Una marea humana se volcó a las calles de todo Brasil para exigir servicios públicos de calidad y denunciar los gastos del Mundial de fútbol, pese a una ola generalizada de rebajas del precio del transporte, cuyo aumento desató la protesta.
La mayor protesta tiene lugar en Rio de Janeiro, donde unos 300 mil manifestantes se concentraron en el centro y marcharon hacia la alcaldía, según un balance de un experto en seguridad de la Universidad Federal de Rio (UFRJ).
La policía, que no tiene aún un balance oficial, lanzó gases lacrimógenos contra un pequeño grupo de manifestantes que les lanzó piedras, constató la AFP. Hay al menos un herido.
En las protestas de este jueves, los manifestantes provocaron un conato de incendio en los portones del Palacio Itamaraty, sede de la Cancillería brasileña en Brasilia.
Según pudo verse en las imágenes de la televisión, un grupo minoritario de activistas arrojó uno o varios objetos hacia el interior del edificio, provocando que las llamas amenazaran con tomar el edificio.
Los efectivos de seguridad consiguieron apagar rápidamente las llamas incipientes. Los activistas fueron reprimidos por la policía con balas de goma y bombas de gas lacrimógeno.
El incidente se sumó a otros enfrentamientos aislados que ocurrieron en la capital federal brasileña, donde los activistas participan de una protesta que se realiza en forma simultánea en casi un centenar de ciudades del país.
Las manifestaciones ocurren un día después de que varias ciudades anunciaran la suspensión del aumento de la tarifa de transporte público, en atención a la primera demanda que dio inicio a la serie de movilizaciones que se replicaron por todo el país.
A esa primera demanda contra el aumento del transporte, se sumaron otras, como el no «derroche» de dinero público en el Mundial de 2014 y la Copa Confederaciones, la lucha contra la corrupción y la defensa de más recursos para salud, vivienda y educación, entre otras reivindicaciones.
La mayoría de las marchas que se celebraron a lo largo y ancho del país ocurrieron en forma pacífica.
En Sao Paulo, donde tuvo origen la primera protesta contra el aumento de la tarifa del transporte público que originó un efecto en cadena que ya tomó todo Brasil, unas 100 mil personas, según la TV Globo, acudieron a la marcha, en la que también hubo algunos disturbios aislados, y un hombre resultó herido por motivos que aun se desconocen.
En Río de Janeiro también hubo una multitudinaria movilización, de la que también participaron millares de personas, que en su mayoría marcharon pacíficamente.
No obstante, también hubo enfrentamientos de activistas con la policía, intentos de invasión de la sede de la Asamblea Legislativa y otros actos de vandalismo. Al menos 17 personas fueron detenidas.
«La tarifa de autobús es el detonador de un gran movimiento que no tiene líder, pero esto no quiere decir que las personas no tengamos una dirección a seguir. A partir de ahora, los políticos nos prestarán más atención», dijo a la AFP una de las manifestantes, Carolina Silva, funcionaria de Petrobras de 35 años.
En Salvador de Bahia, la policía disparó gases lacrimógenos y balas de goma contra parte de los 20 mil manifestantes concentrados a 2 km del estadio donde juegan esta noche Nigeria y Uruguay, que les tiraron piedras para intentar traspasar una barrera policial, según periodistas de la AFP en el lugar.
Al menos un manifestante fue herido por bala de goma, y también hay un policía herido.
«¡Oportunistas!» Por primera vez, algunos sindicatos, organizaciones de la sociedad civil y partidos políticos -incluido el gobernante Partido de los Trabajadores (izquierda) y la Unión Nacional de Estudiantes (UNE)- intentaron sin éxito participar en las marchas, portando sus banderas.
En Sao Paulo, integrantes del PT fueron recibidos con hostilidad por varios de los 30 mil manifestantes que marchaban por la Avenida Paulista, que corearon contra ellos insultos de grueso calibre y les gritaban «¡Oportunistas!». Varias banderas del PT fueron quemadas, constató una periodista de la AFP.
«¡Vayan para Cuba!», «¡Vayan para Venezuela»!, gritaban los manifestantes a los integrantes de la UNE.
En Brasilia, la capital del país, unos 30 mil manifestantes -según la policía- marcharon hasta el Congreso, donde fue desplegado un gran operativo de seguridad para impedir que se suban al techo, como lo hicieron centenares el lunes pasado. Un grupo lanzaba piedras y objetos a la policía, que no ha respondido.
Parte de los manifestantes intentaron llegar también a la Presidencia, a pocos metros, cantando «Soy brasileño con mucho orgullo», pero fueron frenados en sucesivas barreras de seguridad.
«Hasta el Papa renunció, Feliciano, tu hora llegó», cantan los manifestantes, pidiendo la renuncia del diputado y pastor evangélico Marcos Feliciano, que preside la Comisión de Derechos Humanos y Minorías de la Cámara baja y es acusado de homofobia y racismo. Un grupo de indígenas Xicrin del estado amazónico de Pará se suma a la protesta con sus pinturas en el rostro, plumas, arcos y flechas. «Tenemos que proteger nuestras tierras y nuestras selvas», dice uno de ellos.
En Recife, otra sede de la Copa Confederaciones, un ensayo general para el Mundial del año próximo, más de 100 mil personas ganaron las calles, según la policía. A medida que la multitud avanza pacíficamente por el centro de la ciudad, la gente les lanza papeles blancos desde lo alto de los edificios.
Gigantescas marchas se desarrollan en unas 100 ciudades y nada presagia el fin de este movimiento apolítico, que carece de liderazgos identificados.
Indignación general Las protestas, que han dejado perplejo al gobierno y a la clase política, comenzaron exigiendo la revocación del aumento del precio del boleto de autobús, metro y tren. Pero rápidamente sumaron otros reclamos y denuncias, como los 15 mil millones de dólares de dinero de los contribuyentes destinados a la Copa Confederaciones y el Mundial 2014.
Los manifestantes, en su mayoría jóvenes, educados y de clase media, expresan su indignación por el aumento del costo de vida y la mala calidad de los servicios, en momentos en que el país, mundialmente famoso por sus programas sociales que sacaron a millones de la pobreza, registra un decepcionante crecimiento económico y una inflación en alza.
También denuncian la corrupción arraigada en la política brasileña y reclaman mayores inversiones en educación, salud y seguridad.
Estas son las mayores protestas en dos décadas en Brasil, un país donde la población no acostumbra salir a las calles a expresar su descontento.
La marcha atrás de masiva de alcaldías y gobiernos estatales en el aumento del precio del boleto de metro, tren y autobús no logró frenar las protestas.
«Ya tuvimos una primera victoria, pero estamos acá por el pase libre. Sao Paulo tiene dinero suficiente para que el transporte sea gratis», dijo a la AFP Carolina Piñones, una estudiante de 26 años que manifestaba en la metrópoli.
Las capitales estaduales de Curitiba, Natal, Belo Horizonte y Campo Grande anunciaron rebajas en el precio del transporte público, siguiendo los pasos de Sao Paulo, Rio de Janeiro, Porto Alegre, Cuiabá, Recife y Joao Pessoa.