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jueves, 28 marzo, 2024
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Subjetivaciones rockeras / ¿Ha muerto el rock?

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Por: FEDERICO PRIAPO CHEW ARAIZA •

¿Ha muerto el rock?

Hay quienes afirman de manera contundente que el rock ha muerto, aseveración que no deja de llamar la atención y que encuentra una supuesta confirmación con todos los movimientos post, que, dentro el género musical, han alcanzado una importante presencia en la escena mundial. Por supuesto que yo no comparto tal idea, al menos del todo; de hecho, las interesantes agrupaciones que forman parte del mencionado movimiento post, con cualquiera de sus apellidos (metal, punk, wave, etcétera), no hacen sino confirmar que el rock no sólo sigue vivo, sino vigoroso. No obstante, lo que sí alcanzo a percibir es una cierta crisis en su interior, que no deja de resultar interesante y que, pienso, también obedece a factores que actualmente vive el sistema social global al que estamos insertos.

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He mencionado en bastantes ocasiones que el rock no deja de tener un carácter social, crítico, irreverente y hasta incómodo para algunos, de allí que las circunstancias que acontecen en un determinado punto del orbe, o que afectan a la generalidad, impactan e influyen en su música y en sus líricas. También es de todos sabido que ciertas posturas ante la vida han dado origen a determinados movimientos dentro del género, de botepronto me viene a la mente el punk. Sin embargo, también vale la pena darnos cuenta de que, así como muchos rockeros asumen una postura crítica hacia la sociedad, también los hay que, preocupados más por los aspectos estéticos y esas sutilezas artísticas, realizan constantes ejercicios de autocrítica en los que llegan a valorar hasta qué punto lo que se realiza sigue vigente y tiene algo que ofrecer, o si, definitivamente, más vale dejarlo de lado.

Recuerdo que a finales de los pasados años 80 y principios de los 90, el otrora glorioso heavy metal había llegado a un punto por demás decadente. El ‘mainstream’ lo había absorbido extrayéndole toda su energía, aspereza y rebeldía, para crear una serie de agrupaciones que, si bien, estaban conformadas por excelentes músicos, ofrecían productos descafeinados, ‘lights’ y totalmente accesibles a tímpanos delicados y a defensores de la buena conciencia. Escuchar heavy metal por aquellos años comenzaba a resultar -curiosa paradoja- aburrido. El mercado, en completa armonía con el sistema, casi habían logrado su cometido: si no eliminar a tan peligroso estilo musical, al menos matizarlo, quitándole aquellas trampas que pudieran llevar a la cándida juventud de entonces por un camino pecaminoso. Veíamos pues, una profunda crisis en aquel estilo musical; de forma franca, no encontrábamos (al menos yo) nada nuevo y genuino en el heavy, parecía que, ciertamente, estaba dando sus últimos estertores.

Por fortuna, no era el único, ni, mucho menos, el más avezado escucha que se había percatado del fenómeno. En otros lugares, desde algunos años antes, otros músicos y críticos del rock ya se habían dado cuenta de esa decadencia, pero no se habían quedado tan sólo en la apreciación, sino que incluso trabajaban al respecto. Fue así que de aquella crisis del heavy metal, de aquellos estertores, surgirían dos movimientos que darían un giro a los sonidos más intensos dentro del rock y que marcarían, invariablemente, dos paradigmas importantes para su historia: por un lado, nos regocijamos con el nacimiento del thrash, y por el otro, recibimos con beneplácito el surgimiento del grunge. Así pues, en el momento en el que veíamos que una corriente rockera vería su fin, lo que vivimos (y ésa es otra de las causas por las que me siento orgulloso de mi generación) fue una tremenda revolución dentro del género musical.

Por un lado, el estilo extremo que dejaba ver de modo abierto toda la furia e inconformidad que existía por parte de la juventud hacia todas las instituciones, incluso aquéllas con las que se había tenido más “cuidado”. El thrash, para quienes lo vivimos desde sus primeros años, fue una tremenda sobredosis de oxígeno para nuestros hastiados oídos. Era simple y llanamente energía en su más pura expresión. Grupos como Venom, y sobre todo Metallica, se convirtieron en verdaderos parteaguas dentro de la historia del rock, al colocar las piedras fundamentales de un movimiento que evolucionaría y daría paso a otros estilos como el death, el black y todas sus variantes. Asimismo, nos dio a conocer el ‘slam’, ese típico baile, por llamarlo de alguna manera, que nos permitía divertidísimos momentos catárticos, aunque en los días posteriores anduviéramos totalmente adoloridos (hasta reír nos dolía).

Por otro lado, también nos deleitamos y sorprendimos con el grunge, movimiento también intenso que, a diferencia del enérgico grito del thrash, dejaba sentir un profundo desencanto por la sociedad en su conjunto, mismo que rayaba casi en el nihilismo. Sin duda, Nirvana y Mudhoney fueron, en un inicio, los estandartes de este riquísimo movimiento, al lado, desde luego, de otras excelentes agrupaciones como Soundgarden, Pearl Jam, Stone Temple Pilots o Alice In Chains, por mencionar algunos. La sicodelia de finales de la pasada década de los 60 y principios de los 70 había recibido, de su hijo consentido, un par de nietecitos, pero de ellos, el que más se parecía a la abuela era, sin duda, el grunge, estilo que reunía una serie de influencias de otras corrientes anteriores. Escuchar a los grupos citados, así como a otros pertenecientes al mismo movimiento, además de resultar innovador, era como tomarse un potente coctel con lo mejor del heavy y lo más ácido del rock sicodélico; el sabor era de un fino agridulce, los efectos, embriagantes, y, en ocasiones, las secuelas eran depresivas.

Pero ¿el heavy metal murió? Podríamos decir que sí y no. Sí, porque visto desde una perspectiva, el heavy dijo lo que tenía que decir, después, pareció volverse repetitivo; sin embargo, no, porque los grupos pertenecientes a este movimiento siguieron y siguen surgiendo, muchos de ellos con una extraordinaria calidad. A quienes nos gusta lo seguimos escuchando, estamos atentos a las nuevas agrupaciones y producciones, y tenemos, como banda sonora de nuestras vidas, muchos de sus temas. Por todo lo anterior, cuando alguien afirma que el rock ha muerto, prefiero no apresurarme a decir que no o que sí. La historia nos ha dicho, como lo mencioné en mi colaboración anterior, que cuando se presenta un periodo de crisis, se da un auge de creatividad. Dije también que el rock afronta una serie de crisis, esperemos ver lo que nos depara, aunque con los llamados movimientos post ya lo vemos, y créame que es atractivo de verdad.

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