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domingo, 28 abril, 2024
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El paso de Porfirio Muñoz Ledo por la izquierda mexicana

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

En 1979, después de obtener el registro electoral definitivo del PCM, y lograr una representación en la Cámara de Diputados, Arnoldo Martínez Verdugo propuso una campaña unitaria muy audaz que desembocó en 1988, en el polo de izquierda más competitivo de la historia. En 1981, el PCM se transformó en PSUM, y éste, tras una fusión con el PMT, dio paso al PMS. En 1988, después de meses de campaña intensa de Heberto Castillo, por un lado, y de Cuauhtémoc Cárdenas (CCS) por otro, Heberto autorizó la aplicación de una encuesta cuyo reporte mostró que CCS era quien tenía más posibilidades de ganar la presidencia, ante lo cual, con gran altura de miras, Heberto decidió declinar su candidatura, hecho que se concretó, días después, en una ríspida reunión de él con CCS, en casa de Gilberto Rincón, presidente del PMS. Atrás quedaron las diferencias entre ellos mostradas en el transcurso de sus campañas. Con ello, a poco más de un mes de la jornada electoral del 6 de julio de 1988, las izquierdas se convirtieron en un polo alternativo muy competitivo, que adquirió el nombre de Frente Democrático Nacional. 

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El proceso electoral de 1988 fue apasionante y me tocó vivirlo de cerca, como parte de un equipo encabezado por Porfirio y Gilberto Rincón, que tenía el propósito de encontrar acuerdos entre el PMS y la CD. Uno de esos acuerdos fue que Gilberto designara a Porfirio como representante del PMS ante el IFE durante la campaña electoral. El crecimiento explosivo de las tendencias electorales, a favor del FDN, y la escasa convicción democrática de la élite del poder, provocaron que recurrieran al fraude para imponer a Carlos Salinas de Gortari en la presidencia. Fue la prudencia de CCS lo que evitó un baño de sangre, pues recibió comunicados de grupos de todo el país dispuestos a apoyar una rebelión. En lugar de ello, a fines de 1988, en uno de muchos eventos con el Zócalo lleno, CCS convocó a construir, entre todos y desde abajo, un nuevo partido con capacidades para impedir fraudes como el que acababa de sufrir. El 5 de mayo de 1989 nació el PRD, como último eslabón de la cadena de alianzas y fusiones iniciada 10 años antes por la visión histórica de Arnoldo Martínez Verdugo. Su programa fue redactado, en lo esencial, por Muñoz Ledo. 

La dirección del nuevo partido fue encabezada por CSC. La distribución de tareas entre los dirigentes incluyó la designación de Porfirio y Gilberto Rincón para encabezar las importantes Secretarías de Organización y Asuntos electorales, respectivamente, y yo asumí una de las Subsecretarías de Organización. Al poco tiempo, inexplicablemente, CCS decidió destituir a Rincón y a Porfirio, lo que abrió paso a la constitución de las corrientes al interior del PRD, pues dividió a los dirigentes en dos bandos, el de quienes apoyaron la destitución y el de quienes no lo hicimos y defendimos su permanencia a la cabeza de sus Secretarías. A partir de entonces, cada decisión conduciría a nuevos enfrentamientos y a profundizar la fragmentación en la dirección. 

Un ejemplo del debate intenso dentro del partido fue el que ocurrió en agosto de 1995 sobre la línea a seguir ante la crisis económica grave y de enfrentamiento entre Salinas y Zedillo sobre su responsabilidad en el llamado «error de diciembre». El partido se polarizó alrededor de dos posturas: una de CCS, cuyo núcleo era exigir la renuncia de Zedillo y la integración de un gobierno de salvación nacional, y otra de Porfirio, ya en funciones de presidente nacional, que señalaba que no debíamos colocarnos en la trinchera de Salinas dado su enfrentamiento con Zedillo, por lo que deberíamos plantear una profunda reforma del Estado para abordar los grandes problemas. Para definir la postura oficial, se convocó al Congreso Nacional, al que asistieron delegados electos en todas las entidades. El Congreso apoyó la propuesta de Porfirio y, con ello, preparó el terreno para la gran reforma electoral de 1996, de la que emergió la independencia del IFE, la democratización del departamento del Distrito Federal y una nueva fórmula de financiamiento a los partidos, entre otros asuntos muy importantes.

En 1997, ya con AMLO como presidente nacional del PRD, surgió un nuevo diferendo entre CCS y Porfirio por la candidatura a la jefatura de gobierno de la CdMx. Porfirio argumentaba que él conocía mejor la ciudad y había logrado la reforma del DF, pero Cuauhtémoc forzó una elección primaria y después ganó la constitucional. Esas diferencias llegaron a la ruptura en el año 2000, cuando, sin acuerdo entre los dirigentes, CCS consiguió, sorpresivamente, a fines de 1999, que el PT lo designara su candidato presidencial, y con ello, colocaba al PRD entre la espada y la pared. Eso provocó que Porfirio y Gilberto Rincón, además de Manuel Camacho, que actuaba como aliado cercano, decidieran construir sus respectivas candidaturas presidenciales. A la postre, el triunfador fue Vicente Fox.

Después de su aventura del 2000, Porfirio Muñoz Ledo se sumó a la gran movilización provocada por el desafuero de AMLO para impedirle su candidatura presidencial en el 2006. Fue muy sorprendente que, ante un Zócalo lleno a reventar, Andrés Manuel le pidiera tomar la palabra, lo que provocó una tormenta de abucheos que amainó solo por un llamado del propio AMLO. No fue ninguna sorpresa que sus dotes oratorias le ayudaran a superar el episodio. En el 2018, Porfirio fue electo diputado federal de Morena y designado presidente de la mesa directiva de la Cámara, y con esa investidura le entregó la banda presidencial al nuevo presidente. Fue una pena observar su incomprensible devenir durante los 3 últimos años, pero ello no opaca sus contribuciones a la democratización del país. 

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