En una reunión en Davos Suiza, Ernesto Zedillo declaró (textualmente): “tuvimos que rescatar de la quiebra masiva a los bancos. Ese rescate tuvo un costo equivalente, entonces, al 20 por ciento del Producto Interno Bruto del país. Eso es más grande, inclusive, que lo que ha pagado el gobierno estadounidense por rescatar a sus bancos”. Para que pudiera pagarse esa montaña de dinero, el pueblo de México debió hacer sacrificios enormes, todo el consumo subió su impuesto un 50 por ciento, pasó del 10 al 15 por ciento del IVA, y se desplomó el gasto público. En otras palabras, para darle dinero a los bancos, todo el pueblo dejó de recibir servicios de salud y educación y, además, todo su consumo se vio fuertemente gravado. A la fecha se sigue afectando a la economía de las familias mexicanas por ese funesto evento.
No fue lo único, Salinas privatiza 52 autopistas (como 5 mil kilómetros), y al poco tiempo rescatan de la quiebra a 23 de estas. Y se gastaron 165 mil millones de pesos. Que de la misma manera pagamos todos los mexicanos. En la era neoliberal, la economía en su conjunto creció a menos del 2 por ciento, y las grandes fortunas de los magnates, entre las que están los banqueros, se quintuplicaron. ¡Así de increíble es la cosa!
Pues bien, en los años recientes, las universidades públicas estatales requerían un rescate por montos francamente reducidos, las 7 universidades en más problemas sumaban menos de 8 mil millones de pesos. ¿Y qué se hizo? ¡Nada! Se les obliga a recortar sus capacidades y, con ello, a invalidar la posibilidad de que los productores y distribuidores del conocimiento cuenten con la capacidad de involucrarse en los procesos de desarrollo y crecimiento económico.
Y mientras algo tan vital como la educación superior está con el Jesús en la boca, de los recursos de Pensionissste se toman 400 millones para darlos (en inversión) a constructora ICA, la cual entra en concurso mercantil y se pierden los 400 millones de los trabajadores. Pero luego ICA entra en la licitación del nuevo aeropuerto a ganar millones de pesos. ¿Cómo se llamó la obra? La transferencia de recursos públicos para apuntalar ganancias privadas que nunca regresan a los ciudadanos. Por este mecanismo los hombres y familias más acaudalados ven crecer sus fortunas como globo de helio.
El neoliberalismo ha sido una catástrofe para el desarrollo humano de nuestro país. Recursos esenciales para financiar el crecimiento económico a largo plazo se usan para pagar la deuda de empresas financieras o constructoras privadas que, a la larga, ensanchan la desigualdad de forma abominable. Esto es así porque se trata de un neoliberalismo con conflicto de interés, es decir, no es una mera aplicación doctrinal, sino empresarios que dirigen las decisiones del Estado a favor de sus intereses privados. Y ya formaron una nata cristalizada que compite ahora electoralmente para continuar con lo mismo. Como lo dijo en una ocasión Muñoz Ledo: es como un Estado tipo “Hood Robin” (no Robin Hood), porque le quita a los pobres para darle a los ricos. Estamos en un país detrás del espejo.
