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jueves, 28 marzo, 2024
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Alerta/Alarma Roja: ¿Por qué debemos luchar -persistentemente- en contra de una inminente guerra mundial?

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Por: RICARDO BERMEO •

Para quienes estamos dando cierto seguimiento a los acontecimientos que están definiendo la situación mundial contemporánea, (análisis aún no tan exhaustivo y profundo como la emergencia que estamos viviendo amerita), pero suficiente para que siga resultando  sorprendente -como alarmante- el advertir  cómo, a pesar de los esfuerzos aquí y allá-  no se generan  aún los proceso necesarios para crear  un movimiento por la paz a escala mundial, múltiple y diverso, con coaliciones de actores decididos a intentar detener la locura bélica, aquí y ahora, ante la evidencia de que hemos -ya- entrado en los prolegómenos de una tercera guerra mundial, especialmente visible en la trágica invasión a Ucrania; a mi juicio, está fehacientemente comprobado que se trata de un escenario provocado por E.E.U.U. y la OTAN para debilitar y/o derrotar a Rusia,  mientras preparan el siguiente conflicto contra China. Y desde luego, provocada también, y no en último término, por la criminal, e ilegal invasión, del régimen ruso. La guerra, más allá de las responsabilidades correspondientes a los bandos beligerantes, cuya correcta comprensión es fundamental para iniciar negociaciones que puedan conducir a la una efectiva paz, con justicia, libertad, dignidad, principios capaces de rencauzar el proyecto civilizatorio que, desde el punto de vista de la humanidad, podría corresponder a estos tiempos ensombrecidos por una crisis multidimensional, en ascenso imparable. Mientras tanto, se sigue dejando una estela de muerte, sufrimiento y destrucción con cada día que la guerra continúa.

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Sé bien que este tema, lo  he abordado, de manera un tanto obsesiva, repetidamente,  en los últimos artículos, pero no veo aún que sea una interpretación generalizada, especialmente en México ni tampoco en otras latitudes, en gran medida por el cerco mediático al que me he referido en un texto anterior, pero creo que gravitan también otras significaciones sociales del imaginario social dominante contemporáneo, como la articulación de la lógica amigo/enemigo, junto con la expansión ilimitada del dominio pesudo-racional inherente al sistema capitalista (históricamente considerado), esos y otros elementos que forman parte de la compleja urdimbre impiden que esa conciencia contra la guerra sea lo suficientemente compartida, por lo menos lo suficiente para articular colectivamente, en diversas escalas, nuestro rechazo a  la violencia y a la guerra (local y mundial), suficiente para comenzar a crear, entre un abanico de opositores con distintos  posicionamientos, un frente común, al compartir ese rechazo a la destrucción que la actual escalada bélica implica, incluyendo el componente nuclear como su desenlace lógico cuasi-ineludible, ¿por qué resulta tan difícil de procesar colectivamente?

Si bien  comienza  a manifestarse aquí y allá, en distintos niveles,  una  conciencia social  -por desgracia- todavía  germinal-, comienza a abrirse paso, en medio de la espesa niebla ideológica  producida por los medios de comunicación, esa conciencia social comienza a crecer, especialmente en ciertos sectores de la sociedad, mejor informados y menos proclives a creerse la propaganda de guerra, derivada de la forma en que somos afectados directa o indirectamente o de la resistencia a la “movilización total” impulsada desde el polo belicista. Hay una clara conciencia en torno al inminente riesgo de que una tercera guerra mundial –tenga un desenlace nuclear- , eso debería llevarnos -automáticamente- a encender una alerta o alarma roja- y no apagarla durante todo un amplio periodo de tiempo, mientras no se reconstruyen, como condición sine qua non, los acuerdos de control de armas nucleares que se han venido eliminando para dar rienda suelta a la barbarie, no comparable con ninguna otra época histórica, Hiroshima y Nagasaki no permiten calibrar los daños, la destrucción que se generaría ahora, es incomparablemente mayor, es casi inimaginable por la gravedad, magnitud, crueldad, atrocidades que una conflagración nuclear provocaría.

En el día a día vamos constatando, cómo -con lentitud- comienzan a coincidir en la necesidad y urgencia de prender esa alerta/alarma roja, víctimas de la violencia y la guerra, científicos, defensores de la paz, líderes religiosos, incluyendo al Papa Francisco, practicantes católicos y creyentes de diversos credos religiosos, funcionarios de organismos internacionales, algunas figuras políticas relevantes, “ciudadanos de a pie”, periodistas, representantes de diversos movimientos feministas, ecologistas, defensores de derechos humanos; en suma, figuras representativas de muy diversos ámbitos, todas y todos, coincidiendo en torno al peligro de una guerra nuclear, mientras las piezas de la actual maquinaria bélica son producidas y desplegadas a escala planetaria, armas convencionales, y especialmente, armas nucleares, el nivel de destrucción es tan grande, que su empleo, en una guerra total, podría ser el “fin de la historia” para la humanidad.

Hay suficientes estudios y descripciones “realistas” de las consecuencias de una guerra nuclear, quisiera compartir aquí solo los encabezados de cada sección de un texto que he citado antes, de la web de Científicos Atómicos de la Universidad de Chicago titulado: NO HAY DÓNDE ESCONDERSE: Cómo la guerra nuclear te matará a ti y a casi todos los demás. (Disponible en Internet, subido en octubre del 2022, elaborado por François Díaz-Maurin), donde desarrolla lo siguiente: 

Describe el efecto inmediato de las explosiones nucleares, a través, primero, de la radicación directa, equivalente a cientos de miles de toneladas que se extiende con una sola ojiva a una milla del foco de la explosión. Luego se forma una bola de fuego, que con las ojivas nucleares actuales puede alcanzar más de 2000 metros de diámetro, su destello térmico, junto con la ola expansiva, puede llegar de 8 kilómetros más allá. Después la radioactividad a través de los vientos (y de la lluvia radioactiva), alcanzaría una extensión de miles de kilómetros cuadrados del lugar de la explosión, que se convertirían en áreas de alto riesgo.

Dáaz-Maurin cita una estimación basada en un escenario de guerra nuclear a gran escala entre los Estados Unidos y Rusia, que involucraría 4400.10 armas nucleares de 2002,2200 toneladas, que provocaría la muerte de más de 3,000 mil millones de personas. 

Después vendrían los efectos a largo plazo, múltiples cambios en la atmosfera, así como cambios en la tierra, y cambios en el océano que, en su conjunto, generarían un “invierno nuclear” y una “hambruna nuclear”. Miles de millones de seres humanos morirán en esa etapa. De ahí el título del trabajo: NO HAY DÓNDE ESCONDERSE: Cómo la guerra nuclear te matará a ti y a casi todos los demás.

No debemos de ceder, -estamos llamados por la responsabilidad hacia la humanidad que nos constituye en nuestro ser y nuestro hacer-, debemos responder contribuyendo a generar ese despertar urgente y fundamental para que un movimiento por la paz –antinuclear-, pueda continuar creciendo y se fortalezca, también aquí en Zacatecas y en México (ligando esa oposición global, directamente al rechazo de la “guerra confusa” que aquí seguimos padeciendo, y a la necesidad de que la paz sea no solo un concepto que se usa como moneda de cambio política, sino un tejido de relaciones que desde abajo generando islas, archipiélagos, territorios donde la paz con justicia, libertad y dignidad, sea capaz de instituir otro modo de organización de la sociedad).

Ver:https://thebulletin.org/2022/10/nowhere-to-hide-how-a-nuclear-war-would-kill-you-and-almost-everyone-else/#post-heading

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