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miércoles, 24 abril, 2024
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En los tiempos de la desconfianza

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Por: P. Aurelio Ponce Esparza •

Ha sido noticia nacional la detención en Italia del ex gobernador prófugo de Tamaulipas Tomás Yarrington y en Guatemala del también prófugo ex gobernador de Veracruz Javier Duarte. Lo más relevante respecto al primero es la discusión sobre dónde debía ser juzgado, ya que tanto en Estados Unidos como en México tiene cuentas con la justicia. Hay voces de analistas y es sentir popular el que lo mejor es que sea extraditado y juzgado en  Estados Unidos ya que se piensa que de lo contrario en nuestro país sería relativamente fácil  evadir la justicia. Puede ser que un juez corrupto, como los tantos que hay, le otorgue un amparo o que se arme un expediente con deficiencias y al final el caso sea desechado o que algún abogado, de esos muy hábiles, pueda encontrar alguna laguna en la ley o finalmente manipularla para que su cliente sea declarado inocente. En una palabra, hay una desconfianza total en las instituciones mexicanas encargadas de impartir justicia.

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En lo referente al segundo existe en el aire un cierto sentimiento de sospecha, pues se cree que su detención es sólo un show mediático con el fin de posicionar al partido oficial en la contienda electoral del Estado de México, la cual se considera crucial en miras a la presidencial del 2018. Se argumenta que su estancia en la cárcel sería transitoria, pues en unos años estaría libre, como ya ha ocurrido con otros chivos expiatorios del pasado. Una vez más la desconfianza en las instituciones se impone.

Un sentimiento de esta naturaleza está por demás justificado, pues en materia de justicia existe una  deuda histórica de los gobiernos con los ciudadanos. Como reza el dicho popular “la mula no era arisca, la hicieron”. Si hoy es generalizada la desconfianza en las instituciones es porque han sido muchos los abusos, la impunidad y la corrupción.

Estos ex gobernadores son verdaderos delincuentes de cuello blanco, unos auténticos hampones. Pensar que Javier Duarte pudo haber desviado más de 180 mil millones de pesos resulta verdaderamente insultante. Más allá de la cifra, la cual ni siquiera puedo imaginar, están las personas. Pues no se trata de dinero, sino del daño a la gente, esa cantidad refleja los hospitales que dejaron de construirse, las medicinas que no se entregaron, las escuelas que no fueron modernizadas, los caminos de tierra que no fueron pavimentados, las becas que ya no se entregaron, los puentes que nunca se construyeron y un muy largo etcétera. Detrás de estas ausencias y omisiones hay historias de familias, hombres y mujeres frustrados, sueños truncados, niños desnutridos y mal educados, enfermos que no lo lograron, proyectos que no se realizaron.

Así que hay motivos suficientes para la desconfianza, para ya no creer más, para pensar que las cosas son así y así seguirán. Resulta verdaderamente difícil creer que habrá justicia y legalidad,  cómo creerlo si nos enteramos que el fiscal de Nayarit es detenido en Estados Unidos porque se le acusa de tráfico de drogas, como creer si resulta que un alto miembro de la Policía Federal del grupo antidrogas se entregó a la fiscalía de Chicago en el estado americano de Illinois, porque se le vincula con el cártel de Beltrán Leyva. Esto por mencionar sólo algunos ejemplos. Cuando pensamos que lo hemos visto todo sucede algo que nos sorprende aún más.

¿Será entonces la corrupción un mal cultural? ¿Algo tan arraigado en nosotros que tenemos que conformarnos con estas situaciones? Los hechos parecieran indicarnos que la respuesta es afirmativa. Sin embargo, hay que decir que no, claro que no. Los seres humanos somos capaces de alcanzar los más grandes y nobles ideales, somos buenos; así que no debemos conformarnos. Las instituciones encargadas de procurar justicia no son entes abstractos, sino que están formadas por personas, por seres humanos con familia, con historias como las tuyas o las mías. Recuperemos la confianza en nosotros mismos, creamos que es posible una sociedad mejor, pero comprometámonos en ello. La corrupción es algo que comienza en cada uno, en cada familia, en las pequeñas cosas cotidianas, atrevámonos a romper el círculo vicioso. ■

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