El Centro Acuario Centenario, ubicado en la calle Preparatoria, Hidráulica, 98068, en Guadalupe, Zacatecas, atraviesa una crisis preocupante. A través de una inspección y diversas entrevistas, se ha evidenciado un deterioro significativo de su infraestructura, con un techo corroído y caídas de fragmentos y ventanales que representan un peligro constante; incluso en la calidad del agua. Por si fuera poco, los instructores laboran sin contratos que les ofrezcan seguridad ni beneficios, y deben financiar sus propias capacitaciones, lo que agrava aún más la situación del centro.
La evaluación de las instalaciones ha puesto de manifiesto un estado preocupante en el techo de lámina, que presenta signos evidentes de óxido. Esta corrosión ha llevado a la acumulación de humedad, lo que a su vez ha causado un desgaste significativo en la estructura. En algunos casos, se han registrado caídas de fragmentos del techo, lo que representa un riesgo inminente para los nadadores. Como mencionó un visitante del centro: “El deterioro es pésimo. La limpieza y el mantenimiento deben ser constantes en toda la estructura”. Incluso uno de los trabajadores comentó “La administración no invierte lo necesario en el tiempo que se requiere, fue lo que le paso a alberca del INCUFIDEZ”.
También se han reportado caídas de ventanales enteros y fragmentos de metal de las vigas. “Esto representa un peligro constante, especialmente porque ocurren en áreas donde no podemos evitar estar”, indicó el trabajador.
El problema de las goteras no se limita al interior de las albercas; en el exterior, el suelo presenta manchas marrones debido a filtraciones continuas. Estas condiciones afectan no solo la estética del centro, sino que también representan un peligro para los usuarios al generar superficies resbaladizas. Un instructor destacó: “El piso instalado es muy resbaloso y hace falta un supervisor en cada clase para retiro de exceso de agua”.
Además de los problemas de infraestructura, los usuarios han reportado un olor persistente a «sanitario» en las instalaciones, lo que indica posibles deficiencias en el sistema de saneamiento. Esta situación genera una experiencia desagradable para los visitantes y puede desincentivar el uso de las instalaciones. Una usuaria expresó su descontento al decir: “No entiendo cómo se puede permitir que el centro tenga ese olor; deberían cuidar más la limpieza”.
Otro problema serio que ha surgido es la presencia de una mancha negra en el interior de una de las albercas, específicamente en el carril 4. Aunque la mancha fue retirada de inmediato, obligando a la suspensión temporal del uso de ese carril, los usuarios manifestaron que la situación fue incómoda durante su visita.
La presencia de óxido en las instalaciones puede tener consecuencias graves para la calidad del agua y la salud de los nadadores. El óxido tiene el potencial de liberar partículas de hierro y otros metales pesados en el agua, lo que puede causar decoloración y turbidez. Según el National Center for Biotechnology Information (NCBI), estas partículas pueden comprometer la calidad del agua, provocando irritación ocular y dermatológica en los nadadores. La turbidez del agua también dificulta la visibilidad, reduciendo la seguridad y el atractivo de las piscinas.
Además, el óxido puede alterar el equilibrio del pH del agua, haciéndola más ácida, lo cual puede ser perjudicial para la piel y los ojos de los nadadores. Según el Centers for Disease Control and Prevention (CDC), un desequilibrio en el pH puede causar irritación en la piel, los ojos y las vías respiratorias. La combinación de estos factores no solo afecta a los nadadores, sino que también puede generar una percepción negativa sobre el centro.
Por si fuera poco, el deterioro de las instalaciones puede afectar a los trabajadores, quienes, a pesar de sus esfuerzos por mantener un ambiente seguro, enfrentan condiciones laborales difíciles. Un instructor que prefirió permanecer en el anonimato expresó su descontento con las condiciones actuales, afirmando que su trabajo es comparable al de otros sectores. «Trabajamos hasta ocho horas diarias sin un contrato que nos garantice seguridad o antigüedad», comentó.
A pesar de enseñar habilidades fundamentales como la natación y la supervivencia en el agua, los instructores deben cubrir los costos de sus propias capacitaciones, dado que «del instituto no se nos otorgan apoyos». Además, el trabajador mencionó que los beneficios han disminuido con el tiempo, señalando que «no hay diferencia en la remuneración por horas trabajadas en el agua o en el aula, y carecemos de material adicional para nuestras actividades».
También lamentó la falta de uniformes y la ausencia de un seguro médico, indicando que las recetas de servicios externos no son aceptadas. A pesar de estas dificultades, expresó que los directivos les piden que se «pongan la camiseta» y apoyen a la institución, pero criticó la falta de esfuerzos para mejorar sus condiciones laborales y contratar más personal.