La Gualdra 569 / Río de palabras
Somos de donde nacemos, la vida que tengamos después no importa. Nuestra razón, nuestro caminar, pero sobre todo nuestro sentimiento estará volviendo siempre a estas raíces. El viejo, se queda callado viendo al horizonte y retoma su monólogo. No vaya a pensar mal, no es que desprecie todo lo que me dio ése que ahora dice que es su país. Si no me hubiera ido a lo mejor me hubiera muerto de hambre, aunque lo hubiera preferido. Imagínese, allá me la pasaba trabaje y trabaje, más duro que ese burro viejo que ve ahí en el corral, ensillado, ahora nomás sirve para pasearlos a sus hijos y a ustedes cuando vienen. Allá el jale lo es todo, despertarse ir a las yardas, ver crecer las flores, el pasto, pensando en cuánta de esa tierra nomás de adorno podría dar maíz o árboles frutales. Allá lo que abunda es la comida, a veces pensaba que sólo comía para calmar el hambre de la alegría que me faltaba. Por eso en cuanto pude me vine, la tierra siempre lo llama a uno. No crea, a veces sí me las veo duras, pero pues un cinco de allá son como cien de aquí y con eso ahí la llevamos, pero pues lujos o viajes, todo eso que sueña uno que va a hacer cuando está joven pues nomás no, no nos alcanza. El viejo deja su asiento y va al fuego a atizar con leña para que no se consuma. Pero también, no crea, aquí tampoco está uno del todo contento, de aquí somos, pero pues allá se nos queda otro pedazo de alma, por eso andamos como divididos, pero pues la tierra llama, es como un hilo que lo jala a uno, como una cuerda que lo ata, que le dice: de aquí eres, aquí quedarás enterrado, aquí vendrán tus hijos que andan desbalagados a pasear de vez en cuando a oler estos aires, a encontrar una vez más su tierra. Calla, mirando una vez más al horizonte.
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