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jueves, 25 abril, 2024
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Editorial Gualdreño 517

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Casi es primavera… la jacaranda que está frente a mi casa está a punto de quedarse sin una sola hoja, me he dado cuenta también que penden de sus ramas pelonas un montón de semillas encapsuladas en una especie de botones que están a punto de caer. Las estaciones ya no son como eran antes -pienso-, se supone que las hojas se desprenden en otoño y que por estas fechas de marzo los nuevos brotes de hierba comienzan a aparecer; este invierno no fue invierno, hizo calor en diciembre, los campos están secos. No solo el clima se está volviendo loco. El viento fuerte de estos primeros meses del año, al parecer, ha esparcido una suerte de demencia inusitada y generalizada. 

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Sí, parece cuento de terror. No solo en Ucrania hay guerra. ¿Qué hay de la razón y la memoria? Los vientos despiadados, aquellos de los que los escritores de antaño han dado cuenta, aquellos que en las historias aparecen de tanto en tanto arrasando comunidades enteras, descontrolando voluntades, transformando fuerzas, desatando catástrofes, reviviendo fantasmas, están aquí para cambiarlo todo y para mal.

No recuerdo un inicio de año como este. Sé que todos son distintos, pero la carga de violencia que ha traído este 2022 no tiene comparación con nada. No es necesario mencionar ni mucho menos detallar los últimos tristes acontecimientos porque serán recuerdo vivo durante mucho tiempo, que baste dejar constancia por ahora de la tristeza que embarga a muchas familias mexicanas porque la locura parece haberlo trastocado todo. No hay razón, no hay memoria, estamos construyendo una historia terriblemente vergonzante para las nuevas generaciones; y en menor o menor medida, por acción y por omisión, todos somos responsables. Ofrezco una disculpa porque no se me ocurre, en estos momentos de desesperanza, algo que podamos hacer, que no hayamos hecho, para que las cosas mejoren, para que las violencias paren.

Este martes es 8 de marzo y los colectivos de mujeres volverán a salir a las calles para exigir eso justamente, que desaparezcan las actitudes, los pensamientos y las acciones machistas; que no exista más desigualdad ni inequidad entre géneros; que las mujeres podamos ejercer nuestro derecho a vivir en paz, en un estado libre de maltratos e injusticias. Y junto con ellas -las que integran colectivos feministas- saldrán también otras mujeres, las vecinas, las niñas, las estudiantes, las mamás, las abuelitas, las profesionistas, las mujeres que sin ser parte de una agrupación reconocen que solo la unión reunirá la fuerza suficiente para poder ir modificando para bien las conductas, los pensamientos y las acciones. 

Creo firmemente, aún en medio de este caos violento que vivimos, que las mujeres tenemos la oportunidad de construir una historia diferente en la que la promoción de la cultura de la paz sea nuestra bandera; y promover la paz no se circunscribe solo a que la guerra termine. En la construcción de nuevas narrativas, de nuevos puentes para entablar diálogos y espacios seguros para todos y todas, tenemos algunas ventajas, quizá la principal sea la de la cercanía que podemos entretejer entre todas para promover el respeto mutuo, la ayuda comunitaria, la armonía. Nosotras conocemos muy bien, por ejemplo, el poder de las palabras; sabemos que la fuerza destructora de una palabra mal dicha o empleada con saña puede marcar y dañar, pero somos conscientes también del poder inconmensurable de la palabra sanadora, fortificante, esperanzadora. 

Nuestras palabras tienen la fuerza de la memoria de quienes nos antecedieron en esta lucha por alcanzar la igualdad de oportunidades y de libertad, tienen la fuerza de la abuela que con la misma mano partía la leña y nos bendecía. ¿Qué sería de nosotras sin la memoria de ellas? Que sean nuestras palabras quienes nos acompañen este 8 de marzo en las calles, que sean la prudencia y la fuerza unidas las que brillen para promover que las violencias paren. Que sean nuestras acciones las que guíen a las nuevas generaciones por los caminos que sí deben transitarse. Que haya congruencia, respeto, paz… no solo el 8 de marzo, siempre. Si es cierto eso de que en medio de los conflictos surgen las mejores propuestas para cambiar, entonces pongamos atención, quizá aún podamos mejorarlo todo. Las jacarandas volverán a florecer también.

Que disfrute su lectura.

Jánea Estrada Lazarín

[email protected]

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la-gualdra-517

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