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jueves, 28 marzo, 2024
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Un decálogo para fintar al mesías. Autocrítica, mística y rete hartos mandalas

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Por: QUITO DEL REAL •

■ El son del corazón

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Del reciente Informe de Gobierno quedará poco que celebrar, si los dirigentes gubernamentales y los miembros del PRI redundan en magnificar sólo las partes secundarias de su contenido. En lo que atañe a la ciudadanía, el enésimo decálogo que el señor presidente dio ahí a conocer, tiene partes encomiásticas para lucir en un domingo de fiesta, porque algunos de sus capítulos pueden  ser reproducidos con voz grave y sonora en el momento de la sobre mesa. Su aterrizaje quedará otra vez pendiente, porque aumentan día con día los fierros en la lumbre.

La necia realidad camina en sentido contrario. Hoy la tolvanera que levanta la crisis sistémica del país no nos ahorra la intención de revisar las tendencias pesimistas de nuestros índices básicos, para inferir que los problemas más graves de esta nación viven una realidad aparte, más allá de los discursos y aplausos.

Sin embargo, el presidente considera que el grave deterioro nacional puede mitigarse con la aplicación del decálogo leído ante algunos cientos de sus aplaudidores más devotos. Él piensa que ese concentrado de medidas, inspiradas en las reformas estructurales recientemente aprobadas por el congreso, será suficiente para revertir las amenazas de la tempestad que hace cabriolas barrocas en el horizonte.

Y los miembros del PRI, parapetados cómodamente detrás de la fraseología de su dirigente nacional, sólo logran reproducir, después de nebulosas lecturas de la prensa, un resumen de las partes más destacadas del discurso leído en el Palacio Nacional, pero no demuestran tener vida propia. Ahí van, como zombis, repitiendo en frío las frases y consignas provistas por Manlio Fabio, sin antes revisar su contenido, pertinencia y originalidad.

Al no ser miembros de un partido político habituado a la participación colectiva en el análisis y el debate, los registrados en el PRI pasaron por alto el tema básico, deletreado apenas hace un par de semanas por el maestro Beltrones: la autocrítica. En efecto, en ese evento difundido profusamente por los medios, no aparecieron las luces de la autocrítica como serios fundamentos de un decálogo que debería poner en guardia a los mexicanos, después de muchas carencias y errores, y para superar el infortunado conocimiento de  los retos que hoy enfrentamos como nación.

 

Un ritual de ingenios exhaustos

El Informe del señor presidente confirmó que la consistencia específica de la imaginación designada para la conducción política nacional, está muy menguada. Para convalidar esta percepción, sólo basta con hojear los periódicos o ver parlotear (iba a decir padrotear), aunque sea un ratito, a los farsantes que pululan en los paneles de la televisión. Ahí se podrá percibir de inmediato que en el PRI no existe el ambiente para abrir un gran proceso de análisis y debate interno, para hacer una caracterización del periodo y reconocer la dimensión de la catástrofe que hunde más todavía en la pobreza a la mayoría de los mexicanos y que, ya metidos en la tragedia, dio una nueva vuelta de tuerca y ahí viene otra vez, rauda y violenta, sin encontrar en su paso un estado de alerta, un programa económico de emergencia o un listado de medidas de solidaridad nacional.

Al contrario, la tibieza de los comentarios deja la percepción de que los dirigentes e intelectuales orgánicos del partidazo están convencidos de saber arreglar nuestros problemas domésticos con las herramientas de siempre: la inmovilidad y el silencio. Ojo, aquí no pasa nada. Sus insuficientes herramientas teóricas y conceptuales lucen mojadas, sin uso, y sus reflejos políticos delatan un apego indigente a evitar que se nombren las cosas por su nombre. Expertos en metáforas tramposas, en alusiones groseras y en el doble lenguaje, revelan un gusto desarrollado por la conspiración y la intriga, porque es lo único que saben intentar.

Debemos advertir con anticipación que los resultados prácticos del evento encabezado por Enrique Peña Nieto, no podrán observarse en un futuro inmediato. Más allá de haber sido material para generar propaganda y hacerle muecas adolescentes a la oposición, no pasa la prueba del papel tornasol para demostrarle a la ciudadanía que en este decálogo está subsumida una idea profunda para organizar un estado de emergencia nacional.

 

El “populismo” en su mínima expresión

El programa del presidente se dedica a enumerar algunos tópicos que no logran echar raíces en el imaginario público. No se colige que su contenido más hondo tenga la virtud de derramar conciencia y sensibilidad en la ciudadanía, para armarla políticamente con los recursos disponibles y definir con ella un Estado nacional en alerta permanente.

Los políticos de la nación se distraen jugando a las canicas. Los temas posteriores al Informe, no fueron los procedimientos para hacer aterrizar el contenido de cada una de las diez recetas que el señor presidente dibujó ante un auditorio avizor. La atención derivó hacia un tópico apuntado tangencialmente por el mandatario, cuyo filo principal buscaba hacer un corte fino en el discurso político de Andrés Manuel. Irónicamente, el término “populismo” despertó, con el discurso expansivo y el retórico liderazgo del Dr. Beltrones, ganas duplicadas de saciarse con liquidar al que todos, en el instituto político priista, consideran el enemigo a vencer.

Resucitar la materia del “populismo” ha sido una tragedia. Nunca antes el presidente, los dirigentes y la militancia del PRI, la prensa y la televisión nacional de estirpe priista, y todavía algunas figuras del clero, habían mostrado en inmenso coro las venas de su ignorancia, porque lo poco rescatable acerca del significado o usos del “populismo” podría ser aplicado, sin esfuerzo,  al partido que pretende mantener su hegemonía política en el país. Aun así, todavía aparecen algunos militantes inocentes que consideran al “populismo” priista como cosa del pasado, porque después de adoptar  su nueva inclinación por la modernidad, el partido se despojó de todas sus rémoras, hasta dejar sus vicios en el pasado.

Este notable muestrario de arpones, que seguramente  lleva por título: “Joder con vacuidades al pérfido mesías”, exhibe con claridad que la intervención del presidente sirvió, en última instancia, para discutir temas que son fantasmas. Con ello se demuestra que no existe intención de sumergirse, con análisis, debate y conclusiones prácticas, en la parte gruesa del discurso presidencial.

Qué ironía: el tema del “populismo” resurgió para subrayar el carácter efímero del famoso decálogo.

 

El viejo y sus alumnos

A 75 años del asesinato de Trotsky en la casona de Coyoacán, es importante recordar la naturaleza profundamente práctica de su personalidad. Si bien es cierto, la agudeza de su pensamiento no sólo producía nuevas teorías o elaboraba programas políticos y estéticos de gran audacia, es significativo rescatar de sus anales los capítulos que lo definen como organizador político.

Cierto, no en todas sus actividades como organizador fue oronado con el éxito, pero las solas referencias de ser un vocero esencial de la primera revolución rusa de 1905, impulsor del ejército ruso de 1917, ideólogo de los 4 primeros congresos de la Internacional Comunista, teórico de la Oposición de Izquierda y constructor de la IV Internacional, lo definen como  dirigente proletario de infinita visión y hombría.

Es lamentable que sus alumnos y seguidores estemos, por avatares de la lucha de clases, por debajo de sus expectativas.

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