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viernes, 19 abril, 2024
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De cerca nadie es normal

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Primero una breve introducción: hay por ahí un breve texto de Augusto Monterroso donde habla acerca del cuento. Entre otras cosas, Monterroso señala que nadie sabe escribir un cuento. Y habla de los verdaderos cuentistas. O que no deberían saber escribir un cuento. Luego es como si le preguntaran por qué y él mismo se contesta. Dice algo que resulta interesante si se piensa un poco. Cuando uno sabe escribir un cuento (supongo que se refiere a cuando uno conoce la teoría y la técnica respecto al cuento) deja de ser un cuento. Se vuelve predecible. Hasta cierto punto se vuelve anodino. Cito de memoria, por supuesto. Punto. Conocemos bien a Augusto Monterroso: es hombre de pocas palabras. Por eso lo del dinosaurio cuando despertamos. Además, hace poco me volví a encontrar la cita y ahora la aplica no al cuento, sino a la escritura en general. Hablaba acerca de cuando uno sabe escribir. Hasta ahora no sé con cuál de las dos citas quedarme. En fin. 

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Ahora veamos otro punto de partida que también tiene que ver con el cuento en general. Es una experiencia propia. Hace muchos años tomé varios talleres de literatura con jugadores de las grandes ligas gracias a la generosidad del editor David Magaña, quien en ese entonces creía en un grupo de escritores jóvenes a los cuales tuve el gran orgullo de pertenecer. Por poner algunos de los que estaban al bate en esos momentos en la literatura mexicana: Eusebio Ruvalcaba, Severino Salazar, Jorge Arturo Ojeda, entre otros. 

En ese entonces, yo me creía un cuentista y como tal, me dedicaba a escribir cuentos y traía de allá para acá lo que era mi primer libro aún sin publicar, engargolado bajo el brazo. En ese entonces me sentía atraído por la pasión de los borrachos y nadie mejor que Eusebio Ruvalcaba para hacer una crítica ejemplar de mis cuentos. 

Para Eusebio, el arte del cuento era semejante al arte de la panadería: un cuento, nos decía en la mesa de una cafetería en el centro de Tlalpan, cercana a su casa, debe quedar como un bolillo en su resultado final. Debe tener los ingredientes correctos en las porciones adecuadas y al salir del horno debe estar perfecto en su forma. Redondo y con las puntas como son los auténticos bolillos. Así poco a poco fuimos comprendiendo el arte del cuento. No voy a decirles aquí de qué manera destrozó mis cuentos (aunque en realidad fue benevolente) junto con las demás críticas de los compañeros del taller, para no generarles vergüenza ajena, pero luego de aceptar las críticas (porque hay ocasiones en que no se aceptan y crees que los equivocados son los otros) y aceptar que los cuentos realmente eran malos y que parecían más bien panfletos de grupos de superación personal, me di cuenta que lo mejor que podía hacer era deshacerme del libro, decirle adiós para siempre y aceptar que la literatura mexicana de esa época no se iba a perder de nada (al contrario, le hacía un gran favor). 

Sin embargo, desde entonces me da temor escribir cuentos y, por el contrario, admiro a quienes son capaces de escribir cuentos realmente buenos, ya no digamos con una maestría, pero sí cuentos demasiado humanos y con una propuesta literaria que hace de ellos un bolillo perfecto, porque en realidad, quizás el maestro Monterroso esté en lo cierto, no lo sé, el hecho es que hay cuentistas que son muy malos y que se saben toda la teoría de todos los cuentistas, todos los decálogos y los novenarios y las profecías y las biblias de los mejores cuentistas y aun así todo lo que escriben suena falso, aburrido, presuntuoso, en el mejor de los casos; y, por el contrario, en México hay muchos jóvenes que vienen empujando con fuerza el género literario, que hacen que el cuento se mantenga más vivo que nada hoy por hoy. Y esto es lo que nos trae a cuento hoy. Veamos. 

