proporcionada por el escritor Bernardo Monroy, en una conversación que tuvimos unos días atrás. Mi fin es reflexionar que su obra es distinta a su persona.

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El 22 de junio de 1954, las jóvenes Pauline Parker y Julite Hulme condujeron a Honorah Rieper, madre de la primera, al parque Victoria, en Christchurch (Nueva Zelanda), en donde fue asesinada. Parker y Hulme tuvieron una amistad íntima e intensa, que en su momento se le consideró inapropiado porque era insensata y sus padres temían que fueran lesbianas. En esos años, la homosexualidad era considerada un trastorno mental. Las jóvenes planearon el asesinato cuando sus padres acordaron la separación y el envío de Hulme al extranjero. El caso tomó notoriedad cuando la policía leyó sus diarios y descubrieron así que ellas ya habían planeado el ataque. Debido a su edad, las jóvenes no fueron sentenciadas a la pena de muerte, pero sí encarceladas por cinco años y la condición para su liberación fue que no se volverían a ver o comunicar. Parker cambió su nombre por Hilary Nathan, vivió un tiempo en Nueva Zelanda y se mudó a las Islas Orcadas (Inglaterra). Hulme también cambió su nombre (Anne Perry), se fue a vivir con su madre a Portmahomack y se volvió una escritora de libros policiacos y de misterios.

El canadiense Blake Leibel fue encontrado culpable de asesino en primer grado de su prometida Iana Kasian. Él era un creador de comics, novelista gráfico, guionista y director de películas animadas. William S. Burroughs mató accidentalmente a su esposa Joan Vollmer, cuando la pareja, drogada y alcoholizada, quisieron imitar uno de los pasajes míticos de Guillermo Tell: perforar una manzana, que estaba en la cabeza de la mujer. Lui Yongbiao insinuó un asesinato en el prólogo de su novela El secreto culpable; en 2017, la justicia china encontró culpable al escritor y a un crimen por el asesinato de cuatro personas en 1995.

También, hay escritores que pasaron un tiempo en la carcel, no por crímenes tan violentos como los anteriores. Tales es el caso de Álvaro Mutis, quien fue preso por un tiempo en Lecumberri; se le acusó de malversación. Chester Himes escribió varios y publicó varios relatos en prisión, debido a robo a mano armada. Karl May realizó algunas estafas cuando joven. Incluso Miguel de Cervantes, cuando laboraba para la Corona, fue encarcelado, tras la quiebra del banco en donde depositaba la recaudación; supuestamente, se apropió de dinero público y se descubrieron irregularidades en las cuentas que llevaba.

La obra prolífica de Anne Perry se desarrolla en la Inglaterra Victoriana, en recrea los problemas sociales y políticos de la época. Los críticos han advertido que sus novelas son minuciosos, detallados y bien documentados, razones para ser premiado en varias ocasiones. Burroughs destaca por sus técnicas narrativas, en las cuales busca destruir las normas lingüísticas sin perder el sentido de lo relatado. Por ello, leer sus obras requiere mucho esfuerzo y pueden resultar complejas y accidentadas. No conozco la obra de Leibel, Yongbiao, Mutis y May, así como no estoy documentado con las opiniones de la crítica, aunque sería interesante leer ambas partes. Chester Himes fue un autor de novela negra, cuyas obras denuncian el racismo y la discriminación, así como detalla episodios con alto contenido sexual y violento. La crítica lo considera relevante y suele ponerlo al nivel de Ernest Hemingway, aunque poco leído en la actualidad.

Con la aparición del movimiento #MeToo, muchos artistas, no solo escritores, fueron señalados y el acoso sexual volvió a colocar en la palestra la separación del autor y su obra. Sin duda, hay escritores que por naturaleza o conducta son agradables y divertidas y otros que no son y sus acciones son cuestionables. Los casos enunciados ilustran el segundo caso, que fuerza a preguntarse: ¿cuán pertinente es tomar la biografía y la vida de los autores para elegir la obra por leer? Si omitimos o cancelamos a Cervantes, quien vivió por años con carencias económicas y parece ser que la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha lo escribió en la cárcel, habríamos de perdernos auténticas joyas literarias, significativas para la cultura universal. Caso similar con Oscar Wilde, encarcelado por mantener relaciones homosexuales, de cuya pluma nacieron, solo por ejemplificar, El fantasma de Canterville y El retrato de Dorian Grey. En otras palabras, importa separar la obra del artista. Con esto, no hago una apología al crimen ni a la discrimación y tampoco asumo como verdades las acciones y los comportamientos de los autores.

Lo cierto es que los comentarios de J.K. Rowling no fueron aprovechados de la mejor manera. Es decir, se pudo iniciar un debate nutrido sobre la transexualidad y su papel en las sociedades. No obstante, se prefirió otro camino. ¡Lástima!

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