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domingo, 5 mayo, 2024
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Hablemos de política y futbol

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Por: MANUEL ESPARTACO GÓMEZ GARCÍA • admin-zenda • Admin •

Además de ser mis pasiones más arraigadas, sin duda estas dos actividades, por calificarlas de alguna manera, tienen similitudes, intereses, e incuso protagonistas en común. El futbol es política y la política se hace para el pueblo, el futbol es el deporte más popular del planeta, bastan dos piedras y un semiesférico para jugarlo, para hacer política basta (no siempre) con activar el cerebro.

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El deporte en si es política, no solo el futbol, y para muestra un botón: los mismos que desarrollaron el concepto como tal de política y democracia, fueron los que inventaron los juegos olímpicos, desde luego me refiero a los griegos.

Quizá la similitud más notable entre política y futbol sea en el sentido más pragmático, que ambos son herramientas de control al servicio del poder. Poder económico, poder político o ambos, siempre utilizados por el Gobierno para solucionar problemas y calmar protestas, total, si no funciona una, funcionara la otra.

Cabe hacer una aclaración antes de continuar, la concepción más pura de futbol es la que  viene a nuestra mente nuestra infancia en las calles pateando maltrechos balones y utilizando como porterías un par de mochilas cuando mucho, o cuando vemos las imágenes blanco y negro del primer mundial de Pele a sus 16 años, o las de portero del Guadalajara “tubo” Gómez parando tiros sin guantes, no sé, incluso hasta las imágenes del equipo de Argentina del México 86 comandado por Diego Armando Maradona y Burruchaga pudiesen considerarse sencillamente como futbol puro. Lejos de la mercadotecnia y aún sin el valor agregado del negocio por el solo hecho de hacer negocio, sino más bien como un aliciente, nos dan el preámbulo de una era totalmente distinta donde el poder puso sus ojos en el deporte, lo hizo uno de sus brazos más poderosos y se basa en él para generar  negocio con el pretexto de brindar alegrías al pueblo.

Globalicemos el tema.

Solo hay a nivel mundial dos eventos cada cuatro años a nivel mundial, con el poder suficiente para que gobiernos poderosos se enfrenten por la anfitrionia de dichas justas, son los juegos olímpicos y los mundiales de futbol, en ambos casos existen experiencias buenas y malas, algunas buenas que iniciaron con malas intensiones y otras malas que fueron producto de las buenas ideas. Además, hay que sumarle otro factor al interés por anfitrionar este tipo de eventos, lo es el factor interno, aquel que pretende encumbrar algún proyecto o a algún político o a ambos sobre la plataforma del conformismo social, sobre la algarabía de un pueblo que en condiciones de precariedad desvanezca su realidad con deporte, este tipo de casos son los más tristes y normalmente se desarrollan en nuestra America Latina, pero el fenómeno no es exclusivo, ni para bien, ni para mal, ejemplifiquemos pues.

El mejor Presidente en la historia del Brasil ha sido sin duda, Luis Inacio Da Silva “Lula”, quien además de destinar 100 mil millones de dólares a programas sociales, sacar de la pobreza extrema a mas de 30 millones de personas, el crecimiento del empleo hasta en un 14 por ciento y el aumento del salario hasta en un 53 por ciento entre otros, Lula encabezo una lucha por llevar a Brasil tanto el mundial de futbol, como los juegos olímpicos de manera consecutiva, solo con 4 años de diferencia y una inversión sin precedente de cientos de miles de millones de dólares, que si bien en el momento de la gestión del mandatario brasileño, se justificaban por la estabilidad del mercado y el crecimiento de la economía, no terminarían del todo a la postre siendo un total éxito, por el contrario, Lula fue relevado por Dilma, quien arraso en las elecciones en parte, dicen los expertos, por el gran trabajo de su antecesor y por el clamor popular que producían tan magnos eventos de nivel mundial; pero el furor duro poco, una crisis política derivo en una crisis económica y esta, a su vez, en la caída de la Presidenta y con ella, la estabilidad de los juegos olímpicos de Rio de Janeiro; he aquí el mejor ejemplo de política y deporte, aunque no es el único.

Las naciones europeas siempre estables y vanguardistas, también han sufrido descalabros catastróficos, experiencias de las cuales no han podido recuperarse, tal es el caso de Grecia y la organización de los juegos en el 2004. Los juegos costaron unos 9,000 millones de euros (11,000 millones de dólares si lo vemos hoy en día), lo cual fue el doble del presupuesto original. Asimismo, la cifra descarta a los gastos de infraestructura terminados a último momento y a un costo inflado. Con esto nos referimos a que durante los meses anteriores a los juegos, los trabajos de construcción se realizaban las 24 horas del día. Además, el costo de la seguridad superó los 1,000 millones de euros.

Como vemos, las experiencias buenas y malas no son privativas de las naciones subdesarrolladas o de las economías más poderosas, sin embargo, el riesgo es mayor por supuesto en países de política bananera. ■

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