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domingo, 5 mayo, 2024
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La guerra fría

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Es un teatro no tan fácil de entender desde la parte dramatúrgica, que es donde yo pongo más atención porque aunque ustedes no lo crean también me dedico a la dramaturgia; incompleto en los diálogos, se podría decir, conformado casi como por “retazos” experimentales de lo que, creo, podrían ser distintos textos de su autor, Juan Villoro, quien de ser narrador en todas sus posibilidades y triunfos y reconocimientos y vanidades aquí se arriesga.

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Ignoro si ya lo ha hecho en otras ocasiones, lo de arriesgarse en otros géneros literarios (aunque hombres así siempre se arriesgan) y experimenta con otras búsquedas literarias, otras posibilidades intertextuales aventuradas, en este caso, por sus gustos musicales; y de entrada, cuando llegas y ocupas una de las sillas del teatro Estefanía Chávez Barragán (qué horror que le hayan cambiado el nombre al antes famoso teatro Arquitecto Carlos Lazo) todo está dispuesto artísticamente: el escenario y todo lo que se presenta en él ya es un montaje artístico en sí, una exposición que podría funcionar así; se abre y prevé un caos, una desventura, una imprecisión histórica, justo como en la que se encuentra la pareja que está a punto de aparecer. 

No es una historia ni lineal ni tradicional, por lo que me parece que en lo que menos tenemos que fijarnos es en ello, en la historia, acaso hay que poner atención a uno que otro diálogo que te proporcione una luz para entender lo que hay que entender de la propuesta basada en un proyecto escenográfico desarrollado a partir de un taller impartido por el escultor Abraham Cruzvillegas (¡y ya me imagino qué gran taller!). 

Se trata, quizás, de un nuevo género literario donde a partir del pretexto dramatúrgico Juan Villoro y la dirección atinada de Mariana Giménez (a quien solo le apuntaría algunos detalles), más el proyecto escenográfico del escultor Abraham Cruzvillegas se tiene un nuevo resultado donde claro que hay teatro, pero también hay exposición de escenografía y a la vez actores que al interactuar con ella están haciendo arte, como si de procesos dancísticos se tratase, que se valen de esa escenografía tan bien dispuesta para crear junto con la expresividad corporal, es algo nuevo, y hay que buscar un nombre para ello, proponerlo, desarrollar más la disciplina que seguramente parte de la propuesta del escultor Abraham Cruzvillegas, y yo ya estoy muy interesado. 

Pero la Guerra Fría también es una historia de amor y de desamor enmarcada en un contexto histórico que en esos momentos está cambiando a la humanidad: la guerra fría, el muro de Berlín, dos enamorados que se aman, pero a la vez se odian, y que de alguna manera están encerrados en un mismo espacio donde no tienen otra oportunidad para confrontarse más que sus palabras, las historias en común, los sueños que dejaron de ser hace mucho, las frustraciones que aún les muerden los tobillos, la fuga siempre bendita y afortunada de la droga y nuevamente el amor que en ocasiones llega disfrazado del más feroz de los odios y rencores, y en otras llega disfrazado de un cariño que ni siquiera les alcanza ya, en ese momento, el presente del espacio dramatúrgico, para intentar quererse sin que suene todo a una gran farsa, tan semejante como a la que en esos momentos se vive afuera, ahí donde se dice ocurren las cosas reales e históricas de un mundo que en realidad viaja sin timón y sin capitán bajo la voraz y feroz guerra fría, de aquí el título. 

Pero hay algo más que merece mención aparte y que acaso es el pretexto más importante del trabajo dramatúrgico de Juan Villoro: el disco “Berlin” de Lou Reed, el cual marca una etapa importante del rock, pero además es significativo por el momento histórico, aunque no hay que dejar de señalar que no es su mejor disco y que cuando sale recibe críticas muy malas, pero algo ha de tener que llamó la atención de Villoro, que le sirvió de inspiración para “La guerra fría”. 

Como no es una obra tan fácil de entender, podría hasta decir que se trata de algo cercano a lo experimental, les sugiero agarrarse de lo que más les guste (un diálogo, una acción, una temática) y a partir de ahí trazar una línea que les sirva para atravesar todo el proyecto. Es de llamar la atención el coqueteo que Villoro imita de Shakespeare cuando recurre a apariciones y a diálogos con los muertos, alguien podría sugerirle que eso actualmente ya no funciona o que es un recurso dramatúrgicamente muy gastado, pero al menos a mí me gustó mucho, es muy atinado, sobre todo cuando tienes a un gran personaje. 

La temporada estará del 25 de enero al 24 de febrero de jueves a sábado a las 19:00 hrs. Por supuesto que es un muy buen pretexto para que vengan a la Ciudad de México, pero también para que conozcan Ciudad Universitaria, para que se den una vuelta por sus espacios culturales, sus zonas verdes, y vean todas las opciones que ofrece para todo el público. Llegar es de lo más sencillo tanto si lo hacen en metro como si lo hacen en metrobús y les aseguro que no faltara el universitario que les brinde puntual asesoría, pues la mayoría son cordiales y siempre dan la bienvenida al público que viene de fuera, así que quedan enterados, vengan a la Ciudad de México, tienen tiempo para preparar su viaje, quizás y hasta me escriben y en una de esas nos tomamos una fotografía juntos, nos vemos la siguiente semana [email protected]  

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