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viernes, 19 abril, 2024
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No todo es culpa de Peña

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Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ •

■ Inercia

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Luego del festejo patrio de nuestra Independencia nacional circularon, a nivel nacional, una serie de fotos que mostraban la Plaza de Armas del municipio de Fresnillo, aquí en Zacatecas, vacía. La leyenda decía que nuestro estado ponía el ejemplo al dejar plantado a su edil, como una forma de rebelión contra el mal gobierno.

Varios comentarios surgieron alrededor de esto en la bizarra capital, pues, muchos aseguraban que era una foto parcialmente verdadera, pues decían que era una foto posterior a la ceremonia del tradicional grito. Otros dijeron que fueron pocos los asistentes. Los más afirmaron que, en efecto nadie estuvo presente, pero no por rebeldía sino por la inclemencia del clima o porque migraron a la capital zacatecana para ver el espectáculo de Ramón Ayala.

Como haya sido, es significativo que busquemos en hechos aislados, en lugares remotos del país, siempre una pequeña lucecita de anarquía, o bien, un pretexto para seguir diciéndole a los demás: “mira, aquéllos sí lo hacen y nosotros no.”

 

Criollos e indígenas

El festejo independentista nos remite, desde luego, a la lucha por desprenderse del régimen español en la Nueva España. Y desde luego aquello fue un momento históricamente festejable. Aunque varios pensadores mexicanos luego nos expliquen que la clase criolla se aprovechó de las clases que consideró inferiores para librarse de los opresores y quedar ellos en su lugar, cierto es que hubo un primer avance al derrocar al virreinato.

Actualmente hay una insistencia en comparar tales eventos con los que presenciamos en el México del siglo 21. Y es que sí es desolador el país que ahora nos tocó; entre la impunidad de asesinatos a sangre fría, mismos que tienen una cercanía infame con el gobierno, los gobernados nos sentimos amenazados cada día, nada más por el simple hecho de buscar justicia. Sí, hay muchas coincidencias, porque la injusticia puede ser atemporal, pero su definición es siempre la misma, sus consecuencias no cambian.

Quizá otro de los más obvios parecidos es que, al igual que los criollos, hay en este presente, quienes se dicen dirigentes de movimientos de regeneración, y que intentan a su modo, oponerse a los villanos caciques que ostentan el poder.

Sin embargo, hay una diferencia marcada, y es que ahora el pueblo mexicano, en sus estratos marginados, no se encuentran hartos aún de la miseria y la corrupción. Quizá, no han sido aún vejados en la misma magnitud que lo fueron los pueblos novohispanos. Es entonces perceptible un dejo de calma entre la población, algo que a muchos nos suena a conformismo y que no necesariamente lo es. Si un pueblo no grita su desesperación ¿por qué otros habrían de hacerlo en su lugar?

Me parece pertinente que, hagamos una pequeña pausa dramática para cuestionarnos quiénes son los que realmente quieren una nueva rebelión, si es esa clase obrera, marginada y que vive el día a día como puede, pero en silencio o nosotros, la clase que se considera media, quienes en una eterna frustración por querer ascender a la clase alta, vemos en “los pobres” la carne de cañón para nuestros propósitos. ¿Quién es ahora el criollo y quién el indígena?

 

Todos contra Peña

Astutamente, el resentimiento de los autodenominados “clasemedieros” (y esto lo digo entre comillas porque la clase media en México es algo sumamente cuestionable) exige cabezas al por mayor. Porque hay en este estrato social una necesidad constante de exigir y de quejarse.

Es ésta una de las razones por las cuales, los profesionistas, comerciantes y demás personas que mínimamente tienen un empleo (aunque mal pagado), casa (aunque de Infonavit que aún están pagando) y coche (de modelo no más atrás de diez años) son los principales en azuzar el revoltijo. Hay una urgencia por tener más; por un empleo de menos horas y más salario, una casa cuyo crédito sea más barato y en menos pagos y cuyo auto puedan regalar a sus primos y comprarse el del último modelo.

Éstos, se valen de astucias a veces imperceptibles, como hacer viral la foto de jóvenes desangrándose porque presuntamente fueron atacados por policías en alguna manifestación, o de la Plaza de Armas vacía de un municipio que no acudió a acompañar a su presidente a la ceremonia del grito. Pero la que más han usado es la de atacar al presidente de la República por cualquier cosa que haga o diga, mofándose como hienas por medio de ocurrencias.

Sí, es verdad que nuestro máximo dirigente ha cometido atropellos y corruptelas terribles, y que su ineptitud es visible desde cualquier ángulo. Pero no todo es responsabilidad de él. Para empezar hay una comunidad bastante grande que lo colocó en la silla presidencial, misma que si bien ya no lo apoyan, tampoco le reclaman nada.

La responsabilidad también es de esta clase media, de que las burlas no traspasan la pantalla de una red social; de personas que antes de hacer algo ellos, por sí mismos, primero echan la culpa a otros, y si pudieran, arrojarían primero al mexicano de la clase más pobre a la línea de fuego. ■

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