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jueves, 28 marzo, 2024
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La diócesis de Zacatecas entre la inseguridad social y la pastoral social

■ Libreta de Reportero

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Por: Antonio Salas •

No me extraña que el Obispo de Zacatecas haya tenido un encuentro con civiles en un retén, me extraña que el hecho cause tal admiración que es atizada por la opinión pública.
¿Por qué no me extraña? Pues, porque es un ciudadano más, como muchos zacatecanos nacidos en la entidad o que, como él han venido a Zacatecas a cumplir compromisos laborales y de pronto suceden ese tipo de coincidencias.
Lo que sí me llama la atención es que dicho encuentro, que depende de quién lo cuente o dónde se lea tiene varias versiones, no haya sido útil para el Pastor de la Diócesis de Zacatecas.
La semana pasada reflexionaba en este espacio sobre la Escuela, el Estado, la Iglesia y la Familia, como Agentes Moralizadores de la sociedad y su labor en el contexto actual de la vida cotidiana en Zacatecas.
Relataba lo sensible que podría ser si al hacer referencia a la aportación que los problemas familiares tienen en la problemática social que se vive en el Estado tocábamos a la familia y cualquiera de sus integrantes.
Para los integrantes de la misma, pese a tener conocimiento que alguno de ellos anda en malos pasos, difícilmente busque orientación, solución o denuncia contra su consanguíneo.
¿Qué tiene que ver esto con el sonado encuentro del Obispo con los civiles que aparentemente teñían un retén carretero? Pues que seguramente en territorio donde, según el INEGI, el 2020 el 92.3 por ciento de la población es católica, no se verá más allá más que como una anécdota.
Sin embargo, vale la pena retomar dos momentos previos a lo ocurrido, protagonizados por Monseñor Sigifredo Noriega Barceló, un sonorense que desde hace casi una década fue designado Obispo de la Diócesis de Zacatecas por Joseph Aloisius Ratzinger, Benedicto XVI.
La prensa nacional replicó la propuesta que hizo el filósofo y teólogo, por formación, para negociar con los civiles que aparentemente se conducen al margen de la ley, a deponer las armas a cambio de la reducción de penas, aclaró: según lo permitiera la ley.
“Hago un fuerte llamado a estas personas”, dijo, “para que tomen conciencia, pero también tenemos que buscar negociación de alguna manera, de alguna manera invitar a que esta gente deponga las armas, pero hay que ofrecerles algo a cambio”.
“Yo pienso, ya se lo he propuesto a varias autoridades”, añadió el obispo de Zacatecas, “hay que ofrecer algo a cambio, sabemos que son delitos que la misma ley los castiga”.
Bien, creo que como yo varios católicos y no católicos lo pensamos: la autoridad eclesial podría ser un buen interlocutor, además su propia formación, experiencia y apostolado serían puntos a favor para mediar, con cualquier ciudadano.
Pero no. Días más tarde, la reacción de él mismo fue decir que en Zacatecas no se puede hacer: “No porque no queramos, sino porque no hay rostro, en las personas que están haciendo el mal, no hay jefe”.
Quizá por el eso el sorpresivo encuentro ocurrido entre el obispo y dichas personas en la región de Huequilla, camino a Tenzompa, podría haber sido la oportunidad perfecta no sólo para conocerlos, sino también para iniciar un diálogo acorde a su propuesta.
Obviamente, como cualquier ciudadano, su integridad y seguridad tuvieron prioridad, y como él mismo lo relata: después de identificarse desde adentro de su vehículo, recibió la indicación de seguir su paso y cada quien siguió en lo suyo. En fin.
Consultado por este reportero sobre el número de incidentes donde ministros de culto o personal de las diferentes asociaciones religiosas registradas en el Estado pudieran verse involucrados como víctimas, la Fiscalía del Estado indicó que no hay ninguna denuncia al respecto.
Por lo tanto, es difícil contabilizar y contextualizar la violencia contra sacerdotes y ministros en la entidad, aunque basta con platicar con algún ministro o presbítero para entender que no llevan la situación nada cómoda.
Cada región tiene sus particularidades, van desde simples amenazas hasta extorsiones y otras actividades ilícitas, por eso extraña que la postura de la Iglesia en Zacatecas no sea más contundente.
Ante el asesinato de dos sacerdotes, los Jesuitas del norte del país han sido claros: “No nos callaremos ante la violencia en México”, el mismo Papa Francisco ha dado su postura al respecto.
No vayamos muy lejos, las vivencias de sacerdotes, encargados de vida cristiana, vicarios, o catequistas de muchas regiones zacatecanas, bien podrían ser parte del guion de una película de Luis Estrada, director de La Ley de Herodes.
Como lo indicaba la semana pasada: así como no creo que algún integrante del Estado inicie su día esperando terminar con un saldo rojo en su bitácora, con los miembros de las organizaciones religiosas imagino que ocurre lo mismo.
Hace una semana, niños de la Escuela Anexa a la Normal, en Fresnillo viajaron a la Ciudad de México para participar en la Matematiada, Ecológica y Humanista 2022 organizada por la Benemérita Escuela Nacional de Maestros.
Compitieron contra otras 45 escuelas de todo el país, tanto públicas como privadas, y se trajeron una importante cantidad de premios, esto servirá de motivación para continuar con el proyecto y buscar que, mediante la armonía escolar y familiar, así como el pensamiento matemático, ayude a que sean mujeres y hombres de bien.
No hay duda, todos estamos haciendo nuestra tarea, una labor que, sumada, seguramente dará buenos resultados en nuestras generaciones.
Por eso si ya escuela, estado y familia están haciendo lo suyo, es necesario que la Iglesia, en cualquiera de sus formatos, credos y organizaciones, también tome la responsabilidad que les corresponde, trabar en conjunto y organizarse para compartir la inseguridad y no dejarle todo al estado.

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