Autora: Amanda Severa Ortiz Dávila
Residencia: Salinas de Hidalgo, San Luis Potosí, México
Estaba Armando sentado,
pues un juguete había quebrado
y la maestra lo había castigado,
cuando a lo lejos Armando veía
el semblante de un rostro soñado,
era el de su abuelo amado,
que, junto con la Huesuda,
venían a darle consuelo
y levantarlo del suelo.
La maestra, intrigada, lo veía jugar solo.
Fue a preguntarle qué hacía,
y Armando le decía
que estaba con su abuelo,
que a lo lejos lo veía.
La Calaca, con sonoras carcajadas, reía.
Ver tanto amor del abuelo le daba alegría,
así que entonces a Armando prometió,
porque también lo acompañó su tío,
que cada año volverían a visitarlo,
para que su abuelo y su tío pudieran abrazarlo,
con la condición que cada 2 de noviembre
colocara una ofrenda, sino les daría un calambre…