David Arellano Gault, investigador del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), afirmó que los individuos, organizaciones y gobiernos de cualquier corriente ideológica incurren en trampas para la toma de decisiones, entre ellas el exceso de orgullo que se presenta cuando los sujetos ostentan algún nivel de poder.
Durante la presentación del libro Las trampas de la decisión o cuando los gobiernos y las organizaciones marchan (casi) gustosos al precipicio, en la capital del estado, comentó que durante mucho tiempo ha estudiado si las personas, las organizaciones y los gobiernos toman buenas o malas decisiones.
“HAY UN FENÓMENO EN EL QUE A VECES
TOMAMOS MALAS DECISIONES Y LO PRIMERO
QUE HACEMOS ES NEGARLAS Y AFIRMAMOS
QUE ESTAMOS BIEN Y LOS DEMÁS ESTÁN MAL”
En ese sentido, “lo que fui descubriendo en el camino fue que hay un fenómeno en el que a veces tomamos malas decisiones y lo primero que hacemos es negarlas y afirmamos que estamos bien y los demás están mal”.
En ese sentido, explicó que hay errores en la toma de decisiones de clase 1, que son aquellos en donde los individuos, organizaciones o gobiernos aceptan y corrigen, o de clase 2, que se refieren a aquellos que son negados.
En los errores de clase 2, Arellano Gault dijo que es común observar que, al negarlo, se continúa por el mismo camino y eso eventualmente lleva a los individuos, organizaciones y gobiernos al precipicio.
Es decir, “es una trampa que nosotros mismos armamos y, para que una trampa funcione, tiene que ser atractiva y es una trampa que se cierra y que tú puedes seguir cerrando para mantenerte en el error”.
Detalló que las trampas de la decisión se encuentran en todos lados: en gobiernos, en empresas privadas, en la psiquiatría, en cuestiones históricas, en política pública, entre muchas otras más.
Afirmó que las trampas de la decisión se encuentran en gobiernos democráticos y autoritarios, en organizaciones privadas y públicas, en todos los puntos geográficos, y “no hay una cura cultural o política, cualquiera podemos caer en la trampa así seamos tecnócratas, arqueólogos o lo que sea. Las trampas no dependen ni de la cultura, ni de la política, ni del tiempo”.
Una de las trampas de la decisión, explicó Arellano Gault, es el pensamiento de grupo, el cual consiste en un fenómeno en el que se promueve la cohesión para resolver un problema, pero cuando es demasiada comienzan los conflictos porque se acallan las voces disidentes cuando surgen algunos que no aceptan los planteamientos del grupo, a la vez de que aparecen defensores del líder.
“Esta es una trampa porque, entre más se cometen errores, se va generando un efecto llamado ‘los costos hundidos’, es decir, cada vez es más difícil aceptar el error y prefieres seguir en la misma situación, esperando que algo cambie allá afuera y que te salve la vida o el momento”, dijo.
Una manera de evitar esta trampa, agregó, es poner reglas claras a los líderes respecto a qué es lo que quieren que el grupo decida y que estos no comiencen con su alternativa preferida, sino que los grupos puedan exponer diversas alternativas y se llegue a un consenso.
Otra trampa es la denominada “Hybris o Hubris”, que significa exceso de orgullo, y se produce solamente cuando las personas generan un síndrome o problema de personalidad al adquirir poder.
Según Arellano Gault, “esto solamente le pasa a la gente cuando tiene poder. Cuando alguien tiene poder, ya sea por el voto o por ser designado por ser muy profesional, trae un orgullo muy fuerte, y si ese orgullo se pasa a un cierto nivel, comienza a hablar en mayestático y entonces se separan de la realidad”.
Mencionó que esta trampa comúnmente le ocurre a gobernantes o directivos de empresas, pero le puede suceder a cualquiera ante cualquier nivel de poder y en México se representa con la frase: “se subió a un ladrillo y se mareó”.
La presentación del libro fue organizada por la Unidad Académica de Desarrollo y Gestión Pública de la Benemérita Universidad Autónoma de Zacatecas (BUAZ) y su director, Marco Antonio Torres Inguanzo, fungió como comentarista de la obra.