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lunes, 18 marzo, 2024
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Apuntes para comprender a nuestra derecha política

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Por: BENJAMÍN MOCTEZUMA LONGORIA •

En un pequeño lapso de tiempo, la derecha mexicana ha recibido un sinnúmero de derrotas políticas y, a juzgar por sus hechos, continúa sin tocar fondo. Por ese motivo, no hemos visto la autocrítica y la reflexión necesaria, lo cual permite vaticinar que continuarán viviendo derrota tras derrota. Los mismos comentaristas, intelectuales o politólogos de la derecha, tienen serios problemas metodológicos para abordar el tema con propiedad y de forma crítica.

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Uno de los errores mayores de nuestra derecha consistió en perder la relativa autonomía de rumbo, en su forma de hacer política y terminar abiertamente dirigida por esa parte del sector empresarial parasitario que ha vivido de los privilegios de recibir inyección de recursos públicos a sus negocios, de los beneficios que les dejó el proceso de privatización, recoger migajas del sector empresarial transnacional, beneficiarse de la evasión de impuestos e integrarse a las relaciones que emergen de una economía basada en la diversidad de las actividades ilícitas.

Si antes no era tan evidente el vínculo directo, entre la clase burguesa y la derecha mexicana, ahora se muestra con una gran nitidez. Incluso, en partidos que, como el PRD, antes parecieron defender los intereses de los desposeídos, ahora se les ve fusionados con el sector burgués más reaccionario, antinacionalista, autoritario, antipopular y socialmente depredador.

Personajes como Gustavo de Hoyos, de la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX); Claudio X. González, de la ONG Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), son personajes del sector empresarial que, lejos de los nombres de sus membretes organizativos, trafican con influencias, promueven la corrupción a beneficio de los suyos y ordenan la práctica política a los partidos de la oposición que los representan. Ahí está una de las fallas de la derecha opositora de México.

La coalición PRI-PAN-PRD, que llegaron a ser los tres grandes partidos de México, representando 3 proyectos nacionales distintos, pueden coincidir entre sí en el momento en que sus relaciones fundamentales se alejaron de la sociedad y se fusionaron ideológica, orgánica, política, y financieramente, de ese segmento empresarial.

Para esos partidos burgueses y sus dirigentes, las bases sociales sólo existen en cuanto son portadores de sufragios que se pueden comprar y, otros más, obtener por la vía publicitaria, de la misma manera en que se consiguen los clientes o compradores de cualquier mercancía. La lógica de su razonamiento usurero los encierra en un pensamiento enfocado a la obtención del máximo beneficio económico para sí mismos y la clase social capitalista a la que ya ni siquiera representan políticamente porque ahora los dirigen de forma directa.

De esa práctica política se desprende una concepción burguesa y deshumanizada del sujeto político. Al ciudadano se le ve, y se le trata, como ser desprovisto de intereses de clase socialmente contrapuestos e incapaz de forjarse una conciencia de clase que, de igual forma, resulta irreconciliable con los intereses de sus opresores que, en cambio, los conciben como seres socialmente débiles y sometibles a su sed de más y más riqueza.

Es parte de la lógica capitalista exprimir, sin tardanza alguna, toda sustancia que produzca valor y apropiarse de ella. Esa misma lógica tratan de imprimir en los asuntos públicos. No cabe en su pensamiento la planeación de los grandes planes a largo plazo. Su lema podría ser: “no dejes para mañana lo que puedas apropiarte ahora”.

Por eso, la derecha mexicana, y los partidos políticos en que se monta, no logra identificarse políticamente con el grueso de la población mexicana porque le resulta imposible pensar como pueblo y enarbolar las banderas de éste. Una alternativa para las mayorías no podrá forjarse en un programa de transformaciones, mientras las demandas y reivindicaciones ideológicas y políticas sean dirigidas y enfocadas a resolver los anhelos de los que ya tienen mucho.

Defensas del despilfarro, como las del INE de Lorenzo Córdova, o las de la Suprema Corte de Justicia de la Nacional de Norma Piña, o la transferencia de recursos públicos a las empresas de la comunicación, mediadas por los llamados contratos publicitarios, así como la compra monopolizada de medicamentos, y muchas otras prácticas, sólo son ejemplo de esa concepción de la política que emerge de la lógica del capitalismo neoliberal.

¿Entonces, cuáles son los lineamientos, o acciones concretas, de la estrategia política de la derecha? Sustituir la formación política, el surgimiento de la conciencia social de clase, la transparencia y la comunicación social por la estrategia de la propaganda, la publicidad, la ideología (falsa conciencia) que usan cualquier discurso o narrativa de descrédito, aunque en un corto plazo, sucumba por la realidad. Así aparece la diatriba, la mofa, el morbo, la calumnia, la difamación, el calificativo y la adjetivación. Cualquier esfuerzo de comprender teóricamente la realidad se encuentra fuera de esa estrategia.

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