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viernes, 19 abril, 2024
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Editorial Gualdreño 557

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Fahrenheit 451 cumple 70 años y en Zacatecas una biblioteca es destruida

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“No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de

gente que no lee, que no aprende, que no sabe”.

Ray Bradbury

 

En 1953 fue publicada una de las novelas distópicas que considero una de las más emocionantes y significativas: Fahrenheit 451, de Ray Bradbury. Hace 70 años, su autor tenía el manuscrito completo, revisado, listo para su publicación desde meses antes, pero de acuerdo con lo que él mismo afirmaba, nadie quería arriesgarse a invertir en la edición de un libro que hablaba de censura y que dibujaba magistralmente a una sociedad -futura- que por una parte no estaba interesada en aprender, y por otra, le temía al conocimiento, de ahí que la práctica de quemar libros y perseguir a sus lectores fuera la encomienda.

Ray Bradbury afirma también, en el prefacio de su libro, algo que me llamó la atención ahora que volví a revisarlo por la coincidencia con nuestro tiempo, al referirse a la posibilidad de que el conocimiento y lo aprendido en las escuelas se disolviera si le dejamos su sobrevivencia solo a lo escuchado y aprendido en los salones de clase: “No todo está perdido, por supuesto. Todavía estamos a tiempo si evaluamos adecuadamente y por igual a profesores, alumnos y padres, si hacemos de la calidad una responsabilidad compartida, si nos aseguramos de que al cumplir los seis años cualquier niño en cualquier país pueda disponer de una biblioteca y aprender casi por ósmosis; entonces las cifras de los drogados, bandas callejeras, violaciones y asesinatos se reducirán casi a cero”.

En la década de los 50 del siglo pasado existía una evidente proliferación de drogas “legales”, como las anfetaminas y los barbitúricos, de venta libre y consumo socialmente aceptado, sobre todo en Estados Unidos, país en el que se desarrolla la trama del libro y en cuyo inicio Mildred, la esposa de Montag -el protagonista de la historia-, ha tratado de suicidarse con píldoras para dormir… ese problema se soluciona casi inmediatamente cuando llegan dos personas a sustituirle la sangre contaminada por otra limpia; se trata de dos trabajadores de un hospital habituados a realizar ese procedimiento muchas veces con diferentes pacientes durante el día; es decir, los intentos de suicidio son constantes en esa sociedad imaginada por Bradbury, en la que parece no haber lazos afectivos, ni valores familiares; en donde Dios es un personaje de la televisión, la comunicación entre individuos es prácticamente inexistente y la vida -como en la canción de José Alfredo- no vale nada.

Resulta escalofriante comparar esa historia con lo que vivimos ahora, en una época en la que proliferan las noticias sobre las violencias perpetradas en contra de otros, en la que las personas violentadas son seres humanos de todas las edades y de todos los estratos sociales; en una época en que las drogas son cada vez más sofisticadas, nocivas y baratas, en la que hemos perdido la capacidad de estar solos, de permitirnos el aburrimiento e incluso de comunicarnos de manera efectiva; en tiempos en los que el respeto por la vida se va desvaneciendo, los espacios culturales pueden no existir o ser destruidos sin ningún tipo de miramiento.

La distopía nos ha alcanzado, de ahí que los centros culturales que albergan libros pueden ser destruidos sin ningún tipo de miramiento como ocurrió la semana pasada cuando “un grupo de personas” entró a la Biblioteca Pública Veremundo Carrillo de la capital zacatecana para vandalizarla, para dejar en sus muros y en todo lo que el espacio resguardaba la huella de un odio acumulado por décadas y dejar más que claro que la soledad y el vacío existencial son cada vez más grandes. ¿Será que, a este paso, una “máquina de la empatía”, como la imaginaba también Philip K. Dick en Sueñan los androides con ovejas eléctricas, será cada vez más necesaria? Qué miedo.

El disgusto por la noticia cedió paso a la preocupación casi de inmediato al reflexionar en que los humanos destruyen con facilidad aquello a lo que no le confieren valor; por eso es urgente que le dediquemos más esfuerzos a sanar nuestra sociedad en un acto de responsabilidad compartida, como lo decía Bradbury en este libro que hoy, para iniciar las ediciones gualdreñas del año, yo le invito a leer.[i]

Apostémosle a que la gente lea, sepa y aprenda que hay opciones de vivir de manera diferente. Ánimo, que el 2023 nos presenta muchos retos, pero confío en que podamos con ellos y con lo que venga.

Que disfrute su lectura.

 

Jánea Estrada Lazarín

[email protected]

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_557

 

[i] Aquí puedo leerlo en línea, pero es más recomendable que lo compre: https://veterinaria.uaemex.mx/images/Documentos_veterinaria/Cultura/Libros/7_Fahrenheit_451-Ray_Bradbury.pdf

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