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jueves, 25 abril, 2024
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Por una conversación nacional para elaborar una estrategia nacional unitaria y progresista

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Ayer apareció en las redes sociales un pronunciamiento firmado por un buen número de integrantes del Instituto de Estudios sobre la Transición Democrática (IETD), denominado “MÉXICO NECESITA ELABORAR UNA AGENDA NACIONAL PARA ENFRENTAR LA ADVERSIDAD”. Es una buena respuesta al desaforado activismo del señor Trump durante la primera semana de su gestión, orientado en buena medida contra todos los mexicanos, y que no podemos permitir. Enseguida agregan: “…creemos que nuestro país atraviesa por una situación extremadamente delicada, tanto en el ámbito de nuestras relaciones exteriores como en nuestra circunstancia económica. Ambas esferas exigen la construcción en público, de una estrategia nacional compartida por el mayor número de actores (Gobierno Federal, gobiernos locales, ciudades, Congresos, universidades, empresarios, asociaciones civiles, ciudadanos, todos), bajo los principios fundamentales –igualdad, bienestar, derechos humanos, relaciones internacionales para progreso y paz, que fomenten la colaboración y no la confrontación entre las naciones. Llamamos a una unidad con contenidos. A escucharnos. A construir alternativas bien discutidas y fundadas, que sean el germen de una nueva agenda democrática para toda la nación.” Y terminan su texto afirmando: “Pocas veces nuestro país había necesitado tanto de un ejercicio democrático genuino y de alternativas reales para enfrentar tanta adversidad con la que ha comenzado el año 2017.”

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Es evidente que en el IETD saben que, el tamaño de nuestra frontera común, de nuestras profundas disparidades y de la densidad de las relaciones sociales, ningún otro país padecerá más que México la llegada de Trump a la Casa Blanca. Nuestra nación ha entrado, desde el primer día de su mandato, a una fase de pugna y desafío en temas centrales de nuestra vida y de nuestro desarrollo, y por eso es imprescindible comenzar una amplia conversación nacional para enfrentar la agenda agresiva y discriminatoria del nuevo presidente del país vecino. También es evidente que el cambio en la actitud del gobierno estadounidense hacia México y los mexicanos, lo menos que requiere son los llamados a la unidad sin contenidos concretos como el realizado por el dirigente del PRI hace unos días y que fracasó de inmediato, ni invocaciones reiteradas a nuestra “solidez macroeconómica” que ya nadie cree, sino que exhiben una orfandad estratégica que debemos superar lo más pronto posible.  En suma: se trata de diseñar una estrategia nacional, deliberada y acordada, a la altura del trágico y ominoso contexto.

Para empezar un diálogo constructivo debemos estar de acuerdo en que la elección de Trump representa, sin matices, la hegemonía en la narrativa gubernamental del racismo, el desprecio hacia los mexicanos, el armamentismo, la depredación ecológica, el ultraje a los derechos de las mujeres y la abolición de acuerdos y reglas para el comercio y la convivencia internacional. Que su insistencia para tender un muro completo a lo largo de la frontera y para hacer de los trabajadores mexicanos en Estados Unidos, los chivos expiatorios sobre quienes se descarga el resentimiento de los sectores conservadores de esa sociedad, dan cuenta del simplismo y la arbitrariedad que se han instalado en ese gobierno, y lo que es peor: se trata de la propagación explícita de anti-valores que pueden carcomer y destruir lo mejor de aquella nación. La posibilidad que el presidente Trump despliegue medidas que hasta hace poco parecían sólo desplantes electoreros, se acentúa porque cuenta con mayoría republicana en las dos cámaras del Congreso estadounidense y porque muy probablemente asumirá una parte del control del sistema judicial, a pesar de su descentralización. Todo esto representa para México, uno de los más grandes retos que ha enfrentado la política exterior de nuestro país a lo largo de la historia. Con claridad, aparece un viraje histórico y geopolítico: se plantea deshacer el bloque económico y comercial de América del Norte, o sea el proyecto con el cuál México ha sido conducido, sin interrupción, desde 1982 por los sucesivos gobiernos federales priístas y panistas. A la agenda discriminatoria de Trump, se agrega el desmoronamiento del paradigma de la integración completa de México en una utópica región de América del Norte, que cautivó a millones de mexicanos y a la élite del poder. Desconocer o desestimar la gravedad de ese nuevo entorno resulta irresponsable. Creer que se pueda articular una respuesta exclusivamente “técnica”, también.

Sería bueno que las conversaciones propuestas inicien con la integración de una agenda interna, especialmente en materia económica. Las amenazas de Trump obligan a emprender con mayor rapidez, decisiones y reformas que han sido postergadas en México. No deberían evadirse acciones como estas:

Rectificar el esquema de rígida austeridad y los repetitivos y generalizados llamados a implementar más y más recortes como “única vía” para construir la credibilidad de los mercados. No olvidemos que los mercados creen, sobre todo, en las economías que crecen y eso es lo que necesitamos justamente ahora, ante los destrozos económicos y comerciales que promete el neoproteccionismo anunciado por Trump. Dar paso a un programa masivo y transparente de inversión, producción y empleo, justo en estos momentos, a partir del incremento de la inversión pública en infraestructura indispensable. Iniciar una política consistente y gradual de recuperación de los salarios en México, para responder a las acusaciones de Trump en esta materia. Asumamos de una vez por todas que los salarios mexicanos son demasiado bajos y que permanecen así artificialmente desde hace mucho tiempo. Iniciar esta política distributiva, contribuirá a fortalecer el propio mercado interno y ¿por qué no decirlo?, a la esperanza y al estado anímico de millones de personas.

Además del fortalecimiento del mercado interno, hay que aprovechar las ventajas que ofrece el tipo de cambio, y hacer lo posible para mantener encendido el motor exportador, diversificando el comercio mexicano con medidas precisas y capaces de ofrecer resultados a breve plazo. Aprovechemos que hoy las exportaciones mexicanas son más competitivas y son uno de las pocas fuerzas de arrastre que pueden evitar una nueva recesión. México no puede enfrentar los retos que nos plantea la presidencia de Donald Trump, sumido en una recesión. Nada sería más catastrófico para nuestra nación, que nuestros compatriotas allá y acá, encontraran un país con su economía contraída, paralizada, sin generar más empleos y con los bajos salarios de siempre.

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