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lunes, 19 mayo, 2025
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Lo que se veía venir

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Por: MANUEL ESPARTACO GÓMEZ GARCÍA • admin-zenda • Admin •

Siempre, tal vez toda la vida algún sector social en México había soñado con una izquierda representativa, en la cual se vieran reflejados los ideales y aspiraciones de la revolución de 1910. Durante décadas, a nivel general, la sociedad  estuvo en comunión con el régimen surgido de la revolución; al punto  de que los  anhelos de miles de mexicanos vieron la posibilidad de un mejor porvenir.

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Así pues, el sistema posrevolucionario gozó de legitimidad durante décadas, pero con el tiempo fue creciendo la demanda por la democratización y la apertura del régimen, a tal punto que muchos años después, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) surgió como una escisión del grupo gobernante (y de las divergencias ideológicas en su seno). Desde entonces, el nuevo y heterogéneo partido de izquierda que –incluso- estuvo a punto de obtener la presidencia de la República en 1988; con su cascada de altibajos se erigió como una alternativa política para muchos mexicanos de tinte progresista.

Pasados los años, pese a su fuerza inicial y social, el PRD fue  debilitándose gradualemente y, en esa tesitura, muchos vaticinamos su declive; no como aves de mal agüero sino desde la perspectiva del grupo que -con nostalgia- ha visto como se desmorona la única opción de avanzada progresista que, desde 1989, representaba una franca opción de cambio. Seguramente quien haga el favor de leer estas líneas pudiese preguntarse porque en este breve panorama no incluiremos a Morena; en razón de que es un partido político conformado de los resabios de una posición política acomodaticia: de la política que como  evangeliza, también pontifica y desgraciadamente,  a final de cuentas sus posiciones no   terminan representando el sentir social.

Un ejemplo da cuenta de ello, lo observamos en las similitudes existentes entre Andrés Manuel López  Obrador (AMLO) y algunos personajes poderosos de Sudamérica con los que guarda similitudes notables; jamás AMLO ha asumido una postura verdaderamente progresista, basta ver que  respecto al consumo de Mariguana no ha dicho ni pío, tampoco sobre la interrupción del embarazo o sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. Mas bien, su postura ha sido francamente comodina: ha dado pie a lugares comunes donde todos pudiésemos coincidir y, es ahí donde los conocedores del tema, manejan el término de populismo; es decir, quedar bien ante una  sociedad que en su mayoría es conservadora.

En contraste, podemos ver el caso de Canadá -país que por más conservador que sea, ha dado pasos en un sentido abiertamente progresista- marca diferencia con lo que ocurre en México con su opción política de izquierda: desgraciadamente el PRD, para dar paso a lo que a continuación describo, ha sido el claro ejemplo de que las buenas intenciones no son necesariamente el espacio más acabado de el conjunto de mentes pensantes, incluso, es tan inacabado el proyecto que no solo pinta a perecer, sino que por más dramático que parezca ha colocado al país ante la encrucijada de participar o no entre la empresa del nacionalismo ramplón o la tecnocracia del partido en el poder y de las nuevas reformas estructurales. ”

Dejemos ver entonces cuales son los antecedentes de tan curioso tema.

Sin embargo, este desenlace se veía venir por el desmoronamiento moral de la cúpula del partido; personajes frívolos, corruptos, nepotistas, veleidosos y sin ningún vínculo con los principios del partido, ni con la sociedad; despreciaron el afán de transformar la sociedad y ni les pasó por la cabeza anteponer los intereses de los más pobres y vulnerables a cualquier otra consideración.

En sus dinámicas internas, el Sol Azteca nunca superó su carga genética negativa: clientelar, paternalista (y a veces caciquil) heredada del PRI; tampoco el sectarismo y espíritu faccioso que le dejó la “vieja izquierda” (parafraseando a Immanuel Wallerstein).

Al no lograrse una verdadera transición democrática en México sino una simple alternancia política, donde se reprodujeron muchos de los antiguos vicios y surgieron otros nuevos en un entorno de pluralidad partidista, el PRD sucumbió ante la tentación de la corrupción. Y cayó derrotado cuando el PRI obtuvo su verdadero triunfo: no electoral, sino cultural, es decir, cuando logró extender su manera de hacer política -en las pulsiones más profundas del autoritarismo y la corrupción- al conjunto de partidos y actores políticos.

Cuando los intereses suplantan a los principios, el resultado no puede ser otro más que la degradación. Por otro lado, a nivel general, salvo en la capital del país, el PRD ha dejado mucho que desear en los gobiernos que ha estado al frente y la gente se lo ha cobrado en las urnas.

Ahora, ya sin Cuauhtémoc Cárdenas, no hay nada que hacer ahí, creo yo. Quien escribe, sigue apoyando la idea de un frente progresista de izquierdas (sociales y políticas), pero inevitablemente que las izquierdas partidistas tendrán que reconstruirse y ojala el empuje ciudadano abone en ese proceso de regeneración. Tristemente, hoy sólo tenemos partiditos-franquicia de pseudo-izquierda (incluido ya el PRD); y a Morena, un nuevo partido, incuestionablemente izquierdista pero con tintes sectarios y orientado bajo el añejo liderazgo personalista de AMLO y, por ende, institucionalmente débil. ■

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