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miércoles, 24 abril, 2024
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Las ocho patas de la araña

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Por: FRANCISCO JAVIER GONZÁLEZ QUIÑONES •

La Gualdra 387 / Aniversario 8 Gualdreño

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Bajo el impulso de sus ocho patas, la araña vagabundea sobre la mesa del taller de carpintería, pero ante la intempestiva entrada de Geppeto desaparece en el primer escondite que encuentra, uno de los orificios de la nariz de Pinocho. Entre el temor, el cosquilleo y el orgullo, la marioneta quiere estornudar, pero su condición de muñeco se lo impide. Sólo le queda esperar a que Geppeto termine su bizcocho y que se quede dormido. Lo cual sucede horas más tarde. Entonces un tremendo estornudo lanza por los aires a la araña, hasta que ésta, finalmente, aterriza en el viejo reloj que cuelga sobre una pared. Oculta entre las sombras del atardecer, la araña logra llegar hasta el techo y colgada de una de sus vigas de madera empieza a descender ayudada con el hilo de seda que va generando. El tic-tac del desvencijado reloj retumba en el silencio del taller y justo cuando sus manecillas anuncian las ocho de la noche, el número que marca esa hora se desprende de su carátula y queda recostado sobre su borde inferior. Sintiéndose infinito, este número sueña con la eternidad y empieza a juguetear con las posibilidades del tiempo. El escenario está puesto, colgada a una Gualdra de ocho anillos y meciéndose en su hamaca de seda, la araña entreteje, al octaedro ritmo de sus patas, los lienzos en los que deben plasmarse las palabras, los colores y la imaginación de escritores, pintores, cineastas y poetas.

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