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jueves, 18 abril, 2024
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El caviar, Trump y la lectura

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Por: EDUARDO CAMPECH MIRANDA* •

La Gualdra 270 / Promoción de la lectura

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I

¿Qué pasaría si Carlos Slim, en un arranque de generosidad, decide llenar los centros poblacionales mexicanos con latas de caviar?, ¿está la sociedad mexicana educada para consumir ese costoso alimento? Para responder estas cuestiones pienso en tres destinatarios: a) Un gran sector que desconoce el producto. Su instinto le indica que hay que abrir la lata. Mira el contenido. Les es repugnante el olor, desconfían del aspecto. Lo desechan; b) otro sector, menor por cierto, tiene referencias de lo que es. Pero, por cuestiones culturales, lo prepara en tacos, con huevo y frijoles; c) un sector muy reducido celebra el gesto, ha probado el caviar y es un manjar que no desprecia. Sabe cocinarlo. Lo disfruta.

Siguiendo este ejercicio hipotético, veríamos que quienes más se beneficiarían serían aquéllos que de una u otra manera tienen acceso al caviar. El resto muy remotamente tendría un provecho en esa misma acción. El único contacto que tuvieron con ese alimento fue desagradable, no cumplió las expectativas (en caso de existir) o de plano fue algo ajeno a nuestras prácticas culinarias: nadie pide en la taquería: “Dame dos de lengua, uno de sesos y otro de caviar”.

 

II

El triunfo de Donald Trump en el país vecino del norte deja al descubierto varios puntos que se han discutido durante estos días: la convicción de un discurso racista y excluyente, la mercadotecnia como argumento más poderoso que el análisis, la descalificación apabullando las propuestas, la exposición mediática sobre los temas medulares; además de mostrar que una mayor cantidad de lectura no hace mejores seres humanos per se. Estados Unidos tiene mejores indicadores en este rubro que nuestro país, y sin embargo, la decisión de una mayoría expuso que hay simpatía o aceptación de toda la perorata de Trump. Leer no los hizo mejores.

 

III

En el primer caso, los beneficios tendrían un impacto más efectivo en la población en la medida en que fueran educados, insisto, acompañados para sacar mejor provecho del caviar. Una degustación previa, opciones de preparación, orientación en su consumo, reconocimiento de usos y costumbres gastronómicas, experimentación. En una palabra, que alguna persona estuviera mediando el encuentro entre un sujeto y un objeto ajenos. Desde luego el posible mediador tiene que apreciar el caviar. No es concebible que realice su rol si a los primeros contactos con sus pupilas gustativas se impone la náusea. Lo mismo sucede con la lectura y el libro.

En el segundo caso nos lleva a pensar en los mitos en torno al libro y la lectura. En las semanas anteriores fuimos testigos de la campaña en contra de los matrimonios igualitarios y su derecho a la adopción. Curiosamente muchos de los que se manifestaron en las calles, leen en la privacidad de su hogar o Iglesia la Biblia. Otros la llevan bajo el brazo o en sus bolsas y mochilas. La han leído. No sé si completa, pero la han leído, la estudian, pero omiten un versículo: “Dejen de juzgar, para que no sean juzgados” (Mat. 7:1-5). Cada quien lee lo anterior desde su mismidad, cada quien (los defensores y detractores del matrimonio igualitario), creen que son mejores. Y ambos bandos llevan libros.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_270

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