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viernes, 19 abril, 2024
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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

Partamos de dos hechos: uno: es indiscutible la popularidad que ha logrado el presidente López Obrador; dos: la popularidad no significa razón, y en esta época de ráfagas de información es tan frágil como un tuit. Pasemos al análisis.

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Según una encuesta publicada por el diario El Financiero, elaborada por el experto Alejandro Moreno, López Obrador no solo ha mantenido el nivel de popularidad con la que ganó la elección el primero de julio, pues, así como ésta aumentó hasta alcanzar, según la propia encuesta, un 77% en la primera quincena de su gobierno, ha seguido creciendo, hasta lograr, a la realización de dicho muestreo, hasta un 86%, es decir, casi diez puntos más. Las crisis lo han fortalecido por la maneta de atajarlas: ser él quien marque la agenda de medios todos los días, a través de sus ya conocidas conferencias mañaneras, no sólo ha demostrado que en comunicación, el que da la noticia, se apropia de ella, sino que además, ha entendido que hoy la tarea de gobernar comunicando se realiza a través de narrativa, es decir, la construcción de un relato político que le es consecuente, atractivo y sobre todo, creíble a la ciudadanía.

López Obrador, hace conectar la emoción popular con su mensaje y con la agenda de su gobierno. La reciente crisis del Huachicoleo, no solo no le afectó, terminó fortaleciendo su popularidad. El tema donde el presidente menos popularidad logró fue en su postura frente al tema Venezuela, sin embargo, sigue por arriba del 50%.

Difícil tarea a la que nos enfrentamos quiénes creemos que este gobierno podría hacer las cosas mejor. Las advertencias que vertimos y nuestra postura de indignación liberal, no funcionarán sí antes no hacemos una tarea de pedagogía política, pero sobre todo, de comunicación social, es decir, de persuasión respecto a las consecuencias negativas que percibimos de las acciones de este gobierno, las no pocas incongruencias que lleva y sobre todo, las decisiones tomadas que terminarán dañando el futuro de México, tal como lo vemos desde este punto del espectro político.

Como decía Daniel Moreno, director del portal Animal Político en una reciente entrevista con Javier Risco, no se trata de discutir ese 86 por ciento a la hora de analizar al gobierno. Para quienes nos encontramos frente a la opción política que representa el presidente el reto es mayor, tenemos que aprender a comunicar lo que pretendemos que mejore o las razones por las que nos le oponemos en ciertas cuestiones, atendiendo a esta realidad, no solo somos minoría, además somo una minoría que cada día decrece por la falta de capacidad para comunicar nuestras posturas y hacerlas coincidir con lo que la gente espera, desea y entiende que es mejor para sí y su futuro.

Las cifras incumplidas, las promesas irrealizadas y el futuro por andar, son parte del problema y no de la solución, hay que entenderlo. Hay que pasar al punto de acciones consistentes, mensajes coherentes y posiciones emocionantes. La política hoy no es más lo que fue: se ha convertido en una arena en la comunicación dejó de ser instrumento para convertirse en eje, el éxito mismo y la posibilidad de implementación de las políticas públicas, dependen de ella.

Luego entonces, en la convicción de que las mayorías, entre más grandes, más poderosas y más emocionales, son más peligrosas (perdone usted, liberal soy), hay que reducir ese 86 por ciento, no en demérito del presidente, sino en favor de una democracia funcional.

@CarlosETorres_

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