¿Por qué no se rescata a los abuelos de la marginación? ¿Qué hacer?
Antes que nada, se debe reconocer a los adultos mayores como fuente primaria de sabiduría. Recurrir a sus conocimientos equivale a rescatar buena parte de la cultura perdida por el fenómeno de desculturización y contracultura que se ha establecido en el país y el resto del mundo a través de los bajos perfiles que se manifiestan en los medios masivos de comunicación (en términos generales), las aplicaciones cibernéticas, por el fenómeno migratorio y las partes más nefastas de la globalización, las directrices que señala el Banco Mundial, y el modelo de desarrollo impuesto por las grandes corporaciones.
En el intento por reintegrar a los “adultos mayores” al proceso productivo y a la toma de decisiones sobre los rumbos que debiera seguir la sociedad, se deben priorizar disciplinas como la antropología social, la sociología y la psicología, como fundamentos de estudio en este rescate, en detrimento de las disciplinas que solo han aportado ruina y marginación como la economía y las diversas sumisiones administrativas.
Se debieran rescatar un buen número de escaños (al menos la tercera parte) de la Cámara de Senadores para políticos mayores de sesenta años, lo mismo que un porcentaje similar de representaciones en las legislaturas federales y estatales y los puestos que ocupan los regidores en los ayuntamientos; ya que, por desgracia, las nuevas generaciones de políticos han dejado mucho que desear en sus aportaciones al desarrollo del país, pues sus intereses se han orientado a lo material, solamente; en detrimento de la convivencia armónica de la mayor parte de la población, lo que ha venido conduciendo a una forma de subsistencia que nada tiene que ver con el desarrollo colectivo, la calidad de vida, y la sustentabilidad.
Los adultos mayores pueden aportar sus conocimientos a través de las artes y oficios que dominan y que se han ido perdiendo paulatinamente tras el impacto bestial de la mal llamada post modernidad. Las instituciones de enseñanza media superior y superior pudieran incrementar su nivel académico incorporando a maestros de artes, oficios y otras manifestaciones de conocimiento en vías de desaparición a sus planteles, ya sea que se inserten dentro de su plan de estudios o, preliminarmente, se ofrezcan como formas de aprendizaje extracurricular avaladas por las instituciones de enseñanza. Por otra parte, sus aportaciones pueden darse desde modelos de comunicación y educativos que agreguen paz y permanencia a través de formas de convivencia más positivas y constructivas.
Las instituciones, tanto públicas como privadas, pudieran contratar consejeros y miembros de los consejos administrativos y directivos a personas de la tercera edad que coadyuven en la toma de mejores decisiones en sus programas de desarrollo. Asimismo, las instituciones de asistencia a las personas de la tercera edad debieran diseñar programas que impliquen la incorporación más activa, creativa, productiva y propositiva de los abuelos. Por una parte, en muchas ocasiones en las que se necesita desarrollar el sentido común, nadie mejor que alguien que ha vivido varias experiencias, puede tener mejor opinión. Por otra, es bueno cambiar de una vez por todas la forma de tratar a los que han superado la edad de los sesentas.
Como conclusión, debe de considerarse que la marginación de los ancianos del campo laboral y de la política y de la toma de decisiones en la búsqueda de un mundo mejor, no deja de constituir un acto de discriminación mal fundamentada (como cualquier tipo de discriminación) y una renuncia insensible e insensata a mejores formas de vida.
Por último: si usted, como empresario, directivo o dirigente institucional tiene oportunidad de emplear a uno o más ancianos en su sistema laboral: ¡hágalo! La vida y su empresa, principalmente, se lo agradecerán. ■
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