Bajo la sombra de los caudillos en todos los partidos políticos registrados, se han venido designando los candidatos a contender en el proceso que ha iniciado para la renovación de la Legislatura del Estado, Gubernatura y Ayuntamientos. Son los caudillos (microscópicos Bonaparte) quienes deciden, ajenos completamente a los llamados derechos de los militantes o en desprecio de estos.
Atrás quedaron militancia, antigüedad, méritos en favor del partido e inclusive ideología. Se inconforman militantes de Morena con algunos nombramientos de candidatos, cabecea La Jornada el 28 de febrero pasado. Se culpa de las designaciones a David y Ricardo Monreal ante la ausencia del dirigente estatal, prácticamente un convidado de piedra.
En lo general, hay partidos donde la llamada disciplina ha logrado la aceptación sin réplica a las propuestas de las dirigencias, siendo el caso del Partido Revolucionario Institucional, Movimiento Ciudadano y Partido del Trabajo. El primero sujeto a la voluntad del gobernador y los últimos en la inercia de quienes nada ganan y poco pierden. De los partidos satélites no hay nada que resaltar, juegan a la suerte del principal.
La sorpresa en este proceso es una designación que parecía arreglada y sin visos de modificación. Se está dando en la candidatura a gobernador por la coalición Partido de la Revolución Democrática (PRD) y Partido Acción Nacional (PAN). Yo mismo anticipaba en una colaboración sobre la retirada de los precandidatos a la gubernatura por esta coalición una vez que negociaran sus prerrogativas, lo que llevaría a candidato único negociado en la Ciudad de México con el visto bueno de los caudillos.
La sorpresa es una necedad, sólo que de las buenas, de aquellas que reivindican los valores éticos de dignidad y lucha frente a la sumisión de los mediocres. Rafael Flores Mendoza es la sorpresa. Ha decidido jugarse el todo por el todo para ser el candidato de la coalición PRD-PAN a la gubernatura, aunque ello implica la judicialización del conflicto que deja de ser interno para acudir a las instancias de jurisdicción electoral.
“Tribunal local anula acuerdo del PRD en favor de Pedro de León Mojarro” “Invalida el Tribunal electoral de Zacatecas candidatura de De León”, cabecea La Jornada Zacatecas y La Jornada nacional el pasado 2 de marzo.
Ante el resolutivo, el equipo de Pedro de León asegura que impugnará ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. José Narro y Antonio Mejía que declinaron en favor de Pedro de León aseguran que Flores Mendoza no es aún candidato. Narro por su parte acusó al Tribunal Local de ser controlado por el Gobierno del Estado, lo que quita a De León el fantasma de ser el candidato de Alonso, dijo.
El órgano jurisdiccional electoral local, resolvió la controversia a partir de una ponencia del Magistrado Juan Antonio Rincón González, que revocó el acuerdo que había designado a De León candidato de la coalición PRD-PAN, a partir de los caudillos del Comité Nacional y del Comité estatal.
Quienes conocemos personalmente y desde hace más de 30 años al Magistrado Rincón, no podemos estar de acuerdo con lo manifestado por José Narro. Si algo caracteriza al Magistrado es su solvencia moral demostrada a lo largo de toda una carrera judicial que va desde actuario a Juez y ahora a Magistrado. En general podemos afirmar que, en lo local, el órgano jurisdiccional es garantía de imparcialidad y autonomía en sus determinaciones.
Seguramente que la resolución se encuentra ajustada a derecho y es ajena a cualquier consideración de negociación política.
El otro problema. El de la militancia partidista, es que se han hecho obedientes a los dictados de sus caudillos. Hace falta la rebeldía, la lucha interna o externa que, de haberse dado en Morena hubiera conducido a mejores candidatos. A candidatos de izquierda.
“El problema con el caudillismo es que se trata de una cultura de derecha, funcional a quienes promueven la sustitución del protagonismo de los de abajo por el de los de arriba. También es cierto, todo hay que decirlo, que la cultura de los sectores populares está impregnada por valores de las élites y en casi todos los casos conocidos tienden a revestir a los dirigentes de características sobrehumanas. Para eso existe el pensamiento crítico: para poner las cosas en su lugar, o sea para destacar los protagonismos colectivos”.
“No hacerlo contribuye a despolitizar, a que los de abajo crean que son objeto y no sujetos de la historia.” Dice Raúl Zibechi. (La Jornada 4 de marzo 16.) ■