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miércoles, 24 abril, 2024
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De la oscuridad a la luz. Sitios sagrados de los huicholes en Zacatecas

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Por: ALMA RÍOS •

  • Las fuerzas naturales que son divinas o sagradas son sus propios familiares
  • Cada año los huicholes rememoran el tránsito mítico por parte de la República

La oscuridad es el origen. Los dioses hicieron con su propio caminar hacia la luz, al mundo. Así, el mundo es el propio camino y para resguardarlo algunos de ellos se convirtieron en manantiales, huertas, cerros o piedras. Cada año los huicholes rememoran este tránsito mítico que en sus relatos encuentra su punto de partida en el mar de Nayarit y su final en el desierto de Real de Catorce dejando en los puntos de morada de sus dioses diversas ofrendas. Para llegar De la oscuridad a la luz hay que traspasar cinco puertas, la última se encuentra en Zacatecas y representa la entrada a un templo inscrito por una serie de lugares sagrados.
En De la oscuridad a la luz. Sitios sagrados de los huicholes en Zacatecas (2016, Taberna Libraria Editores-Universidad Autónoma de Zacatecas), Leobardo Villegas Mariscal ofrece información etnográfica obtenida durante casi tres décadas acerca de la cultura wixárica; un adelanto al que procederán otros dos volúmenes a publicarse este 2018, Historia y etnografía. Un análisis de la cultura de los huicholes (Instituto Zacatecano de Cultura-Secretaría de Cultura) y La polisemia de los símbolos en las ofrendas rituales de los huicholes (Taberna Libraria Editores-Universidad Autónoma de Zacatecas).

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El primero de estos libros está conformado por tres partes, la primera a modo de introducción general y que aborda las diversas teorías que han dado explicación histórica al origen de este grupo humano y algunas notas sobre su vida económica y el territorio que habitan que se ilustran con un mapa donde se refieren sus asentamientos actuales.
En el segundo capítulo se analiza su religión para acercarse a contestar cuáles son los sitios sagrados de los huicholes en Zacatecas.
La idea principal es que los wixáricas “tienen una religión donde sus dioses son representaciones de las fuerzas de la naturaleza: el fuego, el aire, la tierra, la vegetación, el maíz, etc.”, y que les unen con ellos líneas de parentesco, entre más ancestrales, de mayor rango de importancia.

Para los huicholes el mundo es como una familia donde las fuerzas naturales que son divinas o sagradas son bisabuelos, bisabuelas, abuelos, abuelas, madres, padres, hermanos y hermanas.
“Implica que ellos son sus hijos y por lo tanto tienen que hacer lo que sus padres y sus abuelos mayores les dicen”.
Entre padres e hijos opera un principio de “reciprocidad”. “En términos estrictos tienen que hacerles un don, se les da una vaca, un pollo, un borrego en una fiesta ritual o ciertas ofrendas como flechas o jícaras, danzas palabras, oraciones, desveladas”.
Los huicholes esperan así que los dioses retribuyan con lluvias, buenas cosechas, proliferación de ganado o con éxito en sus actividades económicas, sea la siembra en la sierra o la venta de artesanía en las ciudades y la ausencia de enfermedades, ”que los dioses correspondan manteniendo en orden al mundo”.

Estos aspectos generales de la cultura wixárica dan paso a otro central, su peregrinación anual hacia el desierto de Real de Catorce.
“Para entender esta peregrinación es muy importante entender que los huicholes interpretan el mundo a partir de sus mitos y según ellos el lugar más antiguo del mundo está en el mar de Nayarit que en su lengua es Haramatsie”.
“En ese lugar se crearon los dioses, de ahí salieron al mundo porque según la mitología de los huicholes en el principio del tiempo solo existía la oscuridad y solo existía ese lugar, cuando salieron los dioses del fuego, del Sol, de la lluvia, el venado, emprendieron un camino donde se dio el primer amanecer que es el desierto del Real de Catorce, Wirikuta; el desierto de la luz donde crece el peyote”.
Los dioses nacieron en Haramatsie y cuando iban caminando hacia Wirikuta iban creando el mundo, “es decir no había el mundo, no había el camino, su propio caminar hizo el mundo y en él se quedaron algunos en el paisaje convertidos en manantiales, árboles, cerros, piedras. Por lo tanto para los huicholes esos lugares son sagrados, son dioses”.
“Cuando nosotros vemos que los huicholes están haciendo la peregrinación en busca del peyote, lo que hacen es reestablecer, repetir o reencarnar el camino que los antiguos dioses hicieron en el tiempo de los mitos”.
En cada uno de estos lugares que “son puertas” a traspasar, ofrendan jícaras o flechas o sangre de animales sacrificados, si no lo hicieren así “no pasarían o habría peligros, se perderían”.

