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jueves, 25 abril, 2024
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“No podemos ver el caso de Bolivia de una manera aislada”: Ernesto Flores

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Por: ALEJANDRO ORTEGA NERI •

■ Antes del golpe de Estado en ese país, más las movilizaciones en Ecuador y Chile hablan de que el “subsuelo político” se está moviendo y sin importar si son derecha o izquierda

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■ Opina que Evo Morales lo que hizo fue adecuar un neoliberalismo pero con intervención estatal

 

Para entender el conflicto y la situación en Bolivia hay que informarse más allá de lo que emiten los medios de comunicación y entender que no es una problema aislado, porque lo que pasó antes del golpe de Estado, más las movilizaciones en Ecuador y Chile hablan de que el “subsuelo político” se está moviendo y sin importar si son derecha o izquierda, están saliendo a las calles a reclamar a quien no los representa, algo que por el momento no pasa en México pero que tampoco puede perderse de vista, considera el especialista en estudios latinoamericanos, Ernesto Flores Escareño.

La historia reciente de Bolivia habría que revisarla desde varias aristas para entender lo que ha pasado en las últimas horas en el país andino. De acuerdo con Flores Escareño, primero habría que recordar cómo llegó Evo Morales al poder, un producto de movilizaciones populares: la “Guerra del agua” en año 2000, luego la “Guerra del gas” en 2003, movimientos que ayudaron a tumbar a dos gobiernos que estaban tratando de profundizar más la lógica neoliberal.

Evo Morales, recuerda el también historiador, llegó con profundo apoyo popular, pues era líder sindical cocalero, pero, “como ocurre cuando se llega al poder del Estado”, protagonizó varias traiciones al mismo movimiento, como el pacto con los grandes terratenientes del oriente boliviano que traicionó la reivindicación de la propiedad del territorio de manera comunal prometida y que le valieron rupturas también como la que se dio con el intelectual Luis Tapia.

Morales, explica el investigador, lo que hizo fue adecuar un neoliberalismo pero con intervención estatal, “lo que podría parecer una blasfemia para los neoliberales ortodoxos” pues, es decir, el Estado se encargó de administrar las cosas que el neoliberalismo no estaba pudiendo desde su perspectiva de libre mercado, esto sumado a otras confrontaciones, como quitarle el subsidio a los hidrocarburos que generó el descontento en los indígenas.

Luego en 2016 se dio un referéndum para saber si el pueblo quería que Evo se reeligiera y el resultado fue negativo, eso, a decir de Flores Escareño, fue minando la confianza y credibilidad en su gobierno. Y si al final de cuentas se habla de que administró buenos programas sociales, por otro lado siguió teniendo acuerdo con multinacionales extractivistas.

“Todo este clima de inconformidad generó una movilización que no es solamente de la derecha como nos quieren hacer creer”, pues tras las elecciones del 20 de octubre en las que Evo resultó ganador después de una caída del sistema, comenzaron las movilizaciones de algunos sectores opositores pero también de grupos afines a Evo, movimientos territoriales y feministas que comenzaron a salir a las calles para decirle al presidente que no querían su reelección.

Dentro de la intensidad de las movilizaciones, detalla el también docente del Cobaez, surge la acción evangélica de ultraderecha de Luis Fernando Camacho, quien aprovechó la situación y se “montó” en una serie de protestas y movilizaciones que no comenzaron precisamente por ellos.

“Que es un golpe de Estado, sí, pero ese golpe se convirtió hasta el final de todas las movilizaciones”, aclara, pues los miliares se mantuvieron salvaguardando sus intereses, porque han sido de los más beneficiados durante el gobierno de Evo Morales, y se mantuvieron al margen hasta que la OEA dijo que sí hubo un fraude y es cuando le sugieren al presidente renunciar, algo que genera sospecha para el mismo historiador, puesto que la misma OEA una semana antes declaró que las protestas en Chile estaban financiadas por Venezuela y Cuba.

Para Flores Escareño la polarización de opiniones que ha generado este conflicto se debe a lo que publican parcialmente los medios, aunque considera que se debe reconocer que ser de “derecha, golpista, antidemocrático o anticomunista” en el mundo actual ya no está tan bien definido.

“Lo curioso es que ahora que México abre las puertas, acá también todos parten de la idea de estar a favor o en contra. Que el gobierno reciba o no reciba a Evo Morales, en términos personales lo mismo me da, porque también tenemos un gobierno gatopardo, que ni se asume de izquierda y que a su vez está aliado con grupos evangélicos”.

“No podemos ver el caso de Bolivia de una manera aislada, es una idea de entender lo que ocurrió en Ecuador hace unas semanas y anclarlo con lo que ocurre en Chile; es el subsuelo, la movilización popular la que está saliendo a las calles a decir, enterados o no, ‘la forma en la que administras los recursos y nuestra vida no nos está respondiendo y no la queremos’ y sale de discursos de izquierda o derecha. Es un enojo y una rabia que se ha contenido en México gracias a un nuevo gobierno que se asume como luchador de causas, pero que no genera democratización real, sino que promueve la figura del aparato de Estado que interviene en todos los rubros, como hizo el de Evo Morales”.

Lo que no se puede ignorar, según el estudioso, es que hay un endurecimiento de los conservadores de derecha, de los grupos “más recalcitrantes” que vieron que el neoliberalismo no les dio los frutos que esperaban y entonces se volvieron a un “capitalismo nacional” que se observa en casos como Donald Trump, Bolsonaro y ahora Camacho en Bolivia. Una derecha que está tomando impulso y que no se debe de perder de vista porque en México también se tiene.

Luego del golpe de Estado en Bolivia, para Flores Escareño el panorama político en el continente se puede entender en dos niveles: el primero tiene que ver con que “el capital es muy listo” y es el que genera las pugnas en el continente y dicta los cambios que cada cierto tiempo deben hacer las naciones para que no pongan en peligro sus intereses: de ahí se entiende la derrota de Macri en Argentina, la liberación de Lula en Brasil y ahora el derrocamiento de Evo en Bolivia, cambios que sirven también para contener irrupciones sociales.

El segundo nivel es que harán que la atención se centre en las administraciones del Estado, los ordenamientos jurídicos y en las políticas públicas, para que se pierda de vista qué es lo que pasa en términos del reparto de la propiedad de los recursos estratégicos, del incremento del extractivismo y la privatización de los recursos forestales y del agua, que es lo que realmente le interesa al capital, un “fascismo ecológico” que proviene desde el nazismo, quienes fundaron la idea de que los recursos pertenecen a la supremacía, de ahí que se entienda también el racismo más profundo y la xenofobia que existe en el continente, una idea imperialista que ya no tiene patria, concluye.

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