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jueves, 27 marzo, 2025
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Margarita Paz Paredes: Una precursora de nuestra escritura oblicua

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Por: MIGUEL CANSINO ASSENS •

La Gualdra 658 / Poesía

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Un antecedente particular de los autores que, bajo la escritura oblicua he buscado para establecer nexos y clarificar el mapa de la poesía de León, pues destaca muy bien el nombre de la poeta Margarita Paz Paredes (1922-1980). Es referencia obligada entre los autores originarios de Guanajuato, como subrayar está presente su nombre en la poesía mexicana del siglo XX; se ha ganado un lugar cimentado con Litoral del tiempo, la antología que recoge el grueso sus poemas, tomados de los mejores títulos y preparada y selecciona de dieciséis que ella consideró fundamentales en su recorrido y que encierran la madurez de su travesía lírica. Con el tiempo, años después, quienes la buscan tienen a la vista Litoral del tiempo como ejemplo del esplendor de su obra literaria. Es una autora “entregada de lleno a rendir tributo a la palabra”.

Se cumplen 45 años de su muerte este año 2025 y la invitación es leer ese horizonte de la escritura que se interrumpió en 1980, a los 58 años; para su fortuna, todavía la podemos encontrar y leerla en aquella antología que, primero, salió en 1978 (con una semblanza de Efraín Huerta); después, en 1986, con un recuento mayor al que originalmente había entregado y comenta sus poemas Francisco Varela. No hay otra edición, hasta donde puedo entender, sino ésta que la presenta de forma integral.

En la tradición lírica de Guanajuato es una figura fundamental, destaca junto a autores como Huerta, Efrén Hernández y Jorge Ibargüengoitia. Es punto de encuentro, incluso generacional, sin olvidar la influencia de la autora y compositora María Grever. Paz Paredes es una poeta sucinta y enigmática. Al mismo tiempo, sus poemas se vuelven referencia. Su poesía es un eco afortunado a través de la nota autobiográfica y destacan las opiniones de Rubén Salazar Mallén, Ricardo Cardona Peña y Francisco Varela.

Margarita de la Luz Camacho Baquedano es su verdadero nombre, el que cambió los apellidos por Paz Paredes que tomó de su primer esposo y así adoptar el nombre literario Margarita Paz Paredes; es originaria de Guanajuato; nació el 30 de marzo de 1922, en Ciudad Manuel González, hoy San Felipe Torres Mochas (estado de Guanajuato) y murió el 22 de mayo de 1980 en la Ciudad de México. En aquel pueblo hizo estudios primarios y en la Universidad Nacional Autónoma de México, la carrera de Letras Españolas. 

Los títulos de su poesía son un itinerario sorpresivo en la búsqueda eterna de la poesía y de la imagen huidiza de las maravillas del lenguaje. Dejan Salazar Mallén y Cardona Peña -más el primero- una síntesis reflexiva. Por ejemplo, con su amena forma de exploración, Salazar Mallén escribe de su poesía e invita a conocer el perfil de su búsqueda: es una poeta que queda presente ante el lector con una huella perdurable y, “en efecto, el interés, no sólo por la calidad de su poesía, sino por lo que representa para la literatura mexicana. Su obra, henchida de ternura e ímpetu, de preocupación y generosidad, no ha sido estudiada nunca, o más bien, nunca ha sido objeto de un estudio crítico”. 

Cardona Peña precisa un resumen que invita a saborear que estamos ante una autora con un perfil de clásica y que es parte de esta modernidad: “Si la poesía va más allá de la poesía que está acá, si es capaz de anticipar con el estremecimiento de una premonición, tanto una catástrofe individual como una catástrofe colectiva, no existe, por el momento, un poema más conturbador, más desesperado y al mismo tiempo más inclinado a aceptar la muerte como una prenda de liberación, que el intitulado ‘Presagio’, con el cual Margarita, despidiéndose y salvándose, nos salva a todos. Como está condecorado por el dolor es un poema sagrado”. 

Por su parte, Varela acertadamente señala: “Cómo no decirlo: ¡no deseaba la muerte! Y nos dejó el encantamiento de su pelo rubio, sus ojos azules gotas del fragor de motivos latentes únicamente para la lira y su mensaje, su boca, que también supo presagiar el amor, que inoculó el brebaje de su fantasía y que expulsó en sonoras palabras el lamento de una ilusión, una vida mejor para todos los hombres sobre la misma tierra, una protesta y una voz para el que no la tiene; y su compañía, que a cada momento es más estrecha”. 

Hacia diciembre de 1979, lanza un verso potente y la pregunta: ¿Dónde estás, poesía? Ese don de ebriedad que le caracterizó se escucha: “Sola, a mitad de la noche, yo te invoco”. El poema “Presagio” es, quizás, con el que nombra la dimensión de su poética: “Antes que muera/ deja caer en mi silencio/ una brizna sonora de tu salterio mágico,/ porque será el encuentro/ de todo lo anhelado:/ el amor y el prodigio,/ la esperanza y el sueño,/ y en las manos heladas de la muerte/ un incendiado trigo de alegría”.

Estos versos permiten resumir que, por su condición de poeta, eligió con lucidez sus poemas presentes en Litoral del tiempo y que selecciona de dieciséis títulos y que en vida publicó veinte pero habrá que preguntar: ¿qué fue de la obra póstuma? Para refrendar el fuego de la palabra y exaltar a plenitud el litoral del alba que encierran sus versos.

 

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