“Antiguamente venían caminando hacían esa peregrinación que empieza en la sierra con desveladas, con otras peregrinaciones y cacerías de venado, con muchos sacrificios que tienen que hacer. Y al venir a pie había la idea de que uno se podía perder o que no podrías encontrar peyote en el desierto, o que te podrías enfermar. Y todo eso sería interpretado por los huicholes como molestias de los dioses o castigos”.

El espacio sagrado huichol, las cinco puertas
Para esta cultura el número cinco es cabalístico, “todo se hace siempre cinco veces”. Por ejemplo para que alguien logre constituirse como chamán o marakame, debe ir a Wirikuta en cinco ocasiones. También las ofrendas deben llevarse a los lugares sagrados las mismas veces.
Los huicholes representan así a los cuatro rumbos del mundo y su centro, “esa es su forma de ver el espacio”, los puntos en los que están sus dioses.
“Cuando van al desierto tienen que pasar por lugares sagrados o por puertas, por cinco puertas y Zacatecas es la última, la entrada al desierto de Wirikuta”.
“Mi investigación consiste y eso es ya el tercer capítulo, la descripción de por qué todos los huicholes pasan por Zacatecas” aunque parten de diferentes tukipas o centros ceremoniales ubicados en diferentes pueblos de la sierra de Jalisco, sea San Andrés Comiata, Santa Catarina, San Sebastián o Tuxpan para ir a desierto de Real de Catorce en San Luis Potosí
“No hay un lugar fijo, no hay cinco puertas exactas, no hay una sola peregrinación, hay muchas; todo depende del imaginario de cada localidad y de lo que digan sus marakame, sus sabios. Ellos dicen que pasan por ciertos lugares (…) pero todos confluyen en Zacatecas porque es la última puerta”.
La investigación de Leobardo Villegas Mariscal, docente investigador en la Unidad Académica de Filosofía de la Universidad Autónoma de Zacatecas, y etnógrafo autodidacta, ha consistido en hacer trabajo de campo en la sierra de Jalisco preguntando a los marakame o chamanes huicholes, dónde se ubican esos lugares sagrados en Zacatecas.
Sus informantes al sustentarse en la tradición oral expresan la existencia de costumbres religiosas que se recrean de tal forma que refieren varios lugares, “lo que yo he hecho es intentar meter orden en una serie de informaciones que a veces son contrapuestas”.
Lo que ha logrado sacar en claro lo expone en el libro mediante un mapa que precisa lo más próximamente dónde y cómo ubican los huicholes, sus lugares sagrados en Zacatecas.

Zacatecas, la última puerta
“Se podría decir que los huicholes miran a esta última puerta como un gran templo, un gran palacio donde los cerros serían las paredes, el cielo el techo”. El más importante de estos lugares es el Cerro del Padre al que llaman Makuipa, el segundo en importancia, conocido como Cerro de las Antenas, para ellos es el Tepeyac.
“Hay que recordar que los huicholes también adoran a los símbolos cristianos y a la virgen de Guadalupe; los símbolos cristianos y la virgen han sido resignificados al interior de su cultura y mezclados con sus dioses locales: Tatehuarí (abuelo, dios del fuego), Tau (padre, dios del Sol), Tamatsi Kauyumari (hermano, dios venado, habita en Wirikuta y se asocia al peyote), Tatata (Cristo, se le asocia al Sol), Tanana (virgen de Guadalupe, se asocia a la fertilidad, a la tierra) y Takutsi Nakawé (bisabuela, diosa de la tierra y de la vegetación).
El grupo de lugares sagrados se integra en su totalidad por Cieneguillas, Picones, El Orito, el Cerro del Padre, El Tepeyac, el Cerro de La Bufa, Gavilanes y el Convento de Guadalupe, “serían los puntos donde los antiguos dioses se demoraron o quedaron a vigilar el camino”.
“Entonces, por decirlo así, la geografía sagrada de los huicholes en Zacatecas tal como yo la he investigado tiene que ver con la idea de que es un templo” y hay dos cerros que son los pilares fundamentales, “son seres vivos, están animados, tienen poder, tienen alma, de hecho hablan”.

