El orden imperial unipolar de Estados Unidos se agota. Se resquebraja ante los ojos del mundo. Durante el gobierno de Joé Biden fue notoria la búsqueda desesperada de una salida, aunque muy “discreta”. El estallamiento y promoción de las guerras en (recalco “en”) Ucrania y, paralelamente, de Israel con naciones del medio oriente pretendieron fingir que se trataba de conflictos aislados y sin conexión alguna con USA.
Ninguno de los países integrantes de la OTAN quería esa guerra en su propio territorio, por eso armaron hasta los dientes a Ucrania. Nación que, presidida por el gobierno entreguista de Zelenski, fue usada para dirimir un conflicto de mayor envergadura que permitió experimentar nuevas armas convencionales. La decisión de Rusia tuvo que ser muy riesgosa, pero fríamente calculada. Perder la guerra “contra” Ucrania tendría efectos más allá de ese territorio usado como laboratorio bélico.
Paralelamente, estalla la guerra que encabeza Israel contra varias naciones del Medio Oriente. Ningún analistas, que se aprecie de ser serio, puede afirmar que se trató de otra guerra aislada y que Israel no recibió dirección militar y todo tipo armas de la OTAN, principalmente de Estados Unidos, con propósitos de controlar una región estratégica.
Los objetivos de esas guerras son muy claros: recuperar urgentemente la economía de EEUU por la vía de apropiarse de territorios, exprimirles hasta la última gota de petróleo y arrancarle al suelo el último grano de minerales preciados. Se trata de asaltar, robar, apropiarse de la riqueza de otros. En condición de urgencia, sólo así se puede seguir siendo grande. Necesidad aparte es la que presenta la industria armamentista al convertir en ganancia su arsenal de medios de destrucción humana.
Para las naciones con vocación imperial, destruir la vida humana se ha convertido en una rama de la economía. Lo mismo que hacen con las actividades ilícitas; como el narcotráfico con el que envenenan a la juventud estadounidense y el tráfico de armas que produce el grave clima de inseguridad en México. Ah!… pero con esas actividades económicas ilícitas alimentan con recursos frescos a grandes capitalistas (narcotraficantes de traje y corbata, a los que nadie persigue).
La cantaleta de Donald Trump de que a México se le castiga con aranceles por no detener el flujo de fentanilo a USA es un pretexto para intentar que en el mercado gringo aumente el precio de los productos mexicanos, disminuyan las exportaciones y se equilibren frente a las importaciones, ya que las cuentas de balance son favorables a nuestro país en casi 200 mil millones de dólares.
Esa misma cantaleta es una expresión demagógica frente al consumo desmedido de drogas, contra lo cual no se hace nada serio y optan por la propaganda que incrimina totalmente a los mexicanos. Así, presionan, amenaza, ejecutan el chantaje y hasta confeccionan decretos, como ese de declarar terroristas a los cárteles de la droga en México mientras en EEUU los capitalistas de la droga se les mantiene en el anonimato y protección. De hecho deben estar preocupados que en nuestro país haya una decisión muy seria de combate a esos males que han hecho multimillonarios a no pocos gringos.
Los propósitos, de las guerras promovidas por el gobierno de Joe Biden, coinciden con los objetivos de la política de Trump. Solo hay diferencia de estilo y táctica del momento. El discurso de la toma de protesta de Donald no deja lugar a la duda: se trata de regresarle a Estados Unidos “la grandeza que tuvo”. Recalquemos lo obvio: “la grandeza que ya no tiene”. Hay una aceptación tácita de que ha perdido el liderazgo, regularmente forzado. Aunque siempre hay corrientes derechistas que voluntariamente, por corrupción o atraso, reconocen la necesidad de una tutela imperial. Como la del PRIAN en México.
A Donald Trump le corresponde el momento de negociar y justificar el fin de las guerras que han perdido. De Ucrania acuerda con Rusia sin Zelenski, al que sólo usó sin resultados favorables. De la guerra formalmente (no es lo mismo que realmente) encabezada por Israel reclama la Franja de Gaza. La pregunta es: ¿Si los gringos estuvieron al margen de esas guerras, por qué negocian y pretenden repartirse el pastel? Muy sencillo. Son los promotores de la guerra.
Todo es parte de un rompecabezas, el orden imperial de USA ha perdido terreno económico y también militar. Sus mercancías han perdido competitividad, se venden menos por caras y poseer menor calidad. El rezago de su planta productiva se nos presenta como problema comercial y la salida urgente, aunque falsa, que impulsa el gobierno de Donald Trump es una tendencia creciente a quedarse con lo ajeno, el terror, el chantaje, la amenaza y el fascismo. Falta ver que tanto avanza por ese sendero.