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martes, 23 abril, 2024
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Cuba: las claves económicas del 11-J (primera parte)

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Por: Homero Campa •

Un coctel de factores –internos y externos—ha provocado que la economía de Cuba, de suyo siempre complicada, haya caído en una situación de crisis extrema, al punto de detonar las protestas populares del pasado 11 de julio.

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Tres factores destacan: las sanciones que Estados Unidos impone a la isla, la crisis estructural del modelo económico cubano y la pandemia del covid-19.

Durante 2020 el Producto Interno Bruto (PIB) de Cuba registró una caída del 11%. En el primer trimestre de este año la caída continuó en 2% y la Comisión Económica para América Latina (Cepal) espera un rebote de apenas 2.2% para todo el 2021. Ello se traduce en un desabasto extremo de los más básico: alimentos, medicinas, electricidad, transporte…

Junto con el bloqueo que Estados Unidos impone a la isla, y con el cual La Habana ha lidiado durante medio siglo, Donald Trump impuso 240 sanciones económicas que revirtieron lo que intentó su antecesor, Barack Obama: flexibilizar el embargo por medio de órdenes ejecutivas.

Contra lo esperado, Joe Biden –que como vicepresidente de Obama apoyó la política de apertura hacia la isla–, ha mantenido dichas sanciones; entre ellas se encuentran las que limitan los viajes de estadunidenses a la isla (lo que afecta no sólo a los 140 mil turistas anuales de cruceros estadunidenses que atracaban en puertos de la isla, sino a buena parte de la comunidad cubano-americana que visita a sus familiares) y las que restringen el envío de remesas desde territorio estadunidense.

En este último caso, el Departamento del Tesoro prohibió el envío de remesas a través de entidades financieras controladas por militares cubanos. Ello afectó particularmente a Western Union –que cerró sus 400 oficinas en la nación caribeña–, pues operaba a través de Fincimex, una filial de Cimex, subsidiaria a su vez de GAESA, grupo empresarial del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (Minfar) de Cuba.

De acuerdo con un estudio de Diálogo Interamericano –think thank con sede en Washington–, Cuba recibió por conceptó de remesas poco más de 2 mil millones de dólares en 2019 (un año antes de que se decretara la prohibición). El 83% de ellas provinieron de Estados Unidos y beneficiaron a 26% de los hogares cubanos. El estudio destaca un dato: el 60% de dichas remesas ingresa de manera informal: por medio de mulas o viajeros que visitan la isla.

Un modelo agotado
Cifras del gobierno cubano indican que de abril de 2019 a diciembre de 2020, el bloqueo produjo daños por 9 mil 157 millones de dólares a precios corrientes y en el último lustro las pérdidas superaron los 17 mil millones de dólares.

Sin embargo, economistas cubanos reconocen que la crisis económica extrema que enfrenta la isla no puede atribuirse por completo al bloqueo estadunidense.

Dicho de otra manera: el bloqueo estadunidense incrementa a la isla los costos de su comercio internacional y le dificulta la entrada de capitales e inversión extranjera, pero no los impide. Por ejemplo, importar materias primas de China, en lugar de Estados Unidos, le implica pagar un sobreprecio en flete, pero nada le impide hacer dicha compra. De hecho, La Habana puede comprar productos en cualquier país del mundo. Su problema no es que Estados Unidos no se los quiera vender, sino que no tiene el dinero para comprarlos a otras naciones.

De manera paradójica Estados Unidos es el principal exportador de alimentos y medicamentos a Cuba. John Kavulich, presidente del Consejo Económico y de Comercio Cuba-Estados Unidos, dijo a la BBC que este año las exportaciones de alimentos de Estados Unidos a la isla han aumentado 60% en comparación con 2020 y que en lo que va de año suman unos 140 millones de dólares.

Cierto es que la Ley Helms-Burton –que en 1996 se agregó a todo el entramado legal del bloqueo— sanciona a filiales de empresas estadunidenses asentadas en otros países por vender productos a la isla o porque dichos productos tienen componentes estadunidenses, pero a estas alturas existen sustitutos de productos y marcas estadunidenses en casi todos los bienes, tanto los básicos como los de alto valor agregado.

Para los economistas, el problema mayor de Cuba tiene que ver con el agotamiento de su modelo, el cual mantiene los rasgos esenciales de una economía estatal férreamente centralizada que enfrenta de manera tímida y tardía sus fallas estructurales.

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