Sin lugar a duda, lo que vimos en las elecciones del pasado domingo, sobre todo en el Estado de México, fue una elección de Estado orquestada con toda la maquinaria oficial y recursos públicos por el presidente Andrés Manuel López Obrador. El hostigamiento sobre el retiro de programas sociales fueron determinantes para que muchos ciudadanos emitieran su voto en favor de la maestra Delfina Gómez, candidata del partido oficial.
Según el Programa de resultados preliminares, MORENA obtuvo el triunfo en la entidad más poblada del país, pero “no fue arrollador”, según las expectativas del presidente. A pesar de que los cómputos distritales se llevan a cabo por estos días (entre el 7 al 10 de este mes), tenemos los siguientes datos:
- Padrón electoral: 12 millones 705 mil 859 ciudadanos.
De ellos, sólo votaron 6 millones 200 ciudadanos. Hubo un 51.9 de abstencionismo.
- La maestra Delfina, de la Coalición MORENA, PT Y PVEM, obtuvo 3 millones 272 mil votos, es decir el 52.65 por cuento.
- Alejandra del Moral, de la Alianza PRI, PAN, PRD, 2 millones 755 mil 532 votos, lo que representa el 44.34 por ciento.
- La diferencia entre ambas, 567 mil 468 votos. Equivalente al 8.31 por ciento.
Cifra que no tienen exactitud a la esperada: del 20 por ciento en adelante.
En fin… dejemos todo eso por un lado y esperemos resultados de los cómputos distritales. Vamos a comentar nuestro tema de hoy, según el título de la presente colaboración.
Para tal efecto, debemos recordar que existen varios tipos de poder, entre ellos el económico, militar, empresarial y eclesiástico. Hay otro, el político que deriva del concepto mismo de Estado, entendido como la organización jurídica de una sociedad, establecida en un determinado territorio, bajo un poder de dominación, es decir, bajo un poder dominante, que da lugar a los tres poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
Al respecto, el último mencionado tiene una característica particular en relación con los dos primeros. Es el único que no es electo por voto directo de la ciudadanía, sino por juicio de mérito y evaluación, de parte de los otros poderes públicos también encargados de relegitimarlo o cambiarlo. Sin embargo, el Poder Judicial mismo debe velar porque, incluso la elección de sus miembros, se dé en el marco de la ley.
La palabra poder proviene del verbo latino potere, cuyo origen se encuentra en la expresión pote est (“puede ser” o “es posible”), de donde viene nuestro verbo hispano poder, o sea, ser capaz de algo. De modo que, en principio, el sustantivo poder es la capacidad de algo o alguien de hacer otra cosa posible. De este modo, tener poder comúnmente significa tener la capacidad de hacer que determinadas cosas ocurran. Los poderosos (o sea los que tienen poder) son quienes hacen posible las cosas, quienes determinan si algo ocurre o no. Esto también implica tener las capacidades necesarias para ello, sean del tipo que sean: sociales, legales, militares, económicas, etc.
Tras la caída del antiguo régimen durante la Edad Media, se abolió el absolutismo como sistema de gobierno, en el que un rey y su séquito tenían el control pleno e indiscutible del Estado, en su lugar, las nuevas sociedades establecieron que el Poder del Estado fuera ejercido por toda la ciudadanía.
Dependiendo de la forma en que se ejerce el poder político existen estos regímenes:
- Autoritarismo. Quien lo ejerce busca acallar a los disidentes y evitar sus expresiones en público.
- Totalitarismo. Busca no solo acallar, sino también extirpar las formas de pensamiento opuestas, mediante el adoctrinamiento y la remodelación de las mentalidades culturales.
- Absolutismo. Régimen político en el que una autoridad domina todas las manifestaciones del poder del Estado, que puede ejercer sin límites. El rey ejerce el poder sin restricciones porque le viene de Dios.
- Tiranía. Forma de gobierno en la que el gobernante tiene un poder total o absoluto, no limitado por leyes, especialmente cuando lo obtiene por medios ilícitos y abusa de su superioridad en el trato con los demás poderes e instituciones y personas.
- Democracia. Es considerada como una forma de gobierno justa y conveniente para vivir en armonía. En una democracia real, la participación de la ciudadanía es el factor determinante que materializa los cambios, por lo que es necesario que, entre gobernantes y ciudadanos, se establezcan un diálogo para alcanzar objetivos comunes.
En nuestras sociedades actuales la idea de poder está asociada también a la de autoridad. De hecho, llamamos “autoridades”, a quienes, mediante diversas instituciones sociales y políticas, otorgamos (idealmente), el poder o la conducción de nuestras sociedades, para que, en nombre de todos, se tomen las decisiones más complejas. Así, la soberanía recae sobre los ciudadanos que pueden ser electos para cargos públicos, tomando decisiones respecto a dónde irá el país. Para ello, es necesario que el Estado tenga contrapesos, o sea, que su poder no sea absoluto e indiscutible, sino que pueda ser controlado por otras instancias públicas que son los llamados poderes del Estado. La democracia poder en beneficio de todos.
