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jueves, 18 abril, 2024
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Hablan en Acentos sobre la seducción de la voz y la palabra: la narración oral

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Por: ALMA RÍOS •

■ Propone Márquez a todas las personas, preocuparse por “hermosear” este recurso

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■ Al compartir historias se transmite “lo más humano del hombre”, afirma narradora oral

La voz tiene diversas cualidades: tesitura, volúmenes, modulaciones, intencionalidades. La voz es caricia, pero también latigazo cuando es grito. Es construcción y destrucción. Es tejedora de puentes cuando encuentra un oído para ser escuchada. Es, un salvavidas y un salvoconducto para otras realidades, porque la voz es el vehículo de la palabra.

“En el principio era el verbo, y el verbo era con Dios…” con una cita de identidad para el mundo occidental que ha trascendido las generaciones, iniciaron María Eugenia Márquez, narradora oral, y Carlos Navarrete, conductor del programa Acentos, la emisión dedicada a la seducción de la voz y la palabra.

Tras ofrecer una enumeración de las cualidades “de la maravilla de este instrumento musical, tu aparato fonador”, que hay que ir desarrollando “si quieres dedicarte a la narración oral”, María Eugenia Márquez propuso como un compromiso no nada más para estos artistas, los narradores, sino para todas las personas, el preocuparse por “hermosearla”.

Los mensajes expresados por una voz modulada son mejor recibidos por el otro, pues cuando un instrumento desafina, ejemplificó en el caso de un concierto, “lo adviertes y cierras el oído”.

Precisamente entre el oído y la voz coexiste una comunión total que ha permitido el rescate de la tradición oral mediante la que culturas, incluso más ricas que las perpetuadas a través de la palabra escrita, han permanecido vivas, expuso la directora de la Compañía Estatal de Narración Oral.

No obstante, expuso Carlos Navarrete, “la voz que madura” quema duro. Dijo el jefe de Información de La Jornada Zacatecas aludiendo al juego de palabras del poema Nocturno en que nada se oye de Xavier Villaurrutia. Y destacar su carácter efímero y a la par seductor.

“Es la seducción de lo efímero”, sentenció Márquez, para confirmar esta naturaleza. “Es cierto, la voz desaparece, hay un lapso de tiempo en que está presente y al siguiente segundo ya no está, pero todo en la vida es así”.

Sin que a veces se recuerden las palabras exactas de lo escuchado, no obstante permanecerá “el movimiento interno en tu corazón que suscitó la voz que te habló y te dio un mensaje”, dijo.

Así han trascendido las historias que “nos van marcando”. De los viejos de la tribu, a los aedos y de éstos a los juglares, la tradición oral no sólo no ha muerto sino que madura, propuso Navarrete.

“Háblame no te vayas”. La frase de La voz humana, monólogo de Jean Cocteau, resume la necesidad de tender puentes con los otros a través de la voz, “porque la voz es el vehículo de la palabra” sin la cual seríamos unas islas solas, dijo María Eugenia Márquez.

Pueden pensarse a los cuenteros comunitarios en la época de las cavernas, quienes sin un lenguaje tan articulado y estructurado como el de hoy día se comunicaban quizás con una voz gutural y de entonces a los aedos griegos, los rápsodos como Homero, primero narrador que escritor de historias frente a los públicos.

Ya en la Edad Media, los juglares recorrían las ciudades no sólo llevando sus historias de unas a otras, sino como pregoneros alertando a los pueblos acerca de lo ocurrido en otras latitudes y realidades.

También los vikingos en sus sagas relataban sus luchas en el mar contra los craken, monstruos marinos que, ficción o verdad, seducían a las audiencias, quienes durante 21 días recibían a las expediciones y entre comilonas frente al fuego escuchaban a los mejores narradores.

Pero esta capacidad de que el abuelo juntara a la familia, que se escuchara la historia del tío o la viejita de la esquina contando a los chiquillos sus historias, empezó a perderse con la modernidad, hizo el recuento María Eugenia Márquez.

Con la estructura primordial de la familia en torno al patriarca donde en un solo espacio convivían abuelos, padres e hijos, también se fueron perdiendo las historias, dijo.

En 1960 en Cuba, Garzón Céspedes retomó los esquemas que la sociedad había ido perdiendo y los puso al servicio de las grandes masas al iniciar un movimiento por la narración oral del que nace como disciplina artística, hoy centrada en enseñar fórmulas comunales de comunicación.

El narrador oral intenta hoy, poner a la vista de los demás que la comunicación cosificada de la sociedad de consumo debe romperse, porque si no, “corremos el riesgo de que nos lleven entre las patas de los caballos y se pierda la esencia del ser humano”, expuso.

Es, “un artista del desamparo”. Sin telones de fondo, que tal vez debajo de un árbol pone su talento, su voz, y una historia que contar, observó la también fundadora del Festival Internacional de Narración Oral que ya lleva 10 años de celebrarse en Zacatecas.

