El Festival de Cine de Berlín, uno de los tres grandes de Europa y del mundo, se resiste a anularse o a realizarse en distancia.
Una edición marcada aún duramente por la epidemia y que ha preferido asumir los riesgos de exigir Test diarios, mascarillas quirúrgicas y cartillas de vacunación contra el Covid oficiales, antes que volver a una edición por Internet.
Los riesgos asumidos son evidentes en las salas de cine: poca asistencia de público, de invitados y de periodistas.
Proyecciones de cine que hasta hace un par de años eran largas colas y odiseas para conseguir boletos, ahora tienen apenas 15 espectadores.
El festival normalmente tiene 10 días de competencia, ahora está reducido a seis, del 10 al 16 de febrero; los cuatro días restantes están dedicados a la re-proyección de las películas seleccionadas, pero el Oso de Oro y los demás premios serán entregados justo el 16 de febrero.
Ausencia de grandes estrellas gancho del cine hollywoodense, aunque no son la constante de otras ediciones, incrementa la ausencia de olas de periodistas.
El cine mexicano, sin embargo, tiene una película en Competencia Túnica de gemas, de Natalia López, con la producción de Joaquín del Paso, Carlos Reygadas y Fernanda de la Peza. Además de otras cinco películas en diversas secciones, el director Samuel Kishi (Los Lobos, 2019) es jurado de la sección Generation Kplus.
La alfombra roja del Palacio del Festival está casi sola, apenas si una decena de fotógrafos están instalados en la zona de recepción para las proyecciones de gala, una soledad que se siente más fría a 0 grados de temperatura.
Unos 3 Foodtrucks en los callejones con el olor a salchicha y arroz con curry rompe la tristeza de la edición.
Pero menos mal que hay festivales que contra frío y consignas gubernamentales, y en otros casos comodidad de los organizadores, rechazan continuar con el internet como substituto de las pantallas y los espectadores. Nada como el cine en el cine, y esperamos que les guste la cobertura 2022.
