Alerta: en esta segunda novela de David Diop, la primera “Hermano de alma” (Anagrama, 2018), debemos poner especial atención en las dedicatorias. Lo que nos señala Diop en ellas es que bien empleadas, las dedicatorias se pueden volver una herramienta de la totalidad de la novela.
Cuando ustedes finalicen la lectura vuelvan a leer las dedicatorias: hay una delgada división. Y David Diop lo sabe. Pero con sus dedicatorias va un poco más adelantado. A mí se me ocurre que las dedicatorias literarias podrían conformar un género. Que digas voy a tomar un taller de dedicatorias. Que digas voy a impartir un taller de dedicatorias. Porque a través de la historia de la literatura hay dedicatorias que definitivamente marcan tanto al autor, puesto que es él el que las pone, como al lector. Dedicatorias que van a permanecer ahí, al inicio de cuentos, de novelas, que pasarán inmóviles a la historia, hasta que llegue un lector atento y dé con ellas y comprenda la importancia y el alcance de las dedicatorias. Podría hacer una antología de dedicatorias literarias y claro que ahí estarían las de David Diop en un primer lugar. Piensen, por ejemplo, en muchas de Julio Cortázar. Piensen, por ejemplo, en muchas del poeta español José María Álvarez. Y sí, claro, tienen toda la razón: en primer lugar de mi antología también estaría aquella tan famosa de don Rubén Bonifaz Nuño, esa que se presta a un sinfín de historias. Con esta dedicatoria de Bonifaz Nuño podríamos incluso hacer otra antología con todas las historias que se cuentan de la dedicatoria. Son, sin duda, de esas dedicatorias que permanecen.
Veamos las de David Diop. La primera de ellas: “A mi mujer: toda palabra tejida es para ti y tus risas de seda”. Yo ignoro por completo cómo podrían ser las risas de seda. Seguramente suaves. Son de ese tipo de risas que tienen que ver más con el tacto, que con el sonido. Me tocó una de tus risas, quizás es lo que le dice Diop a su mujer. Que una risa sea de seda y no de sonidos es algo que se antoja conocer. Y claro, no sin tantos esfuerzos nos damos cuenta que David Diop toma esas sonrisas y no escribe sus historias, sino que las teje. Me gusta mucho la imagen: tejer palabras, no escribirlas. Y solo se tejen porque es la única forma de que las palabras y las historias viajen de generación en generación: es más difícil romper lo que se teje, que borrar lo que se escribe. David Diop lo hace porque muchos aspectos de la novela “La puerta del viaje sin retorno” (Anagrama, 2023) tienen su origen en las palabras que viajan a través del tiempo, en esa maravillosa oralidad de las historias.
La segunda dedicatoria: “a mis queridos hijos, a sus sueños”. Estamos tan acostumbrados a hablar de sueños que en realidad le hemos restado valor a la palabra, la usamos a nuestra conveniencia, con descuidos, llega un momento donde ya ni siquiera sabemos realmente qué son los sueños porque tras de ellos nos han metido todo un impresionante marketing que va desde el alcanza tus sueños, tan de lugar común, al ve tras de sus sueños: una persona sin ellos, sin los sueños, es una persona vacía, según las definiciones del coaching de vida. No obstante, si leemos bien la dedicatoria de David Diop, y eso que lo que nos llega es la traducción del francés, nos percataremos que se refiere a unos sueños en específico, los de sus hijos, los que seguramente conoce de primera mano, los que ha escuchado, emocionado, en palabras de sus hijos. Les deja claro que la dedicatoria es solo a sus sueños. Y nuevamente vamos a encontrar una relación de los sueños con la historia que Diop nos plantea en su novela. De hecho, si me apresuran les aseguro que las dedicatorias fueron planeadas técnicamente para funcionar con el mecanismo de la totalidad de la novela.
La tercera dedicatoria nos llega por un túnel donde solo hay oscuridad y repentinamente aparece una misteriosa luz. Dice David Diop: “A mis padres, mensajeros de sabiduría”. Repitan: “mensajeros”. Los padres de Diop vienen o van con un cargamento que tienen que entregar en un destino preciso. Algo llevan, la sabiduría no solo de los dos sino de los pueblos de donde vienen, las historias que se corren de boca en boca, hasta que se vuelven sabiduría de los pueblos. La sabiduría a la que se refiere Diop está sustentada en la tradición oral, en las palabras que viajan.
“La puerta del viaje sin retorno” parte de la historia de un hombre ordinario, de su muerte, de lo que deja a su querida hija como la mayor de sus riquezas. El hombre cuenta la historia a través de la lectura que la hija hace de ella, y la historia principal nos habla de los tiempos de los esclavos, de los maltratos físicos, de las costumbres de los pueblos, pero también de los hombres aventureros, de las propias aventuras, un hombre decide moverse a raíz de que escucha una historia. No hay otro motivo que el de averiguar si es verdad lo que se cuenta. Y cuando al fin da con lo que tanto busca parece que se arrepiente, porque jamás imaginó lo que le iba a ocurrir luego de encontrar a la mujer que conforma la historia, la mujer cuya historia, su propia historia, es acaso la más destacada porque en algún momento es la que provoca mayor suspenso en la novela. Sin duda, como lectores, deben llegar a la parte en que se menciona “la puerta del viaje sin retorno” para entender a que se refiere David Diop.
Algunos críticos literarios han comparado la novela con “El Corazón de las tinieblas” (1889) de Joseph Conrad. Podríamos asegurar que la estructura narrativa que emplea David Diop se presta a semejante comparación porque en las dos novelas es un viaje rumbo a lo desconocido lo que motiva a los personajes principales a la aventura. En los dos casos lo que se busca no es una persona sino un personaje, lo que hay detrás de él, comprobar si lo que se dice es cierto, llegar, en el caso de la novela del autor polaco, al apocalipsis. Sin embargo, ahí donde Conrad encuentra acaso la auténtica máscara del ser humano, David Diop nos ofrece una historia de amor. No obstante, tanto Conrad como Diop finalizan de manera trágica sus historias, ahí donde suponemos no podía existir un final distinto, aunque en el caso de Diop se da un giro inesperado a la historia al finalizar, uno de esos giros que como lector no te los esperas. De hecho, debo aclararlo, a mí no me convenció tanto el final por el que opta Diop, me parece que tuvo entre las manos finales más convincentes y que se dejó llevar por ese querer sorprender a los lectores.
Aunque no he leído la primera novela, David Diop es un autor al que hay que seguirle los pasos: tan solo las primeras páginas de “La puerta del viaje sin retorno” son un equilibrio entre la belleza de la explosión de los colores durante un tremendo incendio, y un juego de poderosas imágenes de un bosque que aparece como el pájaro que arde en el fuego. Diop mide bien sus palabras, crea unas poderosas imágenes, porque sabe que ahí, en esa bien cimentada escenografía, tendrá lugar la historia que está a punto de contar: una historia donde aparece a cada momento la libertad, esa misma libertad que muchos buscarán darla por muerta y que, sin embargo, prevalecerá hasta el final.