Cuando se trata de literatura es bueno empezar con el título. “De cerca nadie es normal” (Universidad Autónoma de Nuevo León, Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco, 2022) es un título que incómoda, que te mueve, que significa algo: una aproximación y una cercanía a ese “otro” que siempre nos resulta indiferente, a ese “otro” que saludamos por las mañanas, pero del que no sabemos nada más allá de ese saludo y acaso las buenas noches si es que nos lo encontramos al volver del trabajo, lo mismo con su esposa y con sus hijos. No obstante, atrás de él, atrás de nosotros mismos hay otro tipo de construcción que no siempre mostramos a los demás, que mantenemos oculta ya sea por miedo a que se nos juzgue y se nos condene (en esa misma sociedad que se dice tan abierta), o porque quien se va a juzgar y a condenar somos nosotros mismos, y ese es nuestro gran temor, por eso esa otra edificación (a manera de sombras que crecen a nuestras espaldas) es lo que ocultamos en nuestra vida para ser hombres y mujeres “normales” (aunque en realidad quién sabe qué es eso), porque así se nos enseñó y así lo vamos a enseñar nosotros a nuestros hijos, sin embargo, cuando alguien al fin se acerca y se posiciona atrás de nosotros, consigue sumergirse en esas penumbras que nos han acompañado durante tantos años, entonces comprende lo que sugiere el título de este libro de cuentos, sí, tiene razón: de cerca nadie, nadie es normal, ahora lo sabemos, y los cuentos de este libro no hacen sino confirmarlo, cada uno de ellos.

Pero vamos un poco más allá: actualmente el título es más real que nada. Vivimos tiempos donde la gente se oculta tras de la pantalla de una computadora o de un celular. Tiempos donde hombres y mujeres tienen una personalidad en cada una de sus redes sociales y cada una de sus fotografías no son sino una muestra de sus distintas etapas sociales a las que somos empujados por una sociedad que hace de la exhibición un espectáculo que pronto, se los aseguro, llegará a ser terrorífico. 

Hiram Ruvalcaba es un autor muy joven que ya está dando muy buenos resultados y esta es una muestra implacable de su trabajo narrativo. A mí me da gusto enterarme de noticias como que “De cerca nadie es normal” se haya hecho acreedor al Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez 2021 y que su autor haya recibido apoyo del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico de Jalisco porque me queda claro que lo merece, que necesita que se le siga apoyando y que aseguro que es un autor que en un futuro dará mucho de qué hablar, pues aún tiene muchas sorpresas narrativas bajo la manga. 

La mayoría de los ocho cuentos que nos presenta Hiram en el libro están focalizados en el otro, en su cercanía y sus sombras, en lo que se oculta tras de sus pensamientos (lo que no se dice cuando se piensa en uno mismo), lo que se queda en un pasado enclaustrado en secretos que creíamos olvidados y que repentinamente brincan de la nada tan sólo para recordarnos que de entre toda la mierda que puede existir en el mundo, también existe la piedad y la comprensión entre los seres humanos, y aquí hay una clave para entender a los personajes de Hiram Ruvalcaba, los sucesos siempre van a ocurrir en el otro, pero las acciones tienen lugar entre dos o más personas, sin duda se cumple con aquel principio de otredad que ya señala Octavio Paz, donde soy porque tú o el otro existe. 

Ahora bien, Hiram sabe emplear los recursos para dar algunos remates poéticos a su narrativa. Aquí van unos ejemplos que me parecen importantes porque demuestran cómo la narrativa se puede enriquecer de un género que parecería tan distante como lo es la poesía: “O salir corriendo para liberar el ardor que no dejaba de herir sus entrañas”, del cuento ‘Los últimos hombres’; “Los gruñidos de su padre que rompieron con furia los primeros pedazos de día”, del cuento ‘Dónde termina la noche’; un último ejemplo por falta de espacio: “Carraspeos o, de plano, dejaba que a mis palabras se las tragara el aire, del cuento ‘Convalecencia’. 

Así es que, si hay un género literario que se encuentra más vivo que nunca en México es el cuento, y son muchos los jóvenes que destacan, que resaltan con nuevas propuestas, con cimientos literarios sólidos, y tal es el caso de Hiram Ruvalcaba y “De cerca nadie es normal”, es un libro y un premio que realmente vale la pena, háganse de él, seguro que Hiram tampoco sabe cómo escribir un cuento, y está bien que así sea.    

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