¿Quién está contando las historias del mundo y su sociedad de consumo, su homogenización, su automatismo y de la velocidad con que quiere vivirse actualmente la vida?, ¿Quién cuenta estas historias en México y en Zacatecas, y quién las escucha?, preguntó Carlos Navarrete.

La respuesta tiene “una amplitud que asusta”, dijo Márquez. Quien cuenta estas historias no es un poder local sino mundial que bombardea ideas publicitarias surgidas en una factoría de entre 100 a 150 personas, para estandarizar a millones a través de los medios de comunicación, “para comprar cierto tipo de desodorantes y cosas que prometan la felicidad”.

“Vive, usa, toma, desecha” ordena la sociedad de consumo. Contra los imperativos, el contador de historias narra mundos diferentes que construye con la participación activa del quién le escucha.

“Son varios lenguajes y tú sabes que les está llegando directo al corazón”. Hay brillo en los ojos del oyente, miradas que se entrecruzan y cuerpos que se adelantan en la silla para mejor escuchar, para mejor acercarse, observa.

Luego viene la sentencia: “Todos somos algo importantísimo. Somos historias. Y somos historias que merecen ser escuchadas y tener empatía con las de muchos otros que han padecido”, dijo.

Sin embargo, se han creado generaciones de silencio donde al hombre no le ha quedado otra cosa que tomar las armas para defenderse, agregó.

En algunos círculos normalistas, dijo, hay preocupación por la formación de “generaciones del silencio”.

Dijo se ha ido dejando a los alumnos en una especie de incultura lingüística, “en una especie de amputación del alma para construir tu propia historia y contarla ante los demás”.

De esta manera propuso una pregunta para “este México tan golpeado por la violencia: ¿Quién nos contó que se tendrían que tomar las armas para poder hacer lo que nosotros quisiéramos y que el dinero tendría que tener un valor superlativo a la vida de los seres humanos?”.

La historia, dijo, se ha transmitido durante muchos años, y se han construido con ella “esas generaciones de silencio” en que al hombre no le queda otra cosa que tomar las armas para defenderse.

Cuando existe la posibilidad de la defensa mediante la palabra, “las armas van quedando de lado. No las necesitas (…) Arquímedes decía: denme una palanca y moveré al mundo. Yo creo que la palanca es la palabra”.

Nos hemos quedado aislados y sordos sin poder ver con cercanía al otro, como islas individuales, egocéntricas que no se apoyan, no se comunican, triunfa pues el silencio y la mudez, dijo Carlos Navarrete en alusión al planteamiento de Naomi Klein propuesto en su libro La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre.

Al planteamiento asintió María Eugenia Márquez y agregó que realmente hay un intento  desde el poder, a quien le conviene ese estado de shock, pues nos deja “en vulnerabilidad total, sin capacidad para tomar decisiones en grupo”.

A diferencia de los ojos o la nariz, es más difícil cerrar los oídos a la contaminación auditiva que hoy aísla al individuo.

“Sólo que nos pongamos cera como para bajar a buscar perlas al fondo del mar…eso sería una alegoría muy importante para pensar en aquél que dice: cierro los oídos a todo pero bajo a buscar perlas. Ese es el narrador”.

“Si aprendemos todos a ir poniendo la maravilla que es la voz, tu instrumento musical que traes, tu aparato fonador, al servicio de las historias” para compartirlas y escucharlas, se aprenderán formas de resistencia.

También para eso sirve la narración oral, dijo, para crear resiliencia, la capacidad de enfrentar dificultades. Al compartir historias se transmite “lo más humano del hombre”, relatos que preparan a otros para enfrentarlas y tomar decisiones.

La voz es una herramienta para la supervivencia del ser humano y de la sociedad. Un salvavidas al modo que lo utilizó Sherezada, “que nos puede ayudar a sobrevivir, a estar como islas cuando menos un poco más comunicadas”, dijo Navarrete.

“Islas con puentes”, propuso Márquez. Recordó que Sherezada es el ícono del narrador oral. Condenada a la muerte como estaba, “con un poco de malicia, otro mucho de buena voz y un mucho más de conocimiento sobre las historias de su pueblo” salvó su vida y las de las mujeres condenadas a morir en la noche después de la boda del sultán.

La voz entonces, como en Las mil y una noches se expresa como un salvavidas, un salvoconducto a otras realidades, dijo.

Propuso que todos en Zacatecas se apropiaran de él y recordó que hace 19 años comenzó el proyecto que ha culminado en la conformación de la Compañía de Narración Oral de Zacatecas.

Iniciado con callejoneadas de leyendas, el proyecto se sustentó en la convicción de la necesidad de apropiarse de los patrimonios arquitectónico e histórico de la ciudad, pero también de adecuarlos a las posibilidades actuales.

“Y eso sólo se logra a través de la voz, de la palabra. A través de compartir con el otro. Entonces este patrimonio intangible que es la oralidad, cobija a todos, pero también es el vaso comunicante entre la literatura escrita y las grandes masas”.

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