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martes, 23 abril, 2024
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Sandro Cohen en bicicleta Otra manera de darle un abrazo a la vida

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Por: Mauricio Flores •

La Gualdra 416 / Libros / Op. Cit.

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“Recuerdo que en Guadalajara, me iba yo desde catedral hasta el panteón de Mezquitan —unas 10 o 15 cuadras— con el compromiso de no tocar una sola vez el manubrio de la bicicleta. Lo hacía con las manos en la cintura o en las bolsas del pantalón. Si me caía o me veía obligado a tocar el manubrio, regresaba a la catedral y comenzaba de nuevo”.

Juan José Arreola

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En nuestro país, y particularmente en sus grandes ciudades, es más notorio el fortalecimiento de una ciclocultura. Un algo que “cala en la conciencia ciudadana”, escribe Sandro Cohen en el libro Zen del ciclista urbano. Útil prontuario para quienes se transportan cada vez más en este vehículo, tanto para los que animados por las circunstancias lo tienen entre sus propósitos de los nuevos tiempos.

Dividido en tres sólidos apartados —espiritual, práctico y normativo— el libro de Cohen es también una apuesta por una costumbre que no se circunscribe a lo que pudiéramos definir como necesario, sino que conlleva además su carga emotiva. Porque como bien destaca el autor, andar en bicicleta es una actitud ante la vida diaria y que retroalimenta la vida misma.

Muchos son los kilómetros andados por Cohen en varias de sus bicicletas. También múltiples sus aportaciones para el mejor uso de nuestro lenguaje. Ejercicios que anuda en Zen… para el gozo de un lector al que buena falta le hacen cualquiera de los 85 consejos enlistados. Desde la advertencia de que andar en bicicleta no es sinónimo de rapidez hasta el recordatorio de los derechos y obligaciones que los andantes tienen ante la convivencia social.

Escribe Cohen:

“Llegué a escribir este libro por el entusiasmo que me causó reencontrarme con la bicicleta precisamente como medio de transporte y, al mismo tiempo, hacer ejercicio después de 25 años como corredor de fondo: la fascitis plantar en el pie derecho me obligó a bajar de golpe mi kilometraje semanal, que oscilaba entre 60 y 100 kilómetros”.

Avanzadas las páginas, Zen… despliega principios y consejos para quien decide hacer de la bicicleta no sólo un medio de vehículo sino algo más.

“Nadie dijo que andar en bicicleta dentro de una gran ciudad sea empresa fácil o exenta de riesgos. Es complicado. También es peligroso”, avisa Cohen. Aunque tampoco espanta, si se toman en cuenta los presupuestos básicos que deben regir en todo ciclista. “Tú no harás nada que ponga en peligro tu vida…, no te confíes, practica a diario, desarrolla tu destreza y con ella tu propia seguridad…”.

“Debemos hacer patente nuestra calidad moral, el hecho de que creemos en mejorar nuestro espacio vital, y al mismo tiempo nos toca demostrar que no somos, colectivamente —como seres humanos—, tan primitivos como solemos pintarnos”.

 

Vehículo decimonónico

En los años de la modernidad ciclista (fue el inglés John Kemp quien perfeccionó en 1885 la mecánica del vehículo) leer a Cohen resulta oportuno. Algunos recordarán la sorpresa del descubrimiento de su primera bicicleta, ¡un día de Navidad o Reyes! —él extraña una Schwinn a los ocho años.

Otros sabrán por cuál optar. Pero creo que todos harán suya la aseveración de que “amar es abrazar todas las posibilidades de futuro y, al mismo tiempo, los peligros que ello entraña. Andar en bicicleta es otra manera de darle un abrazo a la vida, sin olvidar los peligros que encierra el audaz acto de vivir”.

 

Una confesión final

Nos dice Cohen: “Casi siempre he tenido bicicleta. Me acompañaron varias a lo largo de mi infancia y juventud. Como papá joven enseñé a andar en bicicleta a mis tres hijos. Una de ellos, Yliana, a sus 30 y picos de años, se ha convertido —junto conmigo— en ciclista entusiasta y me ha acompañado en innumerables aventuras urbanas. Ella es maestra de castellano y dramaturgia, y cuando iba a pagarle por un trabajo como asistente de investigación, no me pidió dinero sino una bicicleta urbana cuya marca y modelo me detalló enseguida. Los dos nos divertimos poniéndole velocímetro, timbre, bomba de aire, espejo, etcétera. Ahora no le cuesta ningún trabajo viajar al día 80 kilómetros o más en bicicleta para transportarse de una clase a otra, de una escuela a otra desde su casa en la Ciudad de México, la cual cubre de punta a punta”.

 

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Sandro Cohen, Zen del ciclista urbano, Planeta, México, 248 pp.

* @mauflos

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_416

 

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