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miércoles, 24 abril, 2024
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Nuestro inconsciente político

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

Fredric Jameson, en “The Political Unconscious: Narrativeas a Socially Symbolic Act” (Methuen, (1981) Londres”), propuso que en los textos de la alta y baja cultura, en la misma distinción entre obras canónicas y “vulgares”, podía localizarse la interrogación que ciertos grupos humanos hacen de la historia y su destino en ella, pero no como “mitos”, “arquetipos” o “proyecciones”, sino como auténticos conceptos con consecuencias prácticas. En la alta cultura mexicana aparecieron, casi al mismo tiempo, dos profundas interrogaciones sobre México, la identidad de los mexicanos y lo que el destino les deparaba que, en retrospectiva, se pueden ver como ejemplificaciones del “inconsciente político”. Por un lado, “El laberinto de la soledad” de Octavio Paz y por el otro la “filosofía de lo mexicano” del grupo Hiperión, auténticos paradigmas que inventaron la “mexicanología”. De las consecuencias que ambas versiones de lo mexicano tuvieron en la literatura y la política ni hablar: son inconmensurables. Baste recordar que el “Laberinto de la soledad” culmina con un mexicano que se abre al mundo, que olvida su “soledad” para hermanarse con “todos los hombres”. La metáfora es efectiva: no receta una ideología, pero la presupone por la vocación universalista que late en ella. Puede uno leer la construcción de toda la democracia mexicana, a partir de los 1970, como un despliegue de ese “abrirse al mundo”. Incluso la metáfora deja de serlo cuando se recuerda la apertura comercial que, desde los 1980, es parte sustancial de la “modernización” del país. Pero existe también la otra versión, el culto al terruño, el amor por lo “propio”, el disgusto ante lo “otro”, lo ajeno, las ideologías extranjerizantes. Podemos localizar esta formulación de México y su destino en la ideología de la Revolución Mexicana, en la construcción de los sectores del PRI, en la educación socialista de Lázaro Cárdenas, en la sustitución de importaciones y la importancia dada al Estado en la dirección de los destinos nacionales. Tales puntos de vista son construcciones narrativas más o menos verosímiles, pletóricas de contradicciones, que configuran un conflicto que se reproduce, con sus matices, en los diferentes estratos de la cultura mexicana. De hecho, cuando la ideología de la Revolución Mexicana dominaba, sus opositores eran necesariamente traidores a la patria, pero bajo la férula de la modernización los opositores a la apertura de México al mundo son, sin cortapisas, retardatarios, retrogradas. Ambos puntos de vista, en los diferentes discursos que producen, en los textos que amontonan a su alrededor y en los surgidos de las legiones de escritores becados por el Estado, constituyen el “inconsciente político” de nuestro país. ¿Cómo aparece ese inconsciente en la UAZ? Mediado por los conflictos propios de la vicisitud local, pero claro en los diferentes textos forjados desde las diferentes posiciones. Los más claros son los de los historiadores de la universidad, pero los ejemplos aleccionadores son los de los políticos universitarios. Para nadie que siga los eventos de la UAZ es un secreto que los temas más recurrentes son los de la corrupción y la falta de fondos, pero quizá resulte una sorpresa que bajo esas discusiones existen una serie de interrogaciones acerca de lo que los universitarios son, de lo que es la UAZ y del futuro que le aguarda. Desde las coordenadas del estricto presente la falta de fondos y la corrupción configuran un destino de miseria ante el que los diferentes actores toman posiciones desde las respuestas que consideran pertinentes a las preguntas que hemos esbozado. Quienes dirigen la UAZ parecen plegarse a la idea que los compromisos que firman con el gobierno federal son de fácil cumplimiento porque mantienen un control férreo de la comunidad universitaria, a grado tal que pueden lograr la reducción de derechos sin que haya reacción. Pero los grupos opositores, quizá para sorpresa de ellos mismos, descubren que los universitarios son receptivos a la idea de defenderse de la violación de su contrato y logran organizar un movimiento que impide que cinco documentos,absolutamente lesivos a las condiciones laborales, hayan sido votados en el Consejo Universitario. Por lo que se ve la narrativa de la administración central, esa idea que se puede aprobar documentos sin que haya mayores consecuencias, pierde credibilidad y los universitarios se toman en serio que sus derechos, su salario, su empleo y sus pensiones están en riesgo. Desde ahí, en medio del contestatarismo, existe una propuesta no bien articulada, vaga, contradictoria pero muy efectiva de lo que puede ser la universidad: una libre de acosos laborales, sin despidos injustificados, donde el acoso sexual no existe y el dispendio frívolo es una ficción. Nadie sabe cómo realizar esas esperanzas, los documentos que presentó la administración central no merecían sino el rechazo por pobres e inicuos, pero quedan como demostración de la imposibilidad que tiene la actual dirigencia universitaria de imaginar la universidad. ¿Pueden los grupos opositores configurar un proyecto creíble de universidad que satisfaga las aspiraciones de los universitarios que, en los días pasados, han logrado representar? Ese es ya el terreno de las utopías: en medio del capitalismo que nos rodea y no entendemos, mientras exista la relación de poseedor y desposeído, cualquier mapa del futuro contendrá terrores imprevisibles. ■

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