Ha iniciado la etapa de las campañas del proceso electoral más amplio de nuestra historia. Se renovarán o ratificarán, a nivel federal, quinientos espacios de la Cámara de los Diputados; quince gubernaturas, de casi la mitad de los estados, y habrá renovación de alcaldías y la asamblea legislativa en la Ciudad de México. En nuestra entidad, acudiremos a votar por 18 legisladoras y legisladores de mayoría relativa y 12 de representación proporcional; 58 ayuntamientos con el mismo número de presidentas o presidentes municipales y sindicaturas, así como 547 regidurías. En este sentido, en Zacatecas, a la elección local solo se agregan la pugna por las cuatro diputaciones federales de mayoría relativa y plurinominales, parte del proceso federal coincidente con el estatal. No es en los números, o no es solamente en los números, en lo que descansa la declaración de importancia de esta elección, sino más trascendente aún, en su contexto.
Ésta será la primera elección que se dé en la atmósfera de un proyecto de cambio político y social sin precedentes en nuestra historia reciente. La autollamada cuarta transformación. Será también la inauguración en Zacatecas de un experimento político-electoral sin precedentes: la unión de los otrora adversarios electoralmente irreconciliables, del Partido Acción Nacional, con auténtica base electoral en la región de los cañones y del gobernante Revolucionario Institucional, competitivo a nivel regional en todo el territorio de la entidad. A su vez, será una nueva oportunidad para mantener el registro para el PRD, con sus pocos bastiones, el más importante, Villanueva. A todo ello hay que agregar los efectos de más de un año de pandemia; el incremento de la violencia y la crisis económica que no presta tregua, salvo por el auxilio que han representado las remesas, también históricas para el caso de Zacatecas.
Es pues, más allá de lo que elegiremos, el momento y el cómo elegiremos, lo que hace a esta elección histórica y sin precedentes en el país, pero particularmente, por los elementos ya citados, para Zacatecas.
Más allá de analizar los proyectos políticos en disputa, esta participación editorial, tiene por objetivo, hacer un recordatorio atento de lo que ya hemos venido, durante meses, diciendo: requerimos un consenso mínimo posible para desarrollar el proceso de renovación política en puerta, pero sobre todo, para darle sentido y ruta, a la tarea urgente y de emergencia, de recuperación de la paz, de la atención a las instituciones, el personal y los temas pendientes de la salud, de la reactivación de la economía, y de fomentar, en todo esto, una oportunidad para la política, a través de la participación ciudadana, la rendición de cuentas y la modernización del aparato del Estado.
La elección en la que estamos, no solo va de un proyecto político más por seis años: se trata de una encrucijada, entre hacer un alto en la crisis y redirigirnos, con el más alto nivel de unidad y consenso posible, en medio de una situación que no solo no habíamos vivido, sino que puede significar el inicio de, más que una nueva realidad, otra historia del futuro que vendrá.
Fe de erratas: la semana pasada, en el artículo titulado El cambio electoral: treinta años después y apenas comenzamos, me equivoqué al citar al autor del libro El Cambio electoral. Votantes, encuestas y democracia en México, que es Alejandro Moreno Álvarez, al citarlo como Moreno Cárdenas, apellidos que corresponden a su homónimo, hoy dirigente nacional del PRI. Vaya la aclaración con una sincera disculpa al lector y al citado autor.
@CarlosETorres_
