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viernes, 29 marzo, 2024
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30 secretarios de Hacienda y una 4T bastante “fresa”

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Por: Mauro González Luna •

Dedico este artículo a Porfirio Muñoz Ledo, diputado que ha encabezado solo, a contrapelo de casi todos, la defensa valiente y justa de los refugiados centroamericanos y sus derechos, a la luz de la Constitución y los tratados internacionales firmados por México, al decir que la política del gobierno federal en la materia debe revertirse, pues ha convertido al país en una jaula militarizada que tiene encantado al trumpismo neonazi. Y porque él ha defendido el orden jurídico vulnerado por el bonillismo moreno de Baja California. Enhorabuena al tribuno que habría sido, sin duda, un insólito presidente de México.

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Frido Aliotti Kyan, se ha ido de vacaciones, por lo que ahora no habrá el acostumbrado diálogo con personajes de valía, sino este texto a secas, dividido en tres para facilitar su lectura.

1)
Se dijo en la presidencia de la república, según supongo para minimizar la renuncia de Urzúa, que Benito Juárez había tenido 30 ministros de Hacienda durante su larga presidencia, dado que se trataba de una transformación. Uno de cuyos efectos -de esa transformación- fue la suspensión del pago de la deuda externa con el fin de tener recursos para ejecutar sus programas, más que por motivos nacionalistas, como lo menciona Lucino Gutiérrez Herrera de la UAM, en un estudio sobre el liberalismo.

En realidad, Juárez tuvo 29 secretarios en ese ramo, de 1858 a 1872, año de su muerte. No es una estadística mala, sean 30 o 29: aproximadamente dos ministros de Hacienda por cada año de prolongada gestión en la presidencia. Y en el Ministerio de Relaciones Exteriores, 24, y uno de ellos, Ocampo, fue quien celebró en 1859 con el régimen estadunidense, en nombre del gobierno juarista, el ignominioso Tratado McLane-Ocampo, que equivalía a un protectorado yanqui en zonas vitales del país, y que no llegó a aplicarse por problemas políticos del país norteño.

Fueron 14 años al frente del poder ejecutivo, con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos, que unos años antes había despojado a México de la mitad de su territorio, y bajo el amparo de la ideología capitalista, hija del individualismo liberal de raíz protestante que tanto afectó a la unidad cultural de la nación, para regocijo del vecino país y su expansionismo. Durante esos 14 años, gobernó Juárez en base a facultades extraordinarias, es decir sin límites a su poder, cuando todo poder debe tenerlos según consejo sabio de Montesquieu, precisamente para evitar los abusos muy propios de su ejercicio, aquí y en todos lados.

En 1867 derrotado el segundo imperio, y ya muy atrás la guerra de Reforma, guerra entre mexicanos, Juárez intentó trastocar la Constitución del 57, al emitir su famosa Convocatoria para reformar la constitución misma a su gusto, apelando al pueblo directamente, en violación del artículo 127 de dicha carta magna, nunca respetada en la práctica desde su promulgación, pues se decía que con ella ¡no se podía gobernar! Pero por fortuna el indebido intento, no prosperó.

De no haber muerto en 1872, Don Benito habría ocupado la presidencia hasta 1875, pues en 1871 se reeligió contra viento y marea, en una elección tildada de fraudulenta en su tiempo por la oposición porfirista, brazo militar triunfante de los liberales, y por buena parte de la prensa. Recurrió el juarismo en esa su última campaña electoral del 71, a métodos criticables en el proceso de integración de la cámara de diputados en turno, que fue la que lo declaró presidente, al no haber alcanzado la mayoría absoluta de los votos populares, según lo señalado por el historiador Fuentes Mares, fundándose en la correspondencia del mismo Juárez.

Muchos liberales distinguidos de su tiempo, consideraban a Juárez como un estorbo para la democracia, entre ellos, Ignacio Ramírez, el Nigromante. Poco después, sobrevendrían el mito de Juárez, no el de carne y hueso, con sus aciertos y fallas, promovido en mucho por el gobierno yanqui para su conveniencia, y el porfiriato con sus 34 años de gobierno, incluyendo los 4 del compadre.

No en balde los periodos presidenciales, tanto el de Juárez como el de Porfirio Díaz, han sido considerados por los historiadores Payno respecto al primero, y Bravo Ugarte, respecto a los dos periodos, como épocas dictatoriales. Entre Juárez y Díaz, suman 52 años al frente del poder ejecutivo federal si contamos los tres que le faltaron a Juárez para completar su último periodo, y si no los tomamos en cuenta, 49 años de poder en manos de dos personas, dos en medio siglo.

Al cabo de los años surgiría el partido oficial con 70 años de monopolio político de facción. La revolución maderista luchó con sangre por el sufragio efectivo y la no reelección, pero ese sacrificio se frustró con el advenimiento del priismo. Si sumamos los años de juarismo, porfirismo y priismo, dan 122 años de vida política sin una verdadera democracia -sin contar con los de otros periodos históricos sin la misma- , y a la vez con mucho mercado sin freno: la peor combinación.

2)
Y volviendo a las cuestiones económicas del juarismo, si su líder viviera, sería sin duda neoliberal en puntos fundamentales, tomando en cuenta que la ideología que hizo suya como antes se señaló, fue la del individualismo liberal -ancestro del neoliberalismo de hoy- con sus instituciones económicas capitalistas ajenas a la solidaridad, al sentido comunitario, sacrificando el trabajo al capital, a la libre concurrencia sin freno por la que el grande monopolista devora al pequeño.

Unos ejemplos del tiempo de Juárez bastan como evidencia de ello: se derogaron las leyes que prohibían la usura para fomentar el arribo de más banca internacional; se despojó a los indígenas de sus tierras comunales en aras de la libre concurrencia, devastadora del humilde, pasando esas tierras y aguas con frecuencia a manos de extranjeros; se consagró la “libertad” de contratación del trabajador, dejándolo indefenso en manos del patrón y sus abusos cotidianos, situación que dio origen a las sociedades obreras mutualistas de socorro, de sastres, artesanos, agricultores, y después al cooperativismo.

El neoliberalismo es la expresión actual de ese viejo individualismo liberal basado en el egoísmo.

En los hechos, a pesar de la retórica antineoliberal del régimen morenista que sólo encandila a los ilusos, hoy la cosa no es muy diferente a la del juarismo del XIX en varios aspectos que hoy visten atuendos neoliberales selectivos: los bancos cobran altísimos intereses y comisiones a su antojo, como en el caso de tarjetas de crédito. El “outsourcing” continúa implacable como moneda común en el terreno laboral, arruinando la economía del trabajador sin prestaciones, convertido en semiesclavo.

Otros ejemplos de esos atuendos selectivos: los proyectos de Huexca, Dos Bocas, Tren Maya y otros semejantes, que equivalen a un despojo de tierras y aguas de indígenas y mestizos, tal como lo han denunciado los lugareños y el zapatismo solidario. Existe un consejo económico de empresarios neoliberales todos, invitados como asesores por el gobierno en turno, como el del club de Escandón en días juaristas. Cancelación del seguro popular tan útil, y de las muy necesarias estancias infantiles con sus servicios integrales para el bienestar de los infantes, para ser suplidas precariamente con apoyos directos, insuficientes para cumplir con el propósito comunitario y formativo de las estancias.

Y para rematar, el más grave atuendo: la conducta antimigratoria del régimen que ha transformado al país en una jaula para nuestros hermanos centroamericanos cazados a diario, conforme al acuerdo firmado con el racista trumpismo. Ackerman en la página digital RT, llama “fifí” a la conducta neoliberal fundada en el egoísmo, a la conducta contraria a los migrantes; por ende, el proceder neoliberal del régimen actual en esta materia migratoria y en las arriba reseñadas, lo convierten por necesidad lógica, en un gobierno muy “fifí” o muy “fresa”. Es el efecto búmeran cuando no hay congruencia doctrinal, sino eslóganes sin sentido, repetidos hasta el aturdimiento, junto a menudencias como venta de burros y caballos, y el dar limosnas apaciguadoras.

Lo que es una exigencia inaplazable de justicia social solidarista, a contracorriente del individualismo de ayer y de hoy, es el gravar la riqueza extrema de unos cuantos -mencionados por Arturo Rodríguez García, en su último y atinado artículo de Proceso-, riqueza insultante para el pueblo pobre y de clase media acorralada, como lo ha sugerido atinada pero infructuosamente, Gerardo Esquivel, economista brillante, ahora en Banco de México. El mercado y el capital son necesarios, pero puestos al servicio del hombre concreto, como medios de una economía fraterna, con planeación estratégica cimentada en criterios objetivos, a la luz de la doctrina social católica.

3)
Y para finalizar, hoy en pleno 2019, renace la tentación política de la reelección. Se experimenta en un Estado de la República la extensión del periodo de un gobierno moreno, al margen de la gesta maderista que tanta sangre costó, del voto del pueblo, de la Constitución de la República misma. Es Baja California el laboratorio de tal experimento político, que podría en el futuro realizarse a todos niveles para infortunio de la patria.

Por fortuna, de inmediato se levantaron voces como la de Cárdenas y Muñoz Ledo, contra tal experimentación, como se levantaron en su momento contra la reelección de Juárez, pero infructuosamente, y luego contra la de Díaz.

Ojalá se revierta tal experimento, pero con independencia de ello, el hecho mismo de haberse dado con el apoyo de la dirección de Morena y de muchos de sus corifeos, es una señal de alto riesgo para la democracia y su futuro, un indicio de afán reeleccionista en forma por ahora, de bonillismo.

Hacemos votos porque ese afán se desvanezca totalmente. La historia objetiva y la filosofía con su pensar crítico son de especial utilidad para tal desvanecimiento. Resulta saludable siempre reflexionar y rechazar los clichés secretados a diario, en medio del ruido digital que perturba y separa a la persona de la realidad. Ojalá pronto vengan tiempos de reflexión y rectificación política. Romano Guardini y mi maestro de Harvard, Roberto Mangabeira Unger, geniales pensadores, dicen que es indispensable sacudirse el hechizo de las fijaciones, el hechizo de lo habitual, para contemplar las cosas en libertad. ■

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