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martes, 23 abril, 2024
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Democracia 2021: un contexto

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

La década que recién ha culminado puso de manifiesto el agotamiento del modelo democrático liberal, cuando menos en lo que respecta a la forma que adoptó luego de la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética. El ritmo de un sistema que funciona a una velocidad de cambio lento, a través del consenso, que implica avanzar cediendo, se vio rebasado por tiempos de transformaciones sin comparativo en la historia de la humanidad. El diseño democrático occidental, cuyo ejemplo más acabado es el implementado en los Estados Unidos, se ha visto insuficiente para responder a fenómenos cuya complejidad ha venido recrudeciéndose: la desigualdad, la corrupción y un lento avance en materia de derechos humanos, frente a la diversidad, cada vez más presente, en las sociedades democráticas. Estos tres factores han ocasionado a su vez fenómenos de desesperación, desconfianza, hartazgo y la polarización, entre las comunidades, además de una urgencia por los cambios, que no necesariamente se ven reflejados en la dimensión deseada, a través del reformismo. La pandemia que aún azota al mundo, y de cuya salida aún estamos inciertos, no habrá sino ampliar la magnitud de estos fenómenos. El capitalismo, que pareciera inherente al modelo mismo de la democracia, ha traído pobres resultados para todos, pero particularmente para los que menos tienen, agravando así las condiciones de desigualdad y angustia de amplísimos sectores; la ineficacia de un Estado autolimitado en sus instrumentos e invadido por la impunidad, generará aún más desconfianza y el legítimo reclamo de una transformación en serio de las instituciones; las diferenciadas estadísticas entre la forma en que la pandemia ha afectado a las personas, según el grupo social, racial o económico al que pertenezca, son caldo de cultivo para ensanchar los conflictos que hoy polarizan a cada vez más sociedades. Habrá que sumar a lo anterior el innegable efecto de la nula regularización de las redes sociales y la dificultad misma de este reto, sin alterar las benéficas condiciones que les han permitido ser un espacio alternativo de libertad para la expresión, la comunicación, organización y, en su caso, denuncia y presión social en búsqueda de justicia (o de lo contrario: el linchamiento y la injusticia).

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En fin, cada vez se reproducen más los textos al respecto de estas precondiciones que hoy vuelven cada vez más complejo que el sistema democrático liberal, como fue concebido durante siglos, sobreviva. Habrá que hacer un ajuste a su diseño, y el 2021 se antoja una oportunidad inmejorable, pero también de urgente atención.

Lo anterior requerirá de astucia y voluntad política de todos los actores involucrados, incluidos no solo los políticos, también los ciudadanos. Durante décadas no ha habido esta combinación preponderantemente: los políticos profesionales se han bastado con el pronunciamiento, constante y repetido de conceptos e ideas, más como utilería que como fondo; los nuevos actores, pretendidos outsiders a su vez, han caído en la magia de la palabra sin fondo, la búsqueda constante e inescrupulosa del aplauso. Ninguna de las dos, ni siquiera juntas, bastará para que el sistema de pesos, contrapesos, equilibrios y progresos, lentos pero constantes, se salve. Habrá que acelerar los cambios y entrar en una modalidad de reformulación del pacto social, a la Lincoln, Roosevelt, Lyndon Jhonson o la generación de la Reforma, Cárdenas o varios otros en el caso mexicano. Sin entrar en los detalles y críticas (que las hay muchas) a dichas reformulaciones de sus respectivas épocas, la analogía no es extraviada: sin romper al sistema, sin colapsarlo, hay que redirigirlo, fijar las bases para que cambie de una vez y para siempre, no para una elección, sino para las próximas generaciones.

En este contexto de precondiciones, la democracia en el 2021 y años por venir, se bate entre la esperanza de su revitalización o su imparable hundimiento. Hay para ello un ejemplo del que habrá que estar muy pendiente, como lo es el de la recién iniciada administración Biden-Harris en los Estados Unidos: ahí, por el momento, parece existir una combinación de astucia, voluntad política, innovación y experiencia, utilizando los canales institucionales tradicionales para salvarse y cambiar, sin romper.

@CarlosETorres_

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