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miércoles, 24 abril, 2024
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La fiesta del encuentro

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Por: GERARDO ROMO •

“Vengo al templo para darle gracias a Dios por mi familia, por las bendiciones recibidas a pesar de las dificultades”, dice doña Ana al momento de salir del templo con su Niño Dios en brazos, vestido en tejido blanco reluciente.

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Recién en el mundo católico celebró el Día de la Candelaria, que recuerda el momento en que María y José presentaron en el templo al Niño Dios a los 40 días de nacido, según lo establecía la Ley de Moisés.

El día 2 es mucho más que comer tamales, pero hacerlos significa una fiesta del Encuentro. Una oportunidad para compartirnos.

¿A quién le tocaron los tamales? Y la familia afortunada habla a sus amigos para donarse en el servicio. Algunos abren sus casas para el encuentro. Otros van más allá y los reparten afuera de los hospitales o en colonias populares donde la necesidad es mucha.

Según el doctor Ángel F. Méndez, investigador del Departamento de Ciencias Religiosas de la Ibero, señala que este tipo de festividades ayudan a crear comunidad en medio de los problemas que aquejan nuestra sociedad.

El 2 de febrero es, dice el investigador, contrarrestar la violencia con actos y prácticas de comunidad y convivencia. 

Podemos decir que es también una manifestación del relato de la misericordia de la multiplicación de los panes, donde Jesús hace que un grupo de 5 mil personas se sacie con sólo 5 panes y 2 peces.

El día de la candela es la manifestación de la luz de Dios que habita dentro de ti, dentro de él y nosotros, que somos en comunidad. 

La luz no es para meterla debajo de la cama, sino para que ilumine a otros y sea faro en el camino.

El Día de la Candelaria es un tiempo propicio para dar gracias por la capacidad que nos habita para hacer el bien.

Hace poco escuchaba a una joven decir que, como seres humanos y humanas, nuestra naturaleza es ayudarnos. Y eso significa descubrir nuestra esencia.

Hablando de esencias, este 2 de febrero vi a una bella mujer poner, con ternura y paciencia, frente a sí, un ramo de brisias, una flor blanca, pequeña, en forma de campana y aroma dulce que acaricia el alma.

“Esas flores me traen a mi abuela conmigo, esa bella mujer que me mostró la ternura de la vida en la naturaleza de las plantas”, dice entre sollozos.

Nuestra esencia es darnos cuenta cómo el espíritu de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) abre la posibilidad para que un buen hombre de 79 años que pasó por esas aulas hace medio siglo pueda titularse. “Para la universidad es importante conocer el legado del arquitecto Javier para nuestro País”, explica Enrique Gándara, responsable del departamento de titulaciones en la UNAM.

Darse cuenta de nuestra esencia es ver cómo en la UNAM los jóvenes se manifiestan por la liberación de presos políticos, cómo las jóvenes, con sus manifestaciones anti patriarcado, nos recuerdan a los machos la urgente necesidad de cuestionar nuestros privilegios.

La esencia, como mexicanos y mexicanas, que nos recuerda este 2 de febrero, es que como adultos y adultas debemos darnos tiempo para contemplar la ternura de las infancias que debemos cuidar y acompañar con amor y comprensión para construirlos en una educación para la libertad de ser, crear y construirse.

El Día de la Candelaria es oportuno para que, como comunidad, hagamos que la luz que nos habita se expanda, crezca, se multiplique.

La Candela significa construir y mantener la esperanza. Esperanza con justicia, dignidad y como dice el Ejército Zapatista de Liberación Nacional “mandar obedeciendo al pueblo”.

El 2 de febrero es un buen momento para seguir construyendo la fiesta del encuentro con el otro. Y desde ahí vale la alegría agradecer a quienes han hecho de éste una bella costumbre para construir otro mundo posible.

Cómo no agradecer a quienes desde la cotidianidad no cesan de dejarse sorprender por la belleza de lo simple y sencillo desde la fraternidad.

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