Una “epidemia” de humanidad
Desde la perspectiva indígena ver llover, ver un pájaro que vuela o el viento que mueve a un árbol implica que detrás hay algo sagrado, un dios que habla, “y tú tienes que responderle con una ofrenda ritual. No sé si eso es más verdadero que lo nuestro, pero en todo caso me parece interesante”.
Recuperando lo dicho por Philippe Descola Leobardo Villegas agregó que “hay formas de ver la realidad que no son como la nuestra”.
Si para el mundo occidental la naturaleza esta desprovista de “humanidad” y por tanto no tiene alma, para los indígenas, y concretamente para los huicholes, “todo es humano”. Las piedras, los cerros, la vegetación y los animales tienen una vida subjetiva.
“Cuando se ve a una serpiente o un venado o un jaguar, dependiendo del ecosistema donde se esté, detrás de las escamas, de la piel, de las garras, hay una subjetividad humana”.
Los indígenas antropomorfizan los elementos de su entorno, “hay una epidemia de humanidad (…) por tanto la relación que uno tiene con un venado es una relación con un familiar. Cuando se le caza él se presta a la cacería” y en esa relacion de “tú a tú” se establece una deuda.
“Las piedras son humanas, el Cerro del Padre está vivo; desde nuestra lógica eso parecería como superstición pero cuando uno analiza el mito, la forma de ver el mundo, uno podrá dar cuenta que nuestra propia lógica científica racionalista también es otro mito”.

La predestinación a dudar de  la propia visión del mundo
De la oscuridad a la luz. Sitios sagrados de los huicholes en Zacatecas integra en su última parte los textos de las entrevistas con los informantes realizadas por Villegas Mariscal y en que basó su investigación; fotografías, y la bibliografía con las principales obras históricas y antropológicas que han tenido por objeto el estudio de este grupo de la Sierra Madre Occidental de México.
El filósofo quien inició sus viajes a las tierras huicholas de la mano del maestro José María Palos cuando era estudiante en la antigua Escuela de Humanidades de la UAZ hace casi 30 años, refiere su vínculo con esta cultura como una “predestinación”.
Creo en la predestinación no en el sentido religioso sino que uno está predestinado a ciertas cosas (…) creo que los seres humanos tenemos una especie de predestinación, en mi caso a la lectura de ciertos libros. Mi otra formación es la filosofía, la etnografía es otra. Para mí esas dos cosas son una forma de la felicidad. Yo me siento bien cuando voy a la sierra, cuando hablo con otras personas que son diferentes”.
Dijo “que estudiar a las sociedades amerindias, los huicholes son la sociedad con quien más relación tengo pero me interesa el estudio de otras, lo que he aprendido es a poner en duda mi propia visión del mundo. Eso es lo más importante. A pensar que mi forma de ver o de sentir la realidad que tiene que ver con una tradición, no es la única, no es la verdad, sino que hay otras formas de verla y sentirla tan importantes e interesantes como la nuestra. Y a veces se me ha revelado que ellos tienen cosas que no están en la nuestra, eso me agrada”.
“En el fondo lo que me da la etnografía es poner en tela de juicio todo mi mundo, y eso me agrada, me agrada sentir que no tengo la verdad, que no tengo la razón, que no vivo en el mundo que tiene la razón, sino que es “una” razón”.

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