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jueves, 28 marzo, 2024
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Perros

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Por: Mauricio Flores •

La Gualdra 534 / Libros / Op. Cit.

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Y si hacemos caso a la leyenda

entonces tendremos que pensar

que en la Tierra hay una perra menos

y en el cielo una estrella más.

Laika, Nacho Cano

Perros, perros y más perros. Perros en el campo y la ciudad. Perros en nuestra casa y el espacio público. Perros moviendo la cola, bien cariñosos, recibiendo al desconocido o a quien nos cae requetemal. Perros, pobrecitos, encerrados en el traspatio y sin comer, ladrando a cual rayo de sol se refleje en las ventanas. Perros en el baño y la cocina. Perros en la sala de espera del veterinario. Perros aullando a la luna o al carrito de los tamales. Perros lanudos, déjenme estar solo con mi novia. Perros que te corretean media cuadra, tú arriba de una bicicleta. Perros calientes. Perros en la memoria. Perros nunca vistos. Perros en nuestro imaginario, biblioteca y plei list. Perros en las canciones que nos han acompañado durante esta vida. Perros muertos en la cuneta, solloza Serrat. Perros que caminarán con nosotros, otros territorios. Perros agazapados. Perros que de tan contentos son capaces de tumbarnos de espalda. Perros a los que les compran su taco de suadero. Perros que les ladran al taco de suadero porque les pica la salsa. Perros que huelen el mal. Perros que no se lavan los dientes ni se cortan las uñas. Perros en nuestros brazos, en media madrugada, llorando con el vecindario los movimientos telúricos. Perros de afinada oreja que escuchan antes la alerta sísmica. Perros que nos desentierran del derrumbe total. Perros sabios, dice Ágatha Christie, “cuando están heridos se retiran a un rincón tranquilo y allí permanecen hasta que están curados y listos para regresar al mundo”. Perros longanizas gordas, salchichas flacas, dixit Alcott. Perros que ríen, que lloran. Perros infieles. Perros fieles, como Baldur de Edmund Fenton (“El mejor amigo del hombre”, de Patricia Highsmith), famoso en los diarios por salvarle la vida a su amo. El auténtico perro Baldur, al que le gustan Mozart y Strauss; fiel como Niebla, de Rafael Alberti. Perros en la narrativa universal, en relatos, ensayos y poemas y en las más inesperadas ocurrencias que llevaron a Jorge de Cascante a confeccionar El gran libro de los perros, editado en el sello Blackie Books que, por cierto, rinde homenaje, la editorial, a “una perra que se moría por ser inmortal”. Perros, pues, para todos los gustos, y que en esta novedad (ilustrada por Alexandre Reverdin) se nos presentan en cuatro grandes apartados, a saber, perros buenos, perros atentos, perros malos, perros que piensan, perros que no he vuelto a ver, perros que te cambian. Perros buenos, sí, en primerísimo sitio el ya mencionado de Highsmith, pero además los de Katherine Mansfield y Horacio Quiroga, por ejemplo. Perro de nombre Lino, el primero, que se encuentra con Potts, “un hombre tranquilo”. Perros varios, los del segundo relato, que vivirán “flacos y sarnosos” en los páramos bonaerenses. Perros que insertos en la genialidad literaria de Kafka, London, Gógol, Cervantes…, se tornan en perros pensantes, eso sí, sin dejar de soltar pelo, perros peludos y cochinos. Perros kafkianos, cómo no. Porque “no hay seres más diferentes entre sí que los perros, y a pesar de eso luchamos por permanecer unidos, a menudo sin lograrlo, y precisamente nosotros, acabamos a menudo desempeñando oficios extraños, sujetos a esos otros seres incapaces de comunicarse, esclavos de labores que no son las nuestras, que más bien están orientadas contra nosotros y contra la propia naturaleza”. Perros en Praga. Perros también en La Mancha, Cipión y Berganza, en pleno coloquio que reflexiona sobre la humildad y los riesgos de la crítica. Buena ambición es, perro Cipión, pretender mejorar nuestro estado “sin perjuicio de tercero”. Perros cervantinos. Perros lorquianos: “levántate para que oigas aullar al perro asirio […] El aullido es una larga lengua morada que deja hormigas de espanto y licor de lirios”. Perros kunderianos. Perros fieles. Perros infieles. Perros lectores. Perros escritores. Perros que sonríen. Perros kunderianos, una disculpa por la reiteración. Perros irremediablemente recordados junto a Teresa, sí, la de Kundera. Perros Karen. “Siendo una niña”, La insoportable levedad del ser, “cuando Teresa encontraba las compresas de su madre manchadas por la sangre de la menstruación, le daba asco y odiaba a su progenitora por no tener la vergüenza necesaria para esconderlas. Pero Karenin, que era perra, también tenía la regla. Le venía una vez cada seis meses y duraba quince días. Para que no ensuciara la casa, le ponía unas bragas viejas con un algodón dentro y se las ataba al cuerpo con un cordoncito. Quince días riéndose cada vez que la veía no esas bragazas puestas. ¿Cómo era posible que la menstruación de su perra despertara tanta ternura mientras que su propia menstruación le diera tanto asco? La respuesta era sencilla: el perro nunca fue expulsado del Paraíso. Karenin no sabía nada de la dualidad entre cuerpo y alma. Los perros no conocen el asco”. Perros eternos. Uno y mil perros aquí y allá. Y en El gran libro de perros, por supuesto. Perros, perros, perros.

***

El gran libro de los perros. Los mejores relatos, ensayos y poemas de la literatura canina universal, edición de Jorge Cascante, ilustrado por Alexandre Reverdin, Blackie Books, España, 2022, 448 pp.

* @mauflos

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